CAPÍTULO DIECIOCHO: DESESPERADO POR ESTAR A TU LADO

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—Nuestro concepto este mes es; La belleza de cada persona radica desde la aceptación de cada línea, de cada marca y cicatriz que lo ha hecho superar. La belleza de una persona va desde las sonrisas torcidas, los ojos oscuros, la piel negra, desde las patillas que te muestran una vida larga en sus manos y un corazón que late por ser amado. Y con eso tenemos como inició el cuadro de la pintora Alondra R, que abrirá las puertas a Septiembre.

Alondra sonrió y lentamente quitó la sábana blanca dejando a la vista el cuadro, Caro se sorprendió al ver los colores que había utilizado, pero aún más lo que había capturado, una foto que ella no había tomado. Recuerda ese momento, ella estaba con la cámara y Lucio frente a ella, los brazos cruzado dejando la vista los tatuajes, riéndose; los ojos achinados por el sol, marcándose cada línea, atrás estaba Mario y Pablo, también riéndose a carcajada por un chiste malo que ella contó.

El color de su piel brillaba, Alondra había utilizado cinco colores para su piel, había hecho que las manchas en su piel fueran las primeras en llamar la atención pero no de una manera desagradable, al contrario; un deleite. Sus ojos apenas se veían, pero ahí estaban, con pequeñas manchas blancas donde ella creía verse reflejada, porque en ese momento Lucio la miraba.

Las líneas de su rostro tenían un color amarillo bajo mezclado con un rojo cadmio, Alondra sonrió y luego Luz mostró más fotos, muchas que ella había tomado sin siquiera darse cuenta o mejor dicho; sin tenerlo preparado. Admiró las de blanco y negro, cada una donde el blanco predominaba con fuerza o el negro, la edición de cada foto era tan perfecta que parecía un cuadro.

Ella dejó los brazos al ver la foto del centro, la que cubriría dos páginas completas donde Luz había continuado su escrito, pero ni siquiera la escuchó, ella miró la fotografía que había tomado. Donde Mario estaba inclinado, su cabello cayendo en su frente y él quitándose, los labios arrugados, la barriga mostrándose, aunque de pie casi no se notaba. Un Pablo con las manos manchadas, el rostro sudado y un Lucio serio, canclillas señalando donde debía colocarse cada ladrillo.

Pero fuera de eso, era lo que se reflejaba en aquellas fotos, que veía y sentía. Lo miró, y lo miró. Ese hombre era atractivo, lo sabía; pero no lo suficiente.

Salió de su ensoñación cuando alrededor empezaron aplaudir, Alondra se despidió inclinando su rostro mientras Marite se acercaba felicitándolas por su trabajo, por las fotografías y cada línea de Luz, aceptando así aquel mes. Era suyo y en poco tiempo estaría en manos de todos.

Sus ojos brillaron y Leo la abrazó con fuerza, riendo y diciendo que después de eso su nombre se escucharía con fuerza, porque ella era una gran fotógrafa, porque pertenecía a una de las revistas más famosas e importantes del país, y de ese mundo.

A las dos de la tarde salió, había quedado en aquel restaurante que estaba cerca del trabajo, León, Alondra, GianLuca y Baptisto estarían ahí, esperándola. Se dio prisa, sabiendo que los muchachos ya sabían las buenas nuevas, había escuchado a Luz llamarlos con que entusiasmo.

Avanzó con una sonrisa en los labios y los vio, los tres sonriendo mientras avanzaba, Lucio con un gorro negro cubriendo sus ojos, con una playera amarrilla y el chaleco que usaban ellos. Quiso pasar de largo pero Mario la vio, Pablo la felicitó y ella solo pudo decirles que era un trabajo en conjunto.

—Ustedes son las estrellas, muchachos —Caro sonrió y Lucio la observó, también la felicitó, cuando quiso avanzar, recalcando que iba tarde; él la detuvo.

—Salgamos, amor, celebremos —los ojos brillaron de él, una sonrisa curvó sus labios y ella casi se golpea por lo que eso ocasionó.

—Será después, mis amigos me esperan.

— ¿Qué pasa, cariño? ¿Estás molesta? —Lucio miró a sus amigos pero ellos estaban trabajando, Caro soltó el aire contenido y vio hacia el restaurante, dos cuadras y estaría libre de las garras de aquel hombre—. ¿Caro?

— ¿Qué pasó? Dímelo tú, te llamé y en la última sesión solo faltaste, interponiéndote en mi trabajo, cuando tú y yo firmamos un contrato —masculló la muchacha y cuando él se iba a disculpar, ella lo calló—. No, no voy a escucharte, Lucio. Estás aquí y no trabajando con otro grupo, supera tus traumas, amigo.

— ¡Caro! —Baptisto se acercó, demasiado serio para su gusto, estaba segura que al ver que se había retrasado, la había venido a buscar. Lucio lo miró con recelo, y Baptisto le devolvió la mirada—. Vamos nena, te estamos esperando.

—Caro, amor, hablemos.

— ¿Amor? —Baptisto sonrió con burla y eso a Lucio no le gustó. Caro envolvió su mano en el brazo del italiano, éste apretó los labios al ver que la chica lo alejaba—. Debes ganarte el poder para llamarla así, amigo.

— ¿Y tú lo has hecho? —Tanto Mario como Pablo se acercaron colocándose atrás de Lucio, conociendo como era su amigo—. Dejar de mear alrededor de ella como si fuera tuya, Caro no es un objeto.

Aquello hizo enfurecer al italiano pero Caro se interpuso.

—Muchachos, los veré después. Vamos, Baptisto —el italiano miró al hombre pero Caro tiró de él, alejándolo de ahí, pero todo el camino lo escuchó quejarse, y luego su celular sonar.

Lucio 4:20 pm

Vamos hablar, amor. Esto no ha terminado.

Aquí terminamos el maratón, espero les haya gustado.

Besos y abrazos. 

 

 

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UNA CERVEZA Y ALGO MÁS (II)Where stories live. Discover now