02. El cóndor ígneo

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Después de darles esa explicación; Max y Marisol aún se mostraban tensos, el joven guía al percatarse, se acerca a ellos para dar una sugerencia.

—Me preguntaba si, ¿quisieran acompañarme a un último recorrido, antes de que lleguen los maestros? Será interesante se los prometo.

Convencidos de su actitud servicial, acompañaron a Elías, ya estaban por subir en las escaleras y Max, vio a su amiga y se comunicó telepáticamente con ella.

«Este parece un buen lugar ¿no lo crees Marisol? No creo que los terroristas nos atrapen por aquí, ya estamos muy lejos».

Pero Marisol tenía la mirada pérdida, algo le incomodaba.

«¿Se puede saber que te pasa? O ¿no te convence este sitio?».

«No Max, no es eso. Siento que olvido algo y por más que trato, no me acuerdo si es algo de aquí o sobre nuestras familias».

Ya estaban pisando el balcón que conecta con el mural del centro y es ahí que Marisol se adelanta a unos pasos para hablar con Elías.

—Oye, es cierto, no nos hablaste sobre la tercera imagen, ¡esta! —levantó su mano derecha y con su dedo índice, apuntó al mural central.

—Ah, esa —lo dijo con un tono desinteresado—. Es Viracocha, Dios primordial de la civilización andina, un poderoso héroe que paraba en peregrinaje, incluso en las ruinas de Tiahuanaco donde le guardaban culto, existen unas escrituras cuneiformes tallados en cerámicas con forma de vasijas o vasos de tierra.

—¿Escrituras cuneiformes? E-eso no lo sabía... eso quiere decir.

—Así es Marisol, quiere decir que este Dios; tiene orígenes en la lejana Mesopotamia.

Después de esa explicación, siguieron subiendo ahora por las escaleras que iban por el tercer piso, cuando Marisol se puso a un lado de Max, este siguió usando su telepatía.

«Que pregunta más rara has hecho, ¿de verdad no lo sabías?».

«¡Claro que sí, tonto! Pero ya te dije que algo me inquieta y creí que con hacer esa pregunta volvería a recordar ese 'algo' cuando empezamos el recorrido».

«Pues no eres la única, solo relájate que posiblemente lo recuerdes después».

No le quedó de otra que acceder y los tres se fueron a pisos superiores.

Con la sala ahora abandonada, los pasos que antes se escuchaban de manera apresurada; volvieron a sonar, pero en el pasadizo del lado izquierdo y en modo lento. Se podía notar una oscura silueta masculina salir de ella, era una persona de alta estatura y su cabello era completamente blanco.

Aún no se podía visualizar su rostro, ya que se mantenía oculto mirando cautelosamente las cámaras de vigilancia deteniéndose bajo una sombra, esa persona hace una sonrisa y saca una máscara rojiza, de ahí cubrió su cuerpo con unas largas telas negras. El misterioso sujeto saco un pequeño audífono, lo acercó a su mascara que era una imagen demoníaca de Supay; dios del inframundo inca. Y con un visible vapor que salía de esa boca colmilluda, se propuso a hablar.

—Los dos objetivos están aquí, preparen todo su arsenal si es posible —lo que se escuchó de ese enmascarado fue una voz gutural, algo que parecía provenir del mismísimo averno o de una pesadilla—. Repito: los dos objetivos están aquí, espero que cumplan su parte.

De sus ropas oscuras, cubrió su cabeza con una capucha y cuando caminaba lentamente en la sala, miro el mural del Dios Viracocha esperando a que alguien le responda.

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