-por supuesto, señorita Collins. Ya mismo le mando una.

-gracias-. Colgué.

A los tres minutos sonó el citófono.

-¿sí?

-señorita, ya va a subir su ayudante.

-gracias Patrick.

-es un gusto.

Al poco tiempo de colgar, mi timbre sonó.

-Dios santo-. Dijo al verme. Reí alto.

-antidepresivos-. Dijo Ro detrás.

-entiendo-. Se asomó a ver la casa.

Entró y comenzó a limpiar.

Ro y yo fuimos a bañarnos y al bajar casi una hora después, todo estaba limpio y oliendo a lavanda.

-¿Cuánto es su pago?-. Le dije para saber cuánto seria su doble pago.

-$50 dólares por todo el lugar, pero sólo fue la concina…

-no se preocupe. Le daremos $100.

-gracias señorita.

-Gracias a usted.

Se marchó.

-¿Qué hacemos ahora?-. Preguntó mi hermosa rubia.

-no tengo idea-. Estábamos en pijamas.

-¿pedimos comida?-. Me sonrió.

-pizza.

-hecho. Yo llamo.

-vale. El directorio está al lado del teléfono-. Asintió.

Media hora después, la pizza llegó.

-deliciosa-. Dije saboreando.

-muy buna. Hecha por expertos.

-necesitamos una muy dura dosis de gimnasio. Nos estamos pasando-. Ella lo sabía.

-lo sé y tengo un plan para solucionarlo.

-ilumíname, muñeca-. Le guiñé un ojo.

-vamos a un gimnasio nocturno que vi en internet. Ahora-. Sonrió entusiasmada.

-¿Qué? No. Estás loca.

-sí, Blake, por favor. Mira si haces X cantidad de ejercicios, te premian con hombres. Es para mayores, por eso es nocturno-. Ro estaba loca. Había visto esos sitios en internet. Hombres y mujeres hasta se desnudaban como premio a las ganadoras o ganadores. Los clientes amaban eso.

-bien-. Dije

-síííííí-. Gritó

-llamaré a mamá-. Dije tomando mi celular.

-tienes que prestarme ropa de gimnasio.

-toda la que quieras. Sube y saca para mí-. Así lo hizo.

-¿Blake?

-¿sí?

-ven a cambiarte-. Subí y me cambié. Mamá no contestaba. Sabía que esas reuniones no terminaban temprano porque después de su habladuría, terminaban en tragos y rumbas.

-mamá no contesta y no quiero salir sin que lo sepa-. Ro estaba llamando a su madre. Le contestaron y todo estuvo listo por su parte.

-vamos, intenta hasta que conteste.

Cinco minutos después, mamá me contestó.

-cariño, ¿todo bien?-. Sonó preocupada y agitada.

-no te imaginas lo bien. Sólo llamaba para avisarte que saldré con Ro.

-¿sí? Eso es bueno. ¿A dónde irán?- sonaba entusiasmada porque yo saldría.

-a un gimnasio nocturno.

-¿Qué coños es eso? Suena a sexo.

-emmm, mañana te explico.

-vale, cuídate mucho y cuida a Ro. ¿Blake?

-dime.

-¿hay hombres desnudos?-. Pasaron dos segundos.

-SIP-. Una risita salió del otro lado.

-no los toques, hija. Te lo digo en serio. Ni un brazo.

-nunca-. Aseguré.

-bien. Tenemos que ir juntas-. Reí.

-seria genial. Ya ve a tu fiesta. Me tengo que ir.

-chao-. Dijo-. Te amo, Blake-. Escuché a papá gritar.

-te amo papi-. Colgó.

-¿de desmadre?-. Preguntó Ro refiriéndose a mis padres.

-no lo dudes-. Contesté.

Conduje por donde me indicaba el GPS. Nos detuvimos en un semáforo y vimos a un grupo de jóvenes de más o menos nuestra edad haciendo bailes de ballet en un círculo creado con baldosas blancas. Estaba ubicado cerca al bar donde habíamos ido hacía un tiempo Cole, Andy, mi rubia y yo.

-se ve genial-. Dijo Ro.

-mucho-. Contesté avanzando cuando el semáforo estuvo en verde. 

-¿lo extrañas?-. Me dijo de repente.

-como no imaginas-. Le dije sincera. Me sonrió triste.

-no hablaremos de eso ahora, ¿no?

-no-. Dijo recomponiendo su habitual entusiasmo.

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