Runia sonrió. - La verdad no, ERÚ es muy idiota, pero nunca nos hemos ocultado nada y con Chipon todo es, real - Miró las hojas unos segundos, y luego volvió su vista al niño. - ¿Estás bien con todo eso? - Preguntó, limpiando una lágrima que había caído por la mejilla de Arico.

Arico no respondió, pues no lo estaba. Miró la tierra, el poco césped que había en las raíces que sobresalían del suelo y luego se decidió a hablar.

- ¿Cómo me encontraste? - Levantó la mirada, con sus ojitos grandes y cristalinos, parpadeando dos veces, pues era algo que hacía cuando tenía curiosidad.

- Recordé cuando hablamos en mi casa, sabes? - Le sonrió, haciendo confundir aún más al menor.

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- Que genial, yo voy algunas veces a una plaza en casa - Dijo el menor, viendo las fotos de un bosque nevado en la laptop de Runia. - Está a unas manzanas de la cede, por ello a veces vamos con CDMX cuando no tenemos nada que hacer - Carcajeó un poco.

- ¿Plaza? ¿Con muchos juegos? - Preguntó el mayor, comenzando a buscar la cede de la ONU en México. - Muestrame - Le pidió, señalando el mapa en donde estaban.

Arico le mostró el lugar: una plaza con algunos juegos, sanos y rotos, con unos árboles bien verdes y algunas personas pasando.

- Allí vamos a despejarnos, es muy lindo - Dijo mirando la foto, sonriendo tiernamente.

- ¡Luego vamos a ir a jugar! - Afirmó el mayor, sonriendo.

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- ¿Le dijiste a alguien? - Preguntó algo temeroso, pues no quería ver a nadie.

Runia negó y volvió a abrazarlo de forma protectora. - Tranquilo, no pasará nada mientras yo esté aquí Arico - Dijo con seguridad, acariciando la cabeza de la islita. - ¿Quieres que te cante? - El niño asintió. - Muy bien - Besó la cabeza ajena, para transmitir paz y comenzó a cantar.

[Reloj]

- ¡ARICO! - Gritó el tricolor en su desesperación, buscando nuevamente por el edificio. Se detuvo en medio del pasillo: la entrada.

¿Cuántas vueltas habrá dado? Nadie lo había encontrado por los alrededores, no había ido a casa, ni con los Estados, o doña Lupe, ¡nadie sabía qué le había ocurrido!
Por supuesto que habían hablado con Venebia y Boguay, quienes le dijeron todo. Claramente México entendió cómo se sentía su hijito, pero no le quitaba peso al castigo, pues lo estaba preocupando demasiado.

- Calma coño, que debe estar en algún lado - Le dijo España, sosteniendo levemente sus hombros.

- ¡No me calmo nada! ¡Déjate de chingaderas! - Lo empujó, muy nervioso. - Mi hijo está ahí fuera, solo! Vete tú a saber qué le habrá pasado! - Gritó molesto, asustado, no sabría como sentirse con tanta cosa pasando.

Un tricolor parecido llegó, pero con un celular en mano y una cara de pocos amigos en él.

- ¡¿DÓNDE MIERDA ESTÁ MI HIJO MÉXICO?! - Gritó al otro lado de la línea, notablemente molesto.

México miró a Italia, quien sostenía su celular. - Me insistió demasiado, y tampoco lo dejaría sin saber nada - Dijo firme el italiano, dejando en claro estar del lado de su "hijo".

Amor a la... [Countryhumans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora