Era la rutina de los días, meses y años de la vida escolar de Anna. Las humillaciones y los insultos del padrastro los percibía de manera extraña, pero los soportó profunda y dolorosamente.
Cuando todo era atroz, Anna sentía una extraña alegría en los raros momentos de paz en la casa. La sobriedad de su padrastro la sacó del carro. Se sentía bien solo cuando todo se volvía espantoso.
No le gustaba la escuela, pero la enseñanza como proceso le interesaba mucho. Al darse cuenta de que no podía saltarse once años de servidumbre penal de la vida escolar, percibió la escuela como un refugio del ambiente solemne del hogar.
Pasaba los odiados minutos dibujando, componiendo poemas, soñando o holgazaneando sola porque en virtud, o mejor dicho, por debilidad de carácter, era muy tímida para hacer amigos y conocidos. Se sentía mucho mejor sola. Su imaginación compensó el sentimiento de marginación con el dulce laberinto de aventuras en los mundos que existían solo dentro de los límites etéreos de su alma solitaria.
Los días de escuela terminaron. Anna reunió las fuerzas que le quedaban y, en busca de curación, se mudó a otra ciudad para estudiar.
Pero lo que estaba por delante la asustó aún más que los sufrimientos juveniles dejados atrás.
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No Renunciar Al Amor Para Siempre
RomantikaCuando el corazón de Anna es destrozado por la traición, emprende un viaje para distraerse del dolor. Pero cuando conoce a dos apuestos pretendientes mientras viaja, debe decidir entre ellos y aprender a confiar en su corazón nuevamente para encontr...