5• SOÑANDO DESPIERTO

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Unas pequeñas cosquillas en mi cuello fueron suficientes para despertar y recordar que Valentina dormía a mi lado. Su largo cabello era el responsable de esos roces que interrumpían mi sueño.

La observé dormir atreviéndome a dejar un mimo en su cara. Traía puesta una remera de Ramones como dos tallas más de las que necesitaba. Realmente era preciosa, con o sin maquillaje, con pelo suelto o ese moño improvisado que se hacía.

Decidí levantarme e ir a la cocina para hervir agua. Era un hecho que en cuanto despertara querría tomar un chocolate caliente, la adicción de cada día.

—¿Qué estás haciendo? —Se escuchó a mis espaldas.

—¡Por fin, floja! —bromee y esta sonrió—. Tienes una sonrisa bonita, tus ojos negros como panda te quedan bien.

—Olvidé quitarme el maquillaje, ahora me lo voy a sacar y vas a ver mi verdadero rostro.

—Sí, por favor, quiero saber con quién he dormido anoche.

Me golpeó el brazo y se alejó hacia el baño; yo continué con el desayuno.

Cuando la mesa estuvo lista, con nuestros chocolates y las tostadas, Valentina apareció a cara lavada. Seguía viéndose hermosa.

—¿Cómo me veo? —Posó delante de mí como en una portada de revista.

—Siempre te vas a ver bien, ven —Señalé la silla a mi lado—. Quiero verte los ojos.

—¿Los ojos? ¿Por qué? ¿Tengo ojeras?

—Lo que menos me importan son tus ojeras, el color de tus ojos es bonito. Parecen verdes, pero por momentos son grises, no sé... son raros.

—A mí me gustan los tuyos, tu cabello también.

—¿Ah sí? Tome su chocolate y cuénteme un poco más de eso. —Me crucé de brazos mirándola expectante.

Dio un sorbo al chocolate, me felicitó porque estaba perfecto, un poco más y parecía de confitería. Tras eso, prosiguió a describir todo lo que le gustaba de mí.

—Me gustan tus ojos, son claros, no sé muy bien el tono; pero me la juego a que es un celeste, los mismos ojos de tu abuela.

—Es cierto, es el mismo color que mi abuela. Los de mi papá son verdes, al igual que los de mi hermano. Buena observación.

——Y tu cabello también es raro porque no es rubio completamente, aunque tampoco es castaño del todo, es un intermedio. Eres el típico alemán de las películas, y no me di cuenta sino hasta que dijiste tu nombre.

—En definitiva, tu descripción sobre mí se puede definir en raro. —reímos.

—Blaz Dietrich es un chico alto, aproximadamente 1,80 con pelo castaño claro tirando a rubio, ojos celestes o grises, ahora tiene una barba de días —mencionó acariciando mi rostro—. Tiene buen físico, no es totalmente atlético, pero no está nada mal —carcajeamos—. Siempre viste de negro, pese a ello, creo que con una camiseta en color blanco se vería bien, incluso con una camisa leñadora sería toda una fantasía.

—He quedado anonadado, señorita Xerta.

—¿Sería mucho pedir que me describieras a mí? Me interesa saber.

—Valentina Xerta, ¿1.65, quizás? 20 años, pelo castaño oscuro y ojos verdes. Físico a mi propia imaginación; siempre usa remeras sueltas. Viste de negro y considero que le queda muy bien, aunque cualquier color la haría ver hermosa. Es adicta al chocolate, a las películas románticas y tiene una obsesión super extraña con el significado de los nombres. Finalmente, se dedica a hacer preguntas extrañas.

—Muy bien, Brad, usted me conoce demasiado. —ironizó.

Al terminar el desayuno Valen lavó las tazas, en tanto yo ponía música. November rain de los Guns and Roses comenzó.

Me aproximé a Valen y fue como si mi vergüenza hubiese desaparecido por la noche, ya no tenía nada que ocultar. Sus manos enlazaron mi cuello, nuestros labios se unieron de nuevo; podía percibir su perfume dulce a vainilla.

Dejé que ella llevara el ritmo, y ciertamente fue la mejor idea que tuve, porque nunca nadie me había hecho sentir algo así. De repente, la agarré de la cintura para sentarla sobre la encimera. Sus piernas se abrieron suave, dejándome estar en medio de ellas. Jugó con mi cabello, una electricidad recorrió todo mi cuerpo en una sensación impensada. La escuchaba agitarse y, si no ponía un freno, yo iba a seguir hasta estamparme.

—Valen... Valen... —Traté de detenerla.

—Ahora no, Blaz —dijo, y me quitó la remera para continuar.

—¿Cómo te imaginas que es mi cuerpo? —Inquirió burlesca.

—No me importa como sea. Si me dejas ver una mínima parte de piel se me explota el cerebro, Valeria.

Tomó el dobladillo de la remera y se la quitó levantando los brazos.

—¿Es acorde a tu imaginación?

—No, es mucho mejor.

Fuimos a la cama e hicimos el amor por primera vez. This I Love de los Guns Roses sonaba de fondo y creí que no había nada más perfecto. La letra transmitía mensajes, ella me transmitía un sinfín de interpretaciones con su vista clavada en la mía.

Nos besamos. Mis manos acariciaban cada parte de su cuerpo, su piel suave como terciopelo rozaba conmigo; si ella era un lienzo, entonces no hubo espacio sin pintura de tantas caricias que dejé. Podrán decirme exagerado, mas nunca me había sentido así, era como hacer todo con cuidado y sin motivo. Valentina era como un cristal, yo tenía miedo de romperla. Siempre la traté con delicadeza porque desde que la conocí lo único que me generó fue ternura.

Nos quedamos recostados en la cama, ninguno tenía la intención de levantarse.

—Blaz...

—No, no trabajo hoy.

—¿Cómo sabías que te iba a preguntar eso?

—Era eso o una pregunta rara que seguramente viene ahora, ¿no?

—No tengo nada raro para preguntarte esta vez, pero sí tengo algo que decirte y es importante.

—Dime —besé su frente.

—Esta semana tengo que irme de viaje, me voy mañana domingo.

—Pero...

—El viernes ya estoy acá; el sábado vamos al concierto de los Weird Guys.

—El viernes ya estás acá, ¿segura? —Acaricié su cuello y cerró los ojos por el tacto.

—Al medio día estoy en mi casa —asintió—. ¿Me puedes recibir con chocolates?

—¿Puedo hablar con tu papá y decirle que te quiero como novia? —cambié el tema.

—¿Cómo novia? — susurró—. Blaz...

—Valentina, por favor, ¿no te gusto, aunque sea un poco?

—Si no me gustaras no habría pasado nada entre nosotros —Detuvo mi inseguridad —. Pero esperemos hasta el viernes; si nos extrañamos mucho, somos novios; si nos extrañamos poco, entonces no.

—Que complicada, Valeria, ¿Tanto te cuesta decirme que sí? —reímos—. Capaz que conozca a otra en estos días.

—¿Ah sí? pero ninguna como yo, Dietrich. Ni cerca.

Volvió a besarme, volví a abrazarla, la tenía a mi lado y no quería dejarla ir. Valentina era como un sueño del que no quería despertar.

Desde la primera vez que la viWhere stories live. Discover now