Capítulo 2: Por favor.

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Más de una vez me he sentido rara por mi obsesión con el peligro, con el sentimiento, con la adrenalina. E incluso hace unos años me sentí mal conmigo misma por eso. Sabía que hacía mal y que dolería, y también que era imposible tener algo con quien no quiere nada y no tiene futuro. Pero... una parte de mi lo necesitaba a menudo. Esa oscuridad tan atrayente que rodea a algunas personas, el tipo de personas que sabes, desde kilómetros de distancia que alertan peligro; y aunque nadie te haya advertido, sabes, por naturaleza, que te harán mal. Bueno, espero que esas personas que alertan peligro sepan que yo alerto obsesión con personas que lo posean. Amo el peligro, lo roto, lo irreparable, las personas que te harán sufrir; y las necesito desde hace tiempo. Según yo, lo peor no es sentir dolor, sino sentir vacío. Con el dolor al menos te sientes humano, normal, sabes lo que hay detrás de esa fachada de felicidad que muestras, sin embargo, con vacío... uno nunca sabe lo que hay más allá de ese agujero negro que sentimos dentro, e incluso a algunos nos da miedo averiguarlo, porque tenemos miedo a encontrar aún más vacío, a averiguar que no tenemos nada y que no hay remedio. Cerré el cuaderno en el cual escribía tan concentradamente. Después de bastante tiempo, al fin me inspiré.

Esa obsesión por el miedo que escribí hace pocos minutos se hizo presente al momento en el cual salí de casa para dirigirme hacia la farmacia y me encontré con un chico de piel clara y cabello marrón justo al frente de donde lo había visto cavando anoche.

Si realmente existe un Dios, el chico va a ser igual de miope que yo y justo anoche habrá olvidado sus lentes, por lo que no me vio- pensé.

Hice como si nada, cerré la puerta con llave y comencé a caminar en dirección a la calle que iba hacia el centro de la ciudad. Sentí la mirada del chico a mis espaldas, aunque no me habló ni me siguió. Quizás no era él el que estaba cavando anoche, o quizá fue a asegurarse de que todo siga en orden y nadie abra la boca. Sea como sea, compré mis cosas y me quedé unos minutos sentada en la plaza principal a propósito, no quería volver a casa y encontrar a ese chico allí. Luego de unos minutos comencé a aburrirme y decidí volver, el chico no perderá su tiempo espiándome, además anoche prácticamente le dije en señas que no diría nada. Caminé hacia casa lento y me detuve a comprar otras cosas antes de llegar y toparme con la sorpresa de que no solamente el chico seguía ahí, sino también alguien dejó salir a Eli (mi perra) y ésta estaba ladrándole como si su vida dependiera de ello, él trataba de espantarla, pero Eli seguía firme. Gracias a eso tendría que hablarle y ser amable si no quiero terminar como lo que sea que enterró anoche, gracias hija.


—ELI—grité y la susodicha corrió hacia mi con toda la velocidad que su patas puedan alcanzar y saltó para que la cargue. Al hacerlo miré al chico-. Perdón- le di una pequeña sonrisa y retomé mi camino hacia la puerta de casa. Sonreirle, claro, intenta caerle bien al asesino para que tarde más en matarte Dayanara. Estupida. Cuando estaba a punto de abrir escucho su voz.

—Te vi anoche— se me heló la sangre y no pude identificar los sentimientos del chico. Es el mismo que enterró algo. Me voleé nerviosa.

—¿Eras tú? Lo siento, no veo sin mis lentes— miré cómo frunce el ceño ligeramente y me di cuenta de que no llevaba conmigo los anteojos, no se lo creyó— estoy usando lentes de contacto— aclaré tontamente.

—¿No viste nada? ¿Segura?— insistió presionándome.

—Vi que se movían, como si cavasen algo. Tú y alguien más, pero no logré identificar nada— el nerviosismo en mi voz se notó, aunque no tanto.

—Si llegas a decir algo...

—No lo haré. Como ya dije, no vi bien lo que pasó— de lo profundo de mi ser salió una pizca de valentía. ¡Ja! Como si no estuvieses por vomitar del miedo.

Querida Yo Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora