No soy capaz de resistir a la inminente tentación que mi cuerpo me pide y deshago el nudo de la toalla que le cubre su cintura, liberando la prominente erección que sólo crece más cuando lo masturbo.

Lo guío a mi entrada y se hunde en mi interior, desatando a las arremetidas que se deslizan en mi cavidad con facilidad.

***

El salón está repleto de invitados. Los recién casados se encuentran saludando a los invitados. Veo a lo lejos a Hailey y Emma. Esta última me hace un gesto con su brazo a lo lejos y su expresión es de puro entusiasmo. La pareja de recién casados se acerca a mí y me aproximo hacia ambos, saludándolos.

Hace unos minutos nos marchamos de la iglesia después de que la pareja diera el sí y la fiesta tan solo acaba de empezar en el magnífico salón de bodas. La boda empezó a eso de las seis de la tarde, luego de que me prepara y me pusiera algo decente. Estuve con Emma y Hailey durante la boda.

—Felicidades.

—Gracias —me agradece Christine con una sonrisa cortés al igual que su flamante marido, Jake.

—Les deseo lo mejor.

Conversamos un poco más y cuando damos la charla por finalizada, me acerco hacia mis amigos, quienes me saludan al instante.

—¿Has estado relajándote en tu hotel de lujo? —interroga Emma—. Hemos tratado de comunicarnos contigo.

—Me relajé mucho —admito mientras cojo un trago que me llevo a los labios.

—Ya veo.

Sonrío.

Compartimos tragos, bebemos y disfrutamos de la boda. La música toma lugar en la pista y la pareja de casados empieza a bailar a Can't help falling in love, que es protagonizada por la voz de barítono que le pertenece a Elvis Presley.

Me dirijo hacia la derecha, y entonces...

—¡Leanne!

Una pequeña voz que reconozco al instante me hace voltearme sobre mis talones, encontrándome con la pequeña Dalilah, la hija de Christine.

—Dalilah —digo con tono de voz dulce y me agacho a abrazarla—. Te ves preciosa, mírate. Eres como una princesa.

Lleva un vestido color rosa pastel suelto y su pelo se encuentra ondulado. Es tan linda.

—Tú también te ves muy hermosa, tía Leanne —me dice con su voz acaramelada mientras me da un beso en la mejilla, sonriendo. 

Esbozo una sonrisa y llevo uno de sus mechones de pelo ondulado detrás de su oreja.

Ella sonríe encantada y deposito otro gasto beso sobre su mejilla. ¿Cómo resistirme ante esta pequeña? Se ve idéntica a su madre.

—Ven —le extiendo mi mano—. Vayamos a ver a tu madre con Jake.

—¡Sí!

Acepta mi mano y nos apostamos al lado de la pista, observando a la pareja que baila la canción lenta que suena en toda la estancia. Poco a poco, las personas van uniéndose a la causa y llevo a la pequeña Dalilah a la pista.

La boda es fascinante, el salón es elegante pero también, un tanto rústico y la elección musical es exquisita.

Después de pasar un poco de tiempo con Dalilah, regreso con mis amigas y conversamos un poco.

—¿Mañana se marchan? —interroga Hailey.

—Sí —afirmo—. Tengo unos asuntos pendientes en Milán y trabajo por hacer.

—Yo también —aclara Emma—. ¿Vas a quedarte un par de días más? —interroga, en dirección a Hailey.

—Tengo una sesión de fotos, regresaré a Milán mañana por la noche.

Asentimos con la cabeza. 

Pasamos el resto de la boda con los novios, bebemos, bailamos y finalmente, la boda culmina un tanto tarde. Posteriormente a unas horas, ya me encuentro en mi habitación de hotel quitándome los tacones.

Edward se fue por la mañana después de que folláramos, por lo tanto, estoy sola. Mañana debo tomar un vuelo por la mañana y necesito estar completamente descansada, o al menos tratar de estarlo.

Empaco mis cosas, me comunico con la recepción del hotel y les digo que pongan a mi cuenta el jarrón que rompí ayer por la noche cuando follaba con Edward.
Una vez estoy lista para dormir, me dejo caer sobre la cama y descanso con plenitud. Al día siguiente, desayuno con rapidez y al cabo de una hora, me encuentro de regreso a Milán.

El viaje es un poco pesado para mi gusto, pero más tarde, ya nos encontramos aterrizando en Milán. Me levanto de mi asiento cuando las puertas de abren y mis guardaespaldas me reciben, ayudándome con la tarea de trasladar las maletas a la limusina.

—Que tenga un buen día, señorita Vitali —me dice uno de ellos.

—Igualmente a todos ustedes —correspondo el saludo antes de montarme dentro de la limusina.

Cuando llegamos a la ciudad y estoy frente a mi edificio, subo las maletas y siento que puedo respirar con normalidad una vez estoy dentro de mi apartamento. Mi humor aumenta al saber que ya me encuentro en casa y puedo regresar a la pasarela dentro de poco.

Mellea me recibe y me ayuda con las maletas.

—Señorita Vitali, ¿cómo fue el viaje? —interroga.

—Muy bien, gracias por preguntar.

Apenas digo esto y nos encaminamos a mi habitación, noto que se aclara la garganta.

—¿Sucede algo? —interrogo.

Abre la puerta de mi habitación y la sigo.

—Verá, señorita Vitali...

—¿Si?

Se ve nerviosa, como si quisiera hablarme de algo importante, e inmediatamente me pregunto qué es lo que querrá decirme. Sin embargo, se mantiene en silencio.

—Mellea, puedes decirme lo que sea. ¿Qué sucede?

—No quise molestarla, además, no pude contactarme con usted —hace una pausa—. Sin embargo, en el día de ayer me informaron que...

—¿Qué?

—Su padre fue internado en el hospital por la mañana. Tuvo un infarto.

El mundo se me viene abajo al oír aquella noticia.

Caricias ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora