II

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La noche había caído ya sobre la ciudad con su manto oscuro y las luces de los clubs nocturnos se habían encendido, brillando e invitando a entrar en ellos. Medusa se hallaba sola, sentada en la barra de uno de aquellos locales, con un cocktail delante recién servido que aún no había tocado, mientras jugaba distraídamente con su dedo índice sobre el borde de la copa extrayendo notas musicales al cristal. Ese día se hallaba particularmente deprimida, y el ambiente a su alrededor no hacía más que ponerla de peor humor.

La causa de su malestar era que habían pasado ya 4 meses desde su última "escapada", de la que había vuelto con las manos vacías, y tal parecía que iba a pasar mucho tiempo antes de que pudiera seguir la pista a algún nuevo tesoro perdido. Ya había revisado todos los manuscritos de la biblioteca de la universidad que habían caído en sus manos, y Evelyn no había podido darle noticias de que se estuviera trabajando en ninguna nueva transcripción.

Frustrante.

La orquesta había comenzado a tocar una triste melodia, y Medusa miró a la cantante que se acercaba al micrófono en el centro del escenario. Todo en ella mostraba melancolía, en sus movimientos y en los suspiros que escapaban de sus labios. Era lo que la faltaba, escuchar una canción sobre algún amor roto o sueños que se estrellan contra el suelo y son aplastados por la realidad. Era mejor marcharse a casa.

Medusa jugó unos momentos más con la copa antes de dar un largo sorbo a la bebida y disponerse a marcharse, cuando habló una voz masculina a su lado.

- Siempre he considerado que es una habilidad hermosa... - Medusa giró la cabeza y miró al hombre que se había sentado en el taburete cercano y que la había hablado - Ser capaz de crear música con tan solo una copa.

- Es más fácil cuando el cristal es fino. - respondió la mujer con un breve encogimiento de sus hombros.

Medusa miró a aquel hombre. Era de estatura baja, pelo castaño rizado, gafas redondas y largos dientes delanteros que le recordaron a un roedor. No vio que hubiese ninguna chica cerca, y se fijó que no llevaba anillo de casado, por lo que seguramente o era un soltero o un divorciado en busca de una noche animada. Cualquier otro día quizás hubiera tonteado un poco con él, puede que incluso hubiera tomado un par de copas... Pero realmente no tenía ganas de andar con ese tipo de juegos tontos. Girando la cabeza, terminó la bebida que quedaba y tomando su bolso, se levantó del asiento.

- ¿Ya se marcha? Esperaba poder tener una conversación con usted...

- No creo que tengamos mucho que hablar usted y yo. - dijo mientras dabas unos pasos hacia la salida - Un placer señor...

- Snoops, Laurence Snoops, humilde cartógrafo a su disposición.

- Oh, usted es ese tipo que me dijo Evelyn. ¿Es que acaso me está persiguiendo?

- Es usted una mujer difícil de localizar, así que no he tenido más remedio que averiguar los lugares que frecuenta en su tiempo libre...

- Eso se considera acoso, señor mío. Le sugiero que se mantenga alejado de mí, antes de que se meta en problemas con la justicia. Buenas noches.

Sin darle tiempo a hablar, Medusa tomó su bolso y con grandes zancadas salió a la calle. El aire frío de la noche la golpeó en el rostro, haciendo que se estremeciese un poco por el cambio de temperatura, además de que sus pies se mojaron pues el suelo estaba empapado, lo que denotaba que además había llovido durante el tiempo que estuvo dentro del local. Exigió al portero de la entrada que llamase a un taxi para ella, y se estaba preparando para esperar a que llegase cuando oyó que Snoops salía también en pos de ella.

Soltó una maldición entre dientes, antes de comenzó a andar a paso rápido calle abajo. ¿Es que no se iba a librar de ese sujeto ridículo?

- ¡Señorita, por favor, le ruego me espere! - la llamó el pobre hombre, mientras con sus cortas piernas intentaba alcanzarla.

Corazón EndurecidoWhere stories live. Discover now