CAP. 7

11 2 0
                                    


Se había hecho de día y aún no había vuelto Persona Grande. Dalia no había podido dormir bien, ya que la mitad de su tiempo se la había pasado llorando, echándolo de menos.

-No debo culparle, él quiso irse -se decía para sí misma.

Dalia pasó entre unas ramas y poco a poco se iba llenando de hojas. Ella quería llorar de la impotencia, nunca le había gustado ensuciarse tanto el cabello.

Aunque seguían pasando las horas, en ningún momento había vuelto su amigo. ¿Hasta dónde podría haberse ido? ¿Habrá cruzado el bosque? ¿Habrá sido atrapado en aquellos hogares desconocidos? ¿Habrá olvidado el significado de la flor?

Era algo improbable que haya crecido y madurado en tan poco tiempo como para abandonar la idea de disfrutar un buen tiempo con una conocida de hace unos pocos momentos.

Mientras se le iba carcomiendo la idea de haberla abandonado vio un rastro de piedras que le llevaban a un hueco entre los árboles que formaban una especie de plaza.

-Madame, si me permite, quisiera que dejara su equipaje en aquella piedra.

Dalia obedeció y dejó sus cosas en una piedra con musgo.

-¿Por qué desapareciste? Tenía miedo de que te hubiera pasado algo.
-Dalia, no hay que tenerle miedo a el bosque, y menos al simple hecho de que haya desaparecido. Tienes que saber que si te dejo por unos momentos es porque de verdad lo necesito, nunca me separaría de ti.

Aquél comentario había dejado algo extraño en Dalia, pareciese que con solo decir eso ya pudiese confiar en él. Era un defecto suyo, confiaba muy rápido en las personas.

-Quisiera comentarte, querida Dalia, que tuve que ir a buscar secretos.
-¿A qué te refieres con secretos? ¿Puedes contármelos?
-Son secretos, Dalia. Los secretos no se-

En ese instante, algo interrumpió su plácida cita. Había salido de entre unos árboles algo desconocido. Parecía un animal, pero tenía aspecto insípido y su cuerpo estaba degollado.

-¿¡Persona Grande, qué es eso!?

Antes de que respondiera Persona Grande, se escucharon unos tiros que desplomaron al ser extraño.

-Persona Grande, ¿estás bien?
-Hay que irse, Dalia. No es un sitio seguro.
-¿Pero quién a disparado? ¡Puede estar apuntándonos!
-No lo puede estar haciendo, -acarició la mejilla de Dalia y susurró- él nunca te haría eso.

Corrieron por el bosque hasta encontrar unas ramas que había caído hace ya unos años y que formaban una tienda de campaña con un techo bajo.

-Aquí estás segura, Dalia. Te estarán buscando por algo. ¿Hablaste con alguien mientras estaba fuera?
-No. Me dormí un rato después, pero no conversé con nadie. También te deben buscar a ti, quédate conmigo.
-No puedo, debo ver quién te sigue.
-Por favor, Persona Grande. Quédate.
-Cariño, me encantaría quedarme contigo...pero no puedo. Debo ver quién te sigue, juro que volveré.

Persona Grande corrió hasta que Dalia no pudo verle, minutos después se escucharon disparos y un gemido que daba a entender que había salido alguien herido. Dalia quiso ir, pero sabía que su amigo era fuerte y que podría con aquél ser extraño. Lo extraño es que no se había escuchado a una persona, sino a un animal. Minutos después llegó Persona Grande.
Tenía manchas oscuras en la sudadera gris oscuro, por lo que no se llegaba a apreciar muy bien lo que era. Mientras se acercaba, guardaba un objeto.

-Ya no te seguirá, lo encontré.
-¿Y qué era?
-Algo, Dalia. Algo.
-¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes. Y por cierto, ya tenemos comida.

Persona Grande saca de detrás suyo un niño pequeño colgando. Él era alto, por lo que al agarrar al niño del brazo, su cuerpo quedaba levitando.
El chico de la flor se estaba volviendo oscuro. Es verdad que Dalia quería probar la carne humana, pero no de ésta forma.

«¡Hora de comer, Dalia!», sigue retumbando en la cabeza de la chica. Es algo de lo que no se pudo olvidar en tantos años. Nunca se olvidará de aquella vez en el bosque de Evertown, lo juro.

Cabañas De PapelWhere stories live. Discover now