—Hace varios meses que no vivimos juntos.—anunció.

—¿Qué?—susurró.

—Estaba tan enfadado porque no me dijo que Yenny estaba embarazada cuando se alejó de mi, por no decirme que tenía un hijo que decidí tomarme un tiempo.—inquirió débilmente.

—Se divorciaron…—murmuró la chica.

—No realmente; simplemente ya no vivimos juntos.—Danna asintió lentamente como si acabase de comprender absolutamente todo.

—Y papá…no te odio; simplemente no me gustó la manera en la que hiciste las cosas pero bueno; dicen que todos los seres humanos cometemos errores…—anunció sin dejar de mirarlo.

La puerta se abrió suavemente y un Erick recién duchado apareció delante de ellos: los miró un momento y luego apartó la mirada.—Ay, lo siento. No sabía que tenías visita. Puedo volver a entrar más tarde, mientras iré a ver a Aitana…

—Erick, espera.—lo llamó el hombre cuando lo vio hacer amago de marcharse. El ojiverde frenó sus pasos y se giró para mirarlo.—Quería pedirte una disculpa…

—¿Una disculpa a mi?—repitió.

—Si. Es que todo lo que me importaba era mi empresa y que hicieras el trabajo bien que fui prepotente, grosero y una mala persona: te humillé y no te lo merecías…—Erick negó lentamente.

—Eso ya no importa.

—Ahora sé que Danna no pudo haber encontrado un hombre mejor para formar una familia como la que acaban de formar; tienen una hija que seguramente es bellísima y que es el fruto de una ferviente lucha como la que tuvieron que pasar para consolidar su amor.—Erick se quedó en completo silencio contemplándolo fijamente mientras Danna permanecía observándolos a ambos.

Su cerebro no terminaba de comprender que era lo que había pasado para que Renato Francis estuviese actuando de esa manera y le estuviese diciendo eso. De cualquier manera el hombre parecía arrepentido; él lo podía ver en sus ojos.

—Gracias.—comenzó.—Y no te preocupes por nada de lo que pasó; está olvidado.—llevó sus ojos hasta la castaña sobre la camilla y le ofreció una pequeña sonrisa.—¿Quieres conocer a Aitana?—añadió Erick y  él automáticamente asintió.

—Me encantaría.—respondió.

—Sígueme entonces...

(…)

Seis meses después…

—Hola.—Saludó Erick entrando a la habitación. Danna sentada desde la cama con la niña entre sus brazos le obsequió una pequeña sonrisa.  El pelinegro se acercó a ella para depositar un pequeño beso sobre sus labios antes de tomar asiento a su lado y tomar a la niña de sus brazos.—¿Estás lista?

—Ya casi.—respondió. Erick asintió lentamente y le obsequió una débil sonrisa antes de volver a llevar su  atención a su pequeña hija que lo observaba fijamente con sus lindos ojos verdes.—¿Estás nervioso…?

Él la miró un segundo y se rio en voz baja dejando un beso sobre la frente de la pequeña.—Tener un suegro siempre es motivo de nervios.—inquirió lentamente.—Ahora imagínate tener dos.

Danna se echó a reír de inmediato y negó lentamente.—¿De verdad estás nervioso por eso?—Erick asintió.—Mi amor…te llevas bien con mi papá. Con mis papás quiero decir, Renato todavía está a prueba pero lo está haciendo bien...—se corrigió de inmediato.

—Supongo que eso debería ser un motivo para tener más confianza pero lo cierto es que no puedo controlarlo.—anunció y Danna le sonrió.

—Bueno…si te sirve de algo: recuerda que no importa lo que digan cualquiera de los dos; soy lo suficientemente mayor como para saber que quiero unir mi vida a la tuya y seguir juntos por el resto de nuestras vidas…sin importar si mis padres lo aprueban o no…—Erick se echó a reír en voz baja y volvió a besar la mejilla de la niña.

¿Sera porque te amo?||Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora