Sé que él lo disfruta tanto como yo al ver su expresión de la cual el placer se adueña. Sus manos suben a mis senos que aprieta mientras me muevo sobre el falo erecto que golpetea mi sexo con fuerza.

Ya no puedo negarlo, es el mejor amante que he tenido hasta ahora, es una lástima que sea un bastardo egocéntrico. No todo es perfecto aparentemente.

—¡Te dije que abras la puerta, Edward! —oigo la chillona voz de Cindy— ¡Deja de evadirme, haré que te desalojen del hotel hijo de puta!

Las uñas de Edward se clavan sobre mis muslos con fuerza y lo oigo soltar un leve jadeo. Cada vez siento el orgasmo más cerca y trazo algún que otro circulo con mis caderas, quiero que pierda el control, pero parece ser imposible.

Me duele el labio de morderlo tanto con tal de reprimir los gemidos que quieren brotar de mi boca, necesito que Cindy se largue, pero la mujer no parece querer dar el brazo a torcer.

Me muevo sobre su miembro y de pronto, siento las paredes de mi sexo contraerse y me muerdo el labio inferior nuevamente al alcanzar el orgasmo que me deja con la respiración hecha un jodido desastre. Al segundo, siento como se corre en mi interior con fuerza. Me aparto, satisfecha, y me levanto de la cama para empezar a vestirme.

Me coloco las minúsculas bragas y recojo el vestido que antes yacía sobre el suelo. La tela del vestido húmedo se desliza por mi cuerpo y subo la cremallera de éste. También, recojo mi bolso de mano que está en el suelo. Hago una mueca cuando me agacho a recoger los tacones para colocarme, siento que un camión me pasó por encima.

Una vez me coloco los tacones, devuelvo mi vista hacia la cama y me abstengo a rodar los ojos al ver a Edward fumando como si nada. Desde aquí, logró visualizar sus abdominales y los músculos de sus brazos.

—¿Estás esperando un beso en la mejilla, ridícula? —interroga.

—Me sorprende que creas que soy capaz de caer tan bajo como para querer un beso tuyo en la mejilla, idiota.

De pronto, noto que Cindy ha dejado de chillar del otro lado de la puerta. Suelto un suspiro de alivio, aleluya, ¿tan poco se aprecia a sí misma que tiene que ponerse a gritar en la puerta de este imbécil? Ni que fuera un Dios.

Finalmente, abandono la habitación dedicándole un simple gesto de cabeza. En el pasillo, utilizo la tarjeta para abrir la puerta de mi habitación y me escabullo en ésta al instante. Me apoyo contra la puerta y cierro los ojos durante un instante. Mierda, ayer ha sido una noche muy intensa.

Avanzo hacia la habitación y me quito los tacones. Necesito una ducha. Ahora. Me miro a mí misma en el espejo, tengo el rímel por debajo de los párpados, mi labial rojo es casi inexistente a este punto, mi pelo está revuelto y también tengo los labios un poco hinchados, no había notado ese pequeño detalle al instante.

Lo primero que hago una vez me encierro en el cuarto de baño es lavar mi rostro y desmaquillarme. Me cepillo los dientes para prevenir el mal aliento y preparo la ducha con agua caliente.

Me despojo el vestido negro junto con las bragas y cierro los ojos al meterme en la ducha bajo el agua caliente. Mi cuerpo se tensa mientras me enjabono un poco la piel y echo un poco de shampoo sobre la palma de mi mano que paso por mi pelo.

Me doy una bofetada mental al volver a a repetir en mi cabeza todo lo sucedido anoche. ¿En qué estaba pensando? Odio a ese bastardo, no me agrada en lo absoluto, sin embargo, ya hemos follado eso de cinco veces en un solo día.

Termino de enjuagarme el pelo y de enjabonarme el cuerpo más rápido de lo creí, la ducha ni siquiera fue tan extensa, en cambio, mis pensamientos sí fueron extensos. Cierro el grifo de la ducha, envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo y regreso a la habitación.

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