UN ÚLTIMO BESO

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Era la última noche que pasaría en el campamento de entrenamiento que habían formado junto con los institutos Nekoma y Fukurodani.

Hinata no quería volver a casa, deseaba que aquel fin de semana hubiese durado más. Que se repitiera en bucle una y otra, y otra, y otra vez.

No sólo porque amaba el voleyball, y estar con jugadores tan increíbles como Kuroo Tetsurou y Bokuto Kotaro era una oportunidad maravillosa, que también.

Sino porque ahí se encontraba él.

 El que le hacía sentir de esa forma tan especial.

Como la noche del viernes y la del sábado, el pelirrojo se levantó a medianoche, actuando de la manera más sigilosa posible para no despertar a ninguno de sus compañeros, aunque había sido inteligente de haberse puesto al lado de Yamaguchi, ya que era literalmente una marmota y era hasta difícil de despertar. Caminó hacia la puerta (que yacía abierta) y salió al pasillo con un destino fijo: los vestuarios.

Aquella noche sería la última, mañana a las 7:00 am partirían hacia Miyagi para volver a Karasuno, así que no quería perder más tiempo del debido.

Caminó con rapideza y cautela, rezando para que no se le apareciera ningún jugador en medio del pasillo como sucedió la primera noche, que se topó con un Yaku medio sonámbulo que necesitaba ir al baño. El susto que se pegó fue monumental, y no le apetecía otra experiencia como esa.

 Giró al final del pasillo y divisó la puerta de los vestuarios medio abierta, con una pequeña luz que sobresalía de su abertura.

«Debe estar con el móvil » pensó Hinata, y sonrió para sus adentros.

Le echaría mucho de menos.

Adelantó unos cuantos pasos y abrió un pelín más la puerta, para meterse dentro de los ordenados vestuarios de tonos verdes y azules que no se podían admirar por la carencia de luz.

Ahí, gracias a la luna y a la pantallita del móvil, se encontró aquella melenita rubia tintada y esa mirada felina de color dorado.

-Buenas noches, Hinata.-le dijo Kenma con esa voz tranquila y cansada que tanto le caracterizaba.

Hinata sonrió y se sentó en el banquillo pegado a la pared, donde estaba el otro chico.

-¡Hola! ¿Te hice esperar mucho?-preguntó alegremente el pequeño del Karasuno, mirándole cálidamente.

Kenma se removió en su asiento ante esa mirada. «No quiero que te vayas » era lo único en lo que podía pensar.

-No...tranquilo...solo cinco minutos...

Se sonrojó al decirlo. El propio Kozume Kenma había movido sin ánimo de nadie su traserito a las doce de la noche para verse con otra persona.

Si Kuroo lo supiera no cagaría en una semana.*

Los dos se quedaron callados, sin saber qué decirse. Sin saber cómo mostrarse. Ambos estaban tristes porque no querían separarse, habían estado como...en un sueño ese fin de semana.

No era ningún secreto entre ellos, el hecho de que se gustaban.

Desde la primera vez, tanto Hinata como Kenma sintieron algo el uno por el otro. Y luego de un tiempo mensajeando, se dieron cuenta firmemente de lo que sentían.

El viernes fue el día de la confesión. Y el que tuvo las agallas fue Kenma, que lo citó también a las doce de la noche y le confesó sus sentimientos, robándose tanto a él como a Hinata, su primer beso. 

De ahí, también el sábado quedaron en los vestuarios, y compartieron tiernas caricias y besos que nunca, jamás, olvidaran, pensando que el último día nunca llegaría.

Que nunca tendrían que decirse un "hasta pronto". Como si se pudiesen quedar toda la vida en la oscuridad, dándose calidez e inocente amor.

Pero para alguien enamorado, un lapso de tiempo, da igual lo largo que sea, nunca es suficiente. 

Nunca. 

Siempre se quiere algo eterno, infinito, que el tiempo se quedase parado y los minutos se convirtiesen en horas, y las horas en días y que la cadena de tiempo se alargase hasta cruzar las puertas del espacio-tiempo donde vivimos. 

Hinata empezó a dar leves toquecitos de nerviosismo con su pie izquierdo. No sabía que hacer, su mente no estaba como la del viernes o la del sábado. Se había quedado en la mentalidad de que aquel sería el último momento que pasaría con Kenma; a saber hasta cuando.

Y el rubio tampoco es que estuviera mejor. Si es cierto que Kenma era una persona que pocas veces se dejaba llevar por el pánico, la euforia o el terror, pero la situación era más importante para el que un partido de voleyball o una partida de un videojuego muy difícil.

Porque estaba jugando en el maravilloso y pantanoso juego del amor. Incluso catalogado como amor a distancia. 

Un juego mucho más complejo e importante.

En un acto reflejo, Hinata le cogió la mano a Kenma, como si con ese gesto quisiese que el mayor escuchara todos sus «No te quiero perder » «Eres muy importante para mí » «Me haces sentir ¡Boom! ¡¡Rush!! ¡¡¡Woooo!!!».

Por suerte, Kenma era bueno leyendo a Hinata, y como respuesta pasó su brazo por la cintura del menor, haciendo que este se sentara en su regazo y empezaran un tierno y enorme abrazo. De esos en los que no quieres soltar por nada en el mundo a la otra persona. 

Los dos escondieron sus rostros en el cuello del otro, y olisquearon el aroma, como si quisieran aprendérselo de memoria, grabarlo y recordarlo cada vez que se echaran de menos.

-No quiero irme Kenma...-susurró el pequeño cerca de su oído, su voz se rompió a media frase y se tapó la cara con sus manos, intentando no llorar y sobretodo, que no le viera llorar. Añoraría besarle como lo besaba en esos vestuarios, lo añoraría tanto...

Kenma sintió como su corazón se partía al ver de esa manera a Hinata; apartándole las manos de su pálida carita, Kenma la acercó a la suya sintiendo como los ojos de ambos penetraban fuertemente la barrera de la estabilidad del otro. 

-Déjame...darte un último beso...-le susurró el rubio acariciándole la mejilla suavemente, como si se tratara de un objeto frágil.- déjame demostrar todo lo que te quiero hasta la próxima vez que nos veamos, Hinata.

El mencionado se secó las lagrimitas y cerró los ojos lentamente, como si el conjunto de la preparación del beso fuese lo que más había esperado en su vida. Kenma le acarició un poco más la mejilla y con las dos manos acercó un poco más su cara, pasando uno de sus fríos dedos por los carnosos y suaves labios de su acompañante. Poco a poco, el también se acercó, uniendo sus bocas en un largo y tierno beso donde los dos dejaron de pensar por un momento, en que aquel iba a ser el último luego de una larga temporada.

Solo había una frase que les taladraba la cabeza cada vez que uno movía los labios encima del otro.

« Te quiero»



Oye que bonito me quedó no? :')

Hacía mucho que quería escribir algo del KenHina pero nunca había momento, y pues esta noche he decidido darle rienda a la creatividad y he creado esta cosita, que aun ser pequeña me siento bastante orgullosa de como me ha quedado.

* cuando me refiero a "Kuro dejaría de cagar en una semana", me refiero a que estaría tan asombrado por ese hecho que no le saldría la caca, xd

Muchas gracias por leerlo.

Lisa^^

un último beso; kenhinaWhere stories live. Discover now