[03: Heal]

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-Sí, por favor, dile que recoja mi auto, sí, se encuentra en la parte trasera de la casa, y que tenga cuidado -Nakiri Erina suspiró mezcla de cansancio y dolor al escuchar a su prima al otro lado de la línea, reprendiéndole por su descuido-. Avísame cuando lo tengas en casa, gracias -y colgó sin más.

Dejó el móvil a su lado y acarició su cuello, intentando ignorar el ardiente escozor de la quemadura en su pierna. Justo el día que usaba falda.

Alzó la mirada y encontró a Yukihira Sōma mirarle con intensidad a través del espejo retrovisor.

-¿Ve algo que le guste, señor detective? -Se burló, aunque las líneas alrededor de sus ojos se mantuvieron tensas.

Él no respondió, más bien, detuvo el auto en el semáforo y se inclino hacia el cajón de su tablero, sacando libretas, lapiceros, municiones y un pequeño spray que agitó y luego le pasó sin más.

Erina lo examinó cuidadosamente mientras él volvía a meter todo en el cajón y ponía el auto en marcha.

-Es un coagulante -murmuró él, sin mirarla -ayudará a enfriar la herida y que te duela menos -ella alzó una ceja y Sōma captó el brillo en su mirada a través del espejo.

-¿Estás preocupado por mi? -Preguntó, sacándose la chaqueta color beige y dejándola doblada en el asiento, para subir su pierna sobre la misma.

-Sería poco ético que un policía no cuide de un sospechoso -replicó él con frialdad. Podía ver como la falda se alzaba un poco más debido a que ella apoyaba parcialmente su peso en su otra pierna para mayor comodidad. El cabello rubio sujetó en un moño desordenado sobre su cabeza permitía que mechones se mantuvieran libremente bailando en la base de su cuello y sienes.

-Tú excusa se esta oxidando, Yukihira -vio como ella mordía la esquina de su labio inferior en un intento de acallar el dolor inicial que sintió al colocarse el spray en la herida.

-Es la verdad, Nakiri -jamás le admitiría lo contrario, ingresó al parqueo subterráneo para luego dejar su auto parqueado en su punto usual.

-¿Eso te ayuda a dormir por las noches? -La escuchó decirle, con aquella voz baja y sinuosa. Se volvió en su asiento, sus miradas encontrándose en la penumbra.

-¿Te ayuda a ti a dormir saber que cometes delitos y te cubres detrás de tu apellido? -Soltó él con aspereza.

-Eso fue bajo -bufó ella, dejándose caer de espaldas en el asiento, cubriendo su frente con el dorso de su mano-. Pero yo también tengo mis motivos por las que hago estas cosas.

Su voz fue clara como el cristal, y así mismo punzante, lo que le hizo removerse incómodo.

-Lo que digas, vamos a limpiarte esa herida y vendarla -abrió la puerta del conductor y salió en un movimiento fluido, cerrando la misma tras de sí para abrir la de atrás.

-¿Vas a cuidarme dulcemente? -Erina apartó la mano de su frente y le miró, pícara.

Él decidió no responder y sólo se inclino para tomar las cosas que había tomado de la casa de Inui del suelo junto con el libro que ella había tomado, dejándolos sobre el techo del auto.

Erina chasqueó la lengua, sentándose, aquél hombre podía ser tan divertido como un convento de monjas en misa cuando se lo proponía.

-Te voy a cargar y quiero que por favor lleves estas cosas en tus brazos -le colocó lo que había tomado antes en el regazo y la cargo como princesa una vez más, cuidando de que no se golpeará la cabeza.

Ambos olían a humo y tenían ligeras manchas de tizne en sus rostros y ropas. Erina se permitió inhalar la fragancia masculina que sobresalía aún por encima del olor a humo cuando él la aferró más a sí mientras caminaba hasta el ascensor que les llevaría hasta su piso.

«Our Encounter» SeriesWhere stories live. Discover now