ARGUMENTO
En un vuelco tu espacio personal que tanto aprecias, cuál se está "seguro", suele condicionar. A veces, hasta puede volverte ciego e incluso escéptico. Como a Candela Long, que ve la ciencia tan legítima sin encontrarse hechos casuales en...
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—No lo voy a llamar, es absurdo —murmuro mientras lucho con la bicicleta, también llevando la reprimenda de Melissa a mi lado.
—¿No lo harás? ¿Cuántas veces te lo tengo que explicar? —respondo rápidamente.
Antes de que diga algo sin sentido. Digo.
—No más discusión. No voy a invitar a Marlow a la fiesta, y no he dicho que no lo llamaré, sino que no lo haré, por eso —sermoneo al instante que suelto la bici para tocar la puerta de la librería.
Estoy con prisa, y no sé por qué, okay, no soy yo la que llega tarde a su trabajo.
Cuando entramos, escucho el cuchicheo reprobatorio de mi amiga. Ha estado discutiendo conmigo todo el camino.
—¡Hola, chicas! Despacito que estamos vacíos. No hay prisa.
—Ja —solo le respondo a Kevin, pero Melissa no deja de hablar.
—Mira, Rubio, qué funcional estás hoy.
—Mely.
Mamá aparece detrás del flacucho con cara de Grinch y amonesta a la castaña, aunque esta le sonríe en silencio. Luego, habla en voz baja sobre colocar su uniforme y la veo dirigirse hacia los vestidores.
—¡Qué bruja! —Trepo sobre un taburete para besar la mejilla de mamá, y ella me recibió con agrado.
—¿Bruja? Tu amiga, preciosa, ha llegado tarde innumerables veces. Apenas han contado la mitad del año, imagina las veces que llegó tarde en el pasado.
—Pff —solo le respondo mientras descanso mi barbilla en mi mano.
—Cande, ¿tienes algo que hacer o te irás a casa? —frunció el ceño.
—No, ya he estudiado con Adams. ¿Por qué lo preguntas?
—Voy a salir un momento. ¿Podrías esperar hasta que regrese?
—Sí, claro —mamá sonríe mientras toma su bolso.
—Genial. Regresaré en... —echa un vistazo al reloj a sus espaldas—. En una hora, no más —asiento mientras la veo salir por la puerta, arreglada como si fuera a algún lugar importante.
—Está hecha un camión —me atraganto con la voz detrás de mí.
Al girar, veo a Kev sonriendo como un tiburón, y noto un pequeño hilo de saliva en la comisura de sus labios.
—¿No eras gay? —me mira con las cejas levantadas y luego suelta una carcajada.
—No, mi amor, yo amo todo. Amor para todos y todas —confiesa de manera sugerente y en voz alta.
—Iugh. Por favor, eso ha sido muy desubicado y grotesco —trato de evitar el pensamiento de Kevin y mamá mientras masajeo mis sienes, y él inclina su cabeza y sube y baja las pestañas descaradamente. Con urgencia, le digo que voy a ir a la fuente y escapo sin más.
