Prólogo

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Esteban

8 años atrás

El dolor que se había estado acumulando las últimas semanas, amenazaba con romperme, mientras caminaba hacia el apartamento donde Hebe, Macarena y Alejandro vivirían. Con cada paso que daba en la acera, bajo el sol abrasador de un verano que no quería terminar, era acercarme más hacia el final de todo con Hebe.

La bilis trepaba por mi garganta y estaba seguro de que, si hubiese ingerido algo durante el día, saldría como vomito que pintaría la acera gris bajo mis zapatillas.

No había logrado encontrar un momento adecuado para decirle todo lo que me había estado guardando desde el accidente que la tuvo hospitalizada, pero ahora ya no había tiempo. Había intentado alargar lo más posible esa conversación porque sabía que, en cuanto todo estuviese dicho, lo que tenía con Hebe se terminaría.

Y lo comprendía.

Sin embargo, eso no hacía que doliese menos.

Pasando mi mano por mi mentón sin afeitar, mi mente rememoró la conversación que había tenido con mi padre, como lo había hecho tanto últimamente.

Su confesión de que aún amaba a Verónica y todo lo que sucedió después. Sabía que, aún a pesar de todo lo que había hecho, él aún quería que ella fuese tratada y, por cómo terminó en su último lugar de tratamiento, conocía demasiado bien a papá para saber que buscaría lo mejor de lo mejor para ella.

Y eso significaba que él viajaría para estar cerca y, por consiguiente, Mia también le acompañaría.

Eso terminaría en desastre de tantas formas.

Mi hermana se iría con él solo para hacerlo feliz, no porque realmente quisiese hacerlo, y sabía que quedarse con la abuela no era una opción. No solo tendría que darle la custodia, para evitarse cualquier problema legal, sino también estaba el hecho que mi abuela cada vez envejecía más y, ante cualquier problema, yo sería la única persona cercana para cuidar de Mia.

Y, por mucho que me doliese, no estaba calificado para llevar a cabo esa tarea.

Sin dejar de lado que Verónica aún odiaba a Mia por no ser la hija biológica de mi padre, que solo complicaba todo mucho más.

Así que, después de todo lo que padre había hecho por nosotros, supe que era mi momento de devolvérselo. Y también porque era lo mejor para todos.

Mia estaría con papá y la abuela, y sería criada con la tranquilidad de que Verónica no haría nada en su contra. Ella sería tratada con lo mejor que el dinero de mi papá podía pagar y esperaba que tuviese buenos resultados. No quería ver nuevamente el desastre que dejaba a su paso.

Y Hebe podría vivir su vida tranquila, sin todo el drama que había traído a su vida.

Solo esperaba que ella pudiese comprender.

Parando fuera del edifico de ladrillo, sentí los nervios apretarse con demasiada fuerza en mi interior que tuve que tomar respiraciones profundas antes de entrar. Elegí las escaleras para llegar al piso de Hebe, alargando lo más posible la conversación, y, con cada paso que daba, sentí el sudor perlar mi frente y mi espalda.

Más pronto de lo que me hubiese gustado estuve fuera de su puerta y con mi mano temblando, golpeé con mis nudillos la madera. Los segundos se plasmaban en mi mente, mientras esperaba en un cúmulo de nervios y dolor y, cuando estuve listo para tocar nuevamente, la puerta se abrió.

Y cada pensamiento solo voló de mi cerebro.

Frente a mí estaba Hebe. Su cabello caía alrededor de su rostro en ondas rizadas, y llevaba una camiseta grande y pantalones cortos. No traía una gota de maquillaje y podía ver el cansancio bajo sus ojos, sin embargo, nunca había visto nada más hermoso que ella.

Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora