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Respiración.

Dentro. Fuera.

Ojos cerrados, dejándose guiar por el resto de sus sentidos. Las aves cantan, el río suena en algún lugar cercano y su corazón late con fuerza. Los rastros del asentamiento por el que ha viajado días enteros parecen estar cerca.

Su corazón late con fuerza, ante el miedo, la emoción. Hoseok no espera un recibimiento amigable, las personas nuevas no son siempre bienvenidas en los reinos extranjeros, él lo sabe, ha visto a cientos de personas morir por sospechas sin fundamento.

Si él lo hace, si su vida es tomada apenas ponga un pie en el lugar, bueno, no hay nada con lo que pueda defenderse; incluso si logra acercarse al palacio del rey sería una gran hazaña. Tienen motivos para desconfiar de él, deberían de hacerlo, después de todo, es su trabajo arrebatarle la vida al heredero del trono.

Los caballos se detienen y él baja de un salto de el propio mira sus ropas, tan inapropiadas como lucen en su figura musculosa, tela andrajosa y sucia por lo que parece una vida bastante difícil.

En esos jirones de tela no hay manera de que alguien sea capaz de adivinarlo, mira a su capitán de pie a su costado, con su armadura completa, y suspira antes de entregar las riendas de su caballo. No hay mediación de palabra, ya le ha sido entregada su misión.

Solo una mirada silenciosa, una despedida.

Hoseok los ve alejarse de vuelta por el mismo camino por él que han ido y él vuelve a mirar su ropa andrajosa antes de comenzar a caminar, como un desvalido en dirección al reino. Su historia ya había sido planificada de principio a fin.

Entraría al pueblo como un pordiosero moribundo en busca de cobijo, alguna familia le daría asilo por un tiempo y él tendría que arreglárselas para ser admitido en el palacio. No era extraño saber que en el pueblo había personas en contra de la dinastía, y querían verla derrocada sin importar que.

Su propia gente sabía de primera mano esa información y era la única razón por la cuál había sido enviado, porque sabían que al menos había una escasa posibilidad de un golpe de estado. Hoseok no tenía nada que perder, y nada que ganar así que, el puesto le fue ofrecido naturalmente.

Podía ganar mucho de ello, riquezas, poder, respeto. Pero también podía perder la vida en el proceso.

Realmente no importaba. Tenía una misión, y él había sido entrenado para cumplirla sin importar que obstáculo se interpusiera en su camino.

Las casas bajas, las calles atestadas y los caballos en los caminos terrosos le dieron la bienvenida. Él suspiro, bajando la velocidad en sus pasos, había caminado por lo que habían parecido horas bajo el intenso calor del verano.

Interpretar su papel de moribundo no fue exactamente difícil, la tierra ya había cubierto su rostro y sus labios deshidratados se entreabrieron cuando notó que las personas lo miraban tambalearse a mitad del camino, solo para caer sobre sus propias rodillas.

Pudo haber sido aplastado por un caballo de no haber sido por una persona que se compadeció de él, empujándolo al lado del camino --¿Estás bien? –preguntó, él fue incapaz de mirar el rostro del hombre mayor que lo sostenía –Descuida, te tengo.

Hoseok sintió como el hombre acercaba el agua a sus labios y bebió, como si no lo hubiera hecho en los últimos cinco días, bebió y fue llevado hasta una pequeña casa con ayuda del hombre, que lo dejó recostarse y recuperar fuerzas.

--¿Eres Jung Hoseok, no?

Hoseok fue cauteloso cuando el hombre fue a sentarse a su lado, mirándolo. Lo vio sonreír, cómo si hubiera algo divertido en su expresión, palmeó su hombro, con mucha más fuerza de la que habría querido él –Eres cauteloso, eso es bueno, considerando a que has sido enviado.

gesture of resistance ; hopegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora