—¿Qué hace un plato abandonado en el pasillo? —pregunta aquella voz que menos esperaba escuchar—. No es por criticar tus costumbres pero...

Él avanza tímidamente hacia mí, arrastrando los pies. Es difícil verlo con claridad a través del vidrio, pero su cabello pelirrojo brilla intensamente. Parpadeo horrorizado, deseando que se vaya antes de que note cómo me encuentro. Ya era complicado imaginar explicarle lo ocurrido a mi mejor amiga, esto es mil veces peor.

—Vete —suelto con rigidez.

—Acabo de llegar —musita visiblemente nervioso—. Entiendo tu enojo, fui un completo idiota y estoy aquí para disculparme.

—¿Qué? —Cruzo ambos brazos—. No tienes que disculparte por nada.

Debe irse, me siento incómodo.

—Merecías que te escuchara, pero solo te ataqué con reproches. —Mira hacia la pared, mordiéndose el labio inferior—. Lo siento mucho, Dominik.

—Es mi culpa —susurro.

Él ve lo que le permito, sería estúpido continuar negándolo: cualquiera pensaría que estoy en una relación abusiva. Pero Fred ignora quién es el verdadero abusador, desconoce que está frente a un chico capaz de descuartizar animales indefensos. Quizás haya cambiado, mis recuerdos bloqueados evitaron que me convirtiera en Patrick, mas el daño creó grietas que perduran hasta hoy.

—No debí dejarme cegar por los celos, actué impulsivamente y preferí creer que eras abusado, antes que aceptar tu rechazo —habla determinado—. Por mi culpa estás faltando al instituto cuando jamás lo haces, has ido incluso con fiebre. No quiero que pierdas clases, ni que estemos mal.

—No estoy faltando por ti. —Clavo las uñas contra mis brazos.

—¿Entonces por qué hace una semana que no vas? —cuestiona acercándose, acto que me pone nervioso—. Y lo más preocupante es que Miller tampoco va.

—¿Cómo lo sabes? —Trago saliva.

—No siento miradas amenazantes sobre mí en los pasillos. —Se encoge de hombros—. ¿Vives con él y no te diste cuenta?

—Se fue —murmuro.

—¿Para siempre? —pregunta esperanzado.

—No. —Aprieto los dientes.

No lo sé.

Aaron parecía tan desorientado cuando desapareció, había algo extraño. Yo estaba regresando a nuestra habitación, todavía tenso y defensivo. Pude darme un baño largo, pero nada consiguió aliviar mis extremidades adoloridas. Ni siquiera soportaba verme sobre el reflejo del agua, todas aquellas marcas... Sentía asco. Lo más repulsivo es que la mayoría no eran de Aaron, se mezclaban con las de Patrick. Tal vez estuve horas allí, quién sabe. Cuando salí solo quise dirigirme a la cama, y en el camino mis ojos cayeron encima de una temblorosa figura que se escondía bajo extensas sábanas.

Él estaba llorando.

Y yo lo ignoré.

Al despertar se había ido, dejando su cama tendida.

—¿Estás bien? —la voz de Fred se escucha lejana.

—No, Fred —susurro—. Estoy furioso.

Aaron Miller nunca tiende su cama.

¿Y si realmente se fue?

Mientras sufro por nuestra maldita pelea, él decide irse como si nada hubiese pasado. Entonces solo ignorará lo ocurrido, será indiferente. Y odio tanto la indiferencia, odio que no se haya disculpado. Yo sí fui capaz de disculparme por haberla jodido, incluso sabiendo que él nunca podría perdonarme.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now