Capítulo 2: Una ayuda impertinente

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Lucille se consideraba a sí misma una mujer pragmática. Había enterrado hace tiempo a la muchachita inocente y enamoradiza (o por lo menos, eso era lo que se repetía a sí misma de cuando en cuando) , y había abrazado las responsabilidades propias de ser la heredera de la Casa Crestavia con una marcialidad que enorgullecía a sus padres.

Se consideraba también una mujer libre de supersticiones, pero en este preciso momento, mientras veía al extraño elfo de nombre aun más extraño negociar con el alguacil Framer, no podia dejar de pensar en los terribles augurios que caerían sobre su tierra, saliese viva de esto o no.

-¡Lo que pide se escapa de cualquier protocolo diplomático, continental!- Framer seguía sonando exasperado, pero menos incrédulo que al principio. Eso de por sí ya era un avance.

-Lo que "ofrezco", caballero, es un trato completamente razonable, a mi manera de "ver".- El elfo manejaba la conversación a su antojo, con una mezcla de confianza e informalidad pero con un tono de respeto frente a la autoridad del alguacil.- El destino quiso que me encuentre con el oficial Everet Reade de camino a esta villa. Vi lo que pasó en la Cuenca del Flechero, e incluso tuve la oportunidad de rebanar a varias abominaciones que encontré en el bosque. Al último grupo los encontré rodeando a la escuadra del oficial, que se veia en necesidad de una mano amiga.-

-¿Viene a ofrecer sus servicios de protección  desinteresadamente, entonces? Esto no será Boralus, continental, pero no somos pueblerinos estúpidos. Sabemos que no existe nada como una comida gratis en este mundo.

-En ese punto estamos de acuerdo, caballero, así que como muestra de buena voluntad, seré completamente sincero con ud. - El elfo avanzó hacia Lucille, y por una fracción de segundo, ella pudo ver un fugaz movimiento en su rostro, casi perfectamente disimulado por su venda. "Me acaba... Me acaba de guiñar un ojo. Definitivamente ese era un mal augurio" , pensó.

-La Alianza acaba de salir de un esfuerzo bélico inmenso contra la Legión Ardiente.-La voz de Tru cambió a un tono solemne, como si estuviese recitando el reporte diario de su destacamento. "Qué tipo tan ambivalente", pensó para si misma Lucille. - Semejante campaña ha desgastado sus recursos, y ahora la nueva líder de la Horda, Sylvanas Brisaveloz, ha decidido que es el momento perfecto de reabastecerse y reanudar las acciones beligerantes contra nosotros.-

-Parece a que los inútiles remilgados de Ventormenta aún no aprenden que a esos perros de la Horda sólo se les debe tratar con la punta del hacha.- Framer escupió con desprecio estas palabras, y luego escupió proverbialmente para remarcarlas.- Todo esto suena interesante, continental, pero no veo cómo esto pueda interesarle a Kul Tiras en general, y a mi en particular.

-Justo ahí iba llegar, caballero. Resulta que uno de los puntos donde piensa extraer recursos para su maquinaria de guerra es un conjunto de islas llamadas Zuldazar, a unos cuantos kilómetros cerca de Kultiras. Las islas están llenas de troles zandalari, que aseguran ser parte del Viejo Imperio Trol, un remanente que nunca cayó frente a la Primera Alianza y que ha mantenido hasta ahora sus viejas y brutales costumbres de sangre y nigromancia.- Lucille tragó saliva con fuerza al escuchar esto. No recordaba mucho de sus clases de Historia de la Humanidad, pero recordaba los apellidos de los viejos héroes: Alterac, Arathor, Aterratrol... 

-Calculamos que, si la Horda logra unir a los zandalari en su facción, su primer objetivo será Kul Tiras. Comenzando por Drustvar, por su proximidad.- El rostro de Framer empalideció con más fuerza que la vez anterior. Lucille temió que se desmayase ahí mismo.- La Alianza envió emisarios y embajadores como yo para entablar relaciones diplomáticas de urgencia con las Casas Nobles de esta isla. Y lo primero que hemos encontrado en Boralus ha sido una oligarquía dividida, autoridades corruptas y un pueblo que se ahoga con horrores que no pueden entender.

-Eh... espere un momento.- El viejo alguacil estaba procesando toda la información que el elfo le habia soltado de golpe y se notaba el esfuerzo. - Si lo que dices es cierto, y aún no tengo ninguna prueba de ello, ¿Que tiene que ver el resultado del juicio con esto? ¿Cuál es tu interés por el destino de la señorita Crestavia?

-Dos motivos simples. El primero; es que parece que los problemas que están sufriendo tienen que ver con cierto tipo de magia que puedo detectar y que he jurado combatir. El segundo; es que vista la situación, voy a tener que ayudarles a organizarlos y prepararlos para una inminente invasión, y me va a ser imposible administrar o siquiera tener a disposición los recursos de la zona sin la autorización de alguna familia regente.- El elfo se giro a Lucille, y ella pudo ver dos luceros verdes encenderse debajo de la venda. - Establecer si los Crestavia serán de utilidad o no en la defensa de Drustvar se ha vuelto una prioridad. 

Con esta última oración, el elfo por fin se calló, y Lucille pudo apreciar cómo todos en la plaza habían guardado silencio hasta ahora. Lo que hace unos momentos era una enardecida turba pasó a ser un silencioso y respetuoso público que había asistido a una macabra obra de teatro. Solo que la obra había acabado con el anuncio, entre otras cosas, del final de las cosas para todos en la región.

Pudo apreciar también como la noche había llegado hace varios minutos, pero nadie parecía percatarse. Salvo por la luna de plata que brillaba en el cielo sin estrellas, las únicas luces que se apreciaban eran de las casas alejadas de la plaza y los ojos del cazador, que no habían dejado de brillar desde que posó su mirada en ella.

-Está bien.-El anciano alguacil Framer soltó un suspiro mal disimulado.- Este ha sido un día particularmente horrendo, y no tengo intención de alargarlo más.- Se giró hacia la multitud y preparó su voz de mando.- ¡Ciudadanos de Punta del Verdugo!¡Todos ustedes han sido testigo de lo mismo que yo!- Bajando del cadalso, el anciano se acercó a la población a explicarles la situación, dejando a Lucille sola con el extraño elfo. 

Sus piernas decidieron que ya no era necesario mantener la compostura, y se sentó de forma brusca en la madera del escenario, abrumada por el alivio de conservar el cuello y la preocupación de saber cómo estaba su tío.

-Si te preguntas por el oficial Reade, se encuentra bien.- Como si hubiese leído sus pensamientos, el elfo se acercó a ella y se sentó a su costado. - Sus hombres son buenos soldados, y llegué a tiempo para que nadie resultara con heridas de gravedad.- Luego sacó una pequeña antorcha de su saco, la clavó de un solo golpe en una de las hendiduras de la tarima, y procedió a prenderla con una de sus uñas. La llama parpadeó con un extraño color verde antes de alumbrar con el amarillo habitual.

-Puedes descansar ahora o puedes pedirme que te cuente el resto de la historia, porque me imagino que no te has tragado mis palabras con la misma facilidad que el alguacil.- Ahora era Tru el que se aprovechaba de su silencio.- Sea lo que elijas, los horrores que vamos a combatir son lo suficientemente grandes como para que puedan esperar una noche...

-No.- Le cortó Lucille. El mal paso hay que darlo pronto, era lo que siempre decía su padre.- Ponme al tanto de la situación, y por amor al mar, trata de ser concreto conmigo.

Una hoja oxidadaWhere stories live. Discover now