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Paris, Francia 10 de Octubre de 1935.

"Seguramente sabía que me metía en una zona donde terminaría con la piel marcada y quemada. Pero me hacías sonreír, mucho. Quizás por eso fui incapaz de evitarlo, y por un gran tiempo también fui idiota, al creer que dejarías todo ese presente, que suena tan a pasado, por mí. Creí realmente que lo dirías esa mañana todo, que me querías a mí. Supongo que no me di cuenta que eres de esas personas que lo quieren todo. Y todo no se puede, a menos que mientas, lo cual casi haces perfectamente.

Aún desde aquí fuera puedo ver que sigues igual, que sonríes en las fotos como si nada pasara, aún me escribes, escasamente, pero supongo que es porque tienes un afán de nunca apagar las llamas. Quien sabe, quizás la verdadera razón es porque preferiste mentir y callar que dar la cara. Pero es mucho peor cuando nos mentimos a nosotros mismos, como hice tanto tiempo yo.

Yo, que te lo hubiera dado todo. "
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1932.

—¿Señorita?—. La ama de llaves toca un par de veces la puerta del estudio de Sarah, antes de entrar con un pequeño pañuelo el cual ocupa para limpiar el sudor de su frente arrugada.

Sarah no responde pero sabe que nunca la llamarían cuando está pintando y practicando. Deja sus pinceles y va a lavarse las manos.

—¿Si, Nana?—. Mira divertida a su ama de llaves, quién mira con terror el gran ático, todo está desparramado a excepción de sus cuadros y el escritorio blanco. Esta niña necesita orden, piensa.

—Tu papá, quiere que lo acompañes a tomar el té—. Recoje unas cuantas mantas del suelo, es más que obvio que su niña Sarah pasó la noche pintando.

Sarah asiente y bufa dejando sus pinceles y quitándose el vestido sucio que ocupa para pintar.

Su ama de llaves se va y ella dedica a ponerse un vestido que está colgado junto a su gran espejo, es bastante holgado y largo, de cuello alto, no se pondrá zapatos porque es su papá y porque quizás terminen llendo a la glorieta luego del té. Aburrido, su mente exclama.

Mientras arregla su frondoso cabello, desde su ventana ve el crepúsculo que choca contra su pared color limón. Cuyo color se transforma en uno simplemente bello.

Corre hacia abajo, fijándose en que no esté Nana ni su madre y se desliza por la barandilla de las escaleras, llegando al suelo y saliendo hacia el jardín, dónde debería estar ya su padre.

—¿Por qué insiste en eso?—. Habla sola mientras camina y ve como los mellizos y su hermano mayor juegan, ella realmente nunca se llevó tan bien con ellos, no los odia, en lo absoluto, simplemente no entiende cómo no se han dado cuenta de la burbuja en la cual viven.

—¡Sarah!—. Richard, su padre, la llama y gentilmente ofrece a su desconocido invitado algo de comer.

¿Desde cuándo hay forasteros en esta zona?, Sarah no ve a nadie más que a los vecinos y familiares que viven en los alrededores de la casa de sus padres. De tan solo ver la manera en la cual va vestido aquel personaje, sabe que no puede ser del aburrido país.

—¿Empezaron sin mí?—. Besa a su padre y se sienta junto a él, tomando una pequeña taza y bebiendo de ella.

Mira de reojo al invitado y ve que tiene un tatuaje en el hombro. Curioso.

—¿Te lo hiciste tú?—. Habla apenas, tragando el líquido, dejando la taza en la mesa.

Su padre tose y también deja su taza de té—Sarah, primero saluda y discúlpenme. No los presenté.

—Hola, soy Sarah—. Extiende su mano y espera a que el hombre la tomé y de un aburrido apretón.

—Styles, Harry—. Responde tomando la mano de Sarah y la inclina para besar su dorso.

Sarah no dice nada, pero Harry ha visto como sus ojos se expandieron con pequeña sorpresa. No sabe a ciencia cierta si es porque la sorprendió besando su piel o porque ya conoce su carrera como pintor.

Él espera sea por ambos.

Richard, llama a sus hijos para que vengan a saludar.

Sarah quita su mano de entre las de Harry y la esconde tras su espalda, se quita el sombrero permitiendo que el sol le llegue a la espalda, dándole una calidez dulce.

—Bueno, Señor Styles, ¿Dónde consiguió ese tatuaje?—. Preguntó realmente interesada inclinándose para ver esa pequeña letra.

Harry veía el aura retratado tras de aquella muchacha de cabello salvaje siendo besado por el sol, quería sentarla de perfil y plasmarla en algún lienzo.

El más grande que pueda tener, en esa posición, desea retratarla. Luce como un ángel, piensa.

—... Él es Adam, mi hijo mayor y los mellizos; Elizabeth y Eugene—. Richard sorprende, dejando en fila a sus hijos, quienes lo saludan muy educadamente.

—Y bueno, supongo que a quién enseñaré lo que es ser artista es a este muchacho ¿No es así? Dime Adam ¿Cuáles son tus ambiciones?—. Mira al joven quien lo mira algo intimidado.

Todos ríen, a excepción de Sarah, quién lo mira con algo de sorpresa y decepción, ella cree que el hombre quien está frente a ella, es un idiota.

¿Adam artista? Sólo conoce los colores primarios y siempre se burla de los bocetos de Sarah, él no tiene alma de artista, es un aburrido matemático.

Richard carcajea fuerte— Oh no, verás Harry Styles, ninguno de ellos es amante de la pintura, la que será tu alumna es mi Sarah.

—Si a eso le llamas arte padre—. La lengua viperina de Eugene responde y Elizabeth ríe asintiendo.

—¡Les cortaré su maldito cabello!—. Sarah se levanta y corre persiguiendo a los mellizos dentro de la casa.

Harry los sigue con la mirada, pero no dice nada, simplemente asiente y da un sorbo de su té, dándose cuenta de que los ingleses son bastantes adictos a este.

—¿Y, qué opinas? Sarah puede verse algo ruda, pero cuando toma un pincel o cuando muestra sus bocetos, puedo sentirme en sus sueños, ella es realmente talentosa y su deseo es ser la mejor, espero le enseñes todo lo que sabes Harry Styles—. Aprieta la mano de Harry a modo de despido y se levanta de su silla sonriendo.

—Richard—. Harry lo llama, imitandolo.

El más viejo gira.

—Le enseñaré tanto que será una verdadera diosa del conocimiento del arte.

*
aún sigo estando nerviosa por esto, besos. <3

Salvatore|hs|Where stories live. Discover now