CAPÍTULO 33

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CERDEÑA
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Leanne

—Señorita Vitali.

Abro los ojos al instante, habituándome a la calidez y tranquilidad de mi habitación.

Ayer por la noche ni siquiera tuve tiempo para pensar, apenas toqué la cama, me quedé dormida. No quise pensar demasiado ni quise rememorar lo sucedido con Brandon. La situación aún me atormenta.

—Adelante —digo mientras me reincorporo sobre la cama. Mellea entra con una bandeja que contiene un delicioso desayuno—. Mellea... no debiste tomarte el tiempo. Gracias.

—No es nada, señorita —señala la cama—. ¿Me permite tomar asiento?

—Claro.

Tomo la taza de té y me la llevo a los labios.

—Señorita Vitali, el teléfono de la sala de estar no ha dejado de sonar en toda la mañana. Me vi obligada a responder la llamada ya que usted se encontraba descansando y no quise molestarla —hace una pausa—. Se trata de Brandon, aparentemente quiere comunicarse con usted desde hace tiempo. Tuve que decirle al señor que usted se encontraba descansando, pero él estaba insistiendo demasiado en hablar con usted. ¿Le gustaría que lo llame de su parte? Parecía querer verla.

Aquello me revuelve el estómago.

—No gracias, Mellea —le sonrío.

Se pone de pie.

—Está bien. Si me disculpa, ya me retiro. Que tenga un buen día, señorita.

—Igualmente.

Sale de la habitación y me apresuro a coger mi laptop. Al abrirla, no me sorprende en absoluto el visualizar un centenar de correos por parte de Brandon.

Decido leer el primero mientras le doy otro sorbo a mi taza de té y me llevo una de las frutas tropicales que forman parte de mi desayuno a la boca.

Asunto: hablemos
De: Brandon Dubois
Para: Leanne Vitali

Leanne, hablemos por favor. Lo que sucedió anoche fue un error y lo reconozco. Jamás te haría daño y tú lo sabes.

Abro el otro correo electrónico que me ha enviado unos pocos minutos después de haber enviado el primero que acabo de leer.

No me ignores. Sé que estás enfadada, pero ha sido un error. Ese no era yo. Estaba ebrio y no sabía lo que hacía. Te quiero, dame una respuesta por favor.

Abro el otro correo electrónico que tiene la misma excusa con el mismo texto.

Por favor, no le digas a nadie lo que sucedió. Mi carrera podría venirse abajo. No tienes idea de lo que me dolió verte tan angustiada. Me arrepiento de lo sucedido, debes creerme. Yo te amo, Leanne.

¿Se arrepiente de lo sucedido? No parecía pensar lo mismo cuando por poco pierdo la consciencia. El momento se repite en mi mente y aparto la mirada de mi laptop. Empieza a dolerme la cabeza y la resaca es evidente.

Mi mente recopila el beso que Edward me dio ayer por la noche, causándome un estremecimiento. Recuerdo nuestra pelea que estalló en un sinfín de gritos junto con las miradas cargadas de odio y resentimiento.

La adrenalina se apoderó de mí, solo quise gritarle en la cara que es un hijo de puta que solo se preocupa por sí mismo y que no lo soporto. Que lo odio desde el primer día que lo vi con sus aires de grandeza. Nunca había conocido a un hombre tan arrogante, tan testarudo, cerrado, frío y oscuro como una caja negra sin fondo.

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