Deduces bien —afirma desde la otra línea—. Entonces, ¿vendrás?

—Iré, ¿pero por cuánto tiempo vas a quedarte en Milán?

No estoy seguro, creo que me quedaré por tres semanas y luego regresaré al trabajo.

—Bien —digo—. ¿A qué hora debo estar lista?

Ocho y media, puntual.

Me levanto del sofá, dando unos pasos.

—Hecho. Estaré allí.

Eso espero. Te veo en la noche.

—Lo mismo digo —concuerdo—. Buongiorno fratello.

Buongiorno sorella.

Cuelgo la llamada y con los últimos pensamientos acerca de esa cena en la cual ahora estoy involucrada, me dirijo a darme una ducha para relajar el cuerpo después haber dado unas vueltas por el parque de la ciudad para bajar calorías. Me gusta entrenar y nunca pierdo el tiempo con ello.

El día transcurre con normalidad, no es pesado ni mucho menos intranquilo, al contrario, fue un día muy relajante como para tratarse de un sábado en Milán. Rebecca me ha llamado en el mediodía, me ha dicho que oficialmente, Laura Haste —la diseñadora de modas que conocí hace un par de semanas—, ha firmado un contrato exclusivo con la firma en la cual trabajo, lo cual significa una sola cosa; habrá otro desfile muy pronto, o eso deduzco.

Luego de haber recibido la llamada de Rebecca, decidí conversar un poco con David a través de una simple llamada. Solemos comunicarnos siempre y las conversaciones son usuales entre ambos al ser amigos.

Por la tarde, almorcé un platillo italiano que ordené por medio de un delivery por parte de un restaurante que se encuentra a unas pocas calles del edificio. No quería cocinar y además, estaba muy concentrada viendo la televisión.

Ahora mismo son las siete en punto y para compensar un poco el que haya permanecido en casa todo el día haciendo absolutamente nada; decidí llamar a mis dos cómplices para que me ayuden a prepararme. ¿Por qué no? Me suben el ánimo y son ese perfecto dúo dinámico que conozco hace cinco años en los que hemos trabajado juntos y no podría estar más agradecida de tener la amistad de estas dos personas.

Esbozo una sonrisa tonta al oír como tocan la puerta del elegante apartamento. Me arrimo a la puerta y los observo a ambos. Lidia sostiene un enorme bolso color marrón mientras que Francesco va totalmente preparado con el kit de maquillaje.

Los dejo pasar a ambos sin mucho preámbulo mientras los saludo con un beso en la mejilla.

—Este lugar es lo más —comenta Lidia, recorriendo nuestro entorno con la mirada.

—Caprichos que te puedes dar cuando eres una supermodelo extremadamente reconocida —dice Francesco.

Ya empiezan con sus ocurrencias y simplemente nos dirigimos a mi habitación, tomando asiento sobre mi tocador mientras ellos se encargan de preparar las brochas de maquillaje.

—Entonces, ¿qué haremos el día de hoy en esta hermosa cara de ángel? —Francesco mueve a un lado mi pelo de tal forma que mi rostro pueda apreciarse con más claridad frente al espejo. Lidia le propina un leve manotazo mientras me recoge el pelo en un moño, provocándome una leve carcajada—. ¡Auch! ¿Cuál es tu problema, desquiciada?

—Primero se debe recoger el pelo, bruto —espeta esta mientras finaliza con el trabajo de recogerme el pelo para tener más acceso a mi rostro—. Ahora estás perfecta. En fin, ¿cómo te gustaría que empecemos? —me pregunta.

Caricias ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora