01. Bienvenidos al museo

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Un hermoso atardecer se podía apreciar por encima de las cordilleras, grandes nubes y unas refrescantes brisas abrazaban una ciudad en donde el sol le daba sus últimos rayos al ocultarse. El paisaje irradiaba un bello color dorado bajo el anaranjado cielo; y cuyas aves que se alzaban, glorificaban ese escenario. Esa ciudad se llama Cusco: que antiguamente fue la capital del imperio incaico. Y en la actualidad, ha vuelto a ser la sede principal, pero de su nación; debido al 'mega desastre' que hizo de Lima inhabitable.

Ocurrió en el año 2082. Ese acontecimiento fue tan descomunal que afectó al setenta por ciento de su población. Terremotos, huaicos y unos desconocidos relámpagos carmesíes que, este último era un fenómeno que Lima nunca había experimentado y fue lo suficiente para que la tasa de mortalidad sea excesiva.

Nadie sabe cómo no se tomó en cuenta que algo así iba a ocurrir, la tecnología había avanzado bastante para alertar hasta a los más preparados rescatistas, pero ni eso pasó, todo fue en un parpadeo, un día de completa oscuridad que obligó a su gente con la ayuda de su gobierno a emigrar a Cusco.

Y ahora, en el año 2089 los habitantes de la nueva capital con optimismo y la vibra positiva, trataban de afrontar ese fatídico momento. Aunque no era nada fácil, pero si querían salir adelante tenían que seguir con sus vidas.

Enfocándonos en nuestro actual escenario: las lámparas de los parques ya estaban a punto de encenderse, las fuentes de agua daban alegría a los niños que jugaban cerca del chapoteo y los focos de los semáforos alumbraban al peatón que caminaba en su tranquila autopista. A pocas horas para que el cielo oscurezca y sus luces decoren la ciudadela; había un sitio que resaltaba mucho por su extenso territorio en el norte de ese lugar.

Cerca de la fortaleza de Sacsayhuamán, en los terrenos donde había abundante vegetación y elevada tierra, en el interior existía un ancho edificio carmesí de tres pisos cuya arquitectura tenía diseño virreinal, algo común, pero su función era de admirar, ya que sus habitantes visitaban ese lugar seis días a la semana, y eso era porque es el más grande, nuevo y moderno museo de la capital.

Frente a la escalonada entrada principal había tres personas, uno de ellos daba invitación a los dos que lo seguían; un hombre y una mujer, estos observaban por un rato el emblema del museo que estaba por encima de esas dos grandes puertas de madera; un cóndor carmesí y dorado de cuatro alas que tenía unas palabras talladas debajo de su imagen que decía: 'Nina Kuntur'.

Aunque en lo más alto de esa misma casona, por la azotea; había alguien que estaba recostado en el suelo con las manos en su nuca y un cuaderno encima de su rostro que se caía poco a poco revelando a un joven de piel trigueña con un despeinado cabello oscuro. Mientras dormía, se escuchaba una perilla girar. En estos momentos el muchacho ignoraba que tenía visita, ya que al abrirse la metálica puerta; ingresa una linda y uniformada señorita que trataba de buscar a alguien, pero al encontrarlo, la joven botó un leve suspiro al acercarse a él.

—Oye Elías, despierta —ella tenía un folder plastificado en su mano izquierda y con una esquina, se agacha para picarle suavemente la cabeza al somnoliento muchacho, pero al ver que no reaccionaba; eleva su voz—. ¡Elías!

La hermosa chica que vestía de etiqueta juvenil, tenía un largo cabello pelirrojo decorado de una cinta blanca con costuras floreadas, unos llamativos ojos rubí y una fina piel cremosa que junto a su curvilínea figura; irradiaba belleza mezclada con elegancia.

El joven llamado Elías, revela lentamente sus ojos pardos y dio un gran bostezo cuando este aún seguía echado mirando el colorido cielo. Después se desvió en la chica que estaba de cuclillas en su lado derecho y le dice su nombre.

—Luna... ya voy —se estira las cuatro extremidades y después; mueve su brazo diestro deslizándolo sobre el suelo para tratar de buscar una pertenencia suya.

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