Capítulo cuarenta y ocho: No abras la puerta.

810 112 105
                                    

Narra Lillai:

¿Gemir?

Imágenes de Eliza acostada en esa cama mientras Leander la hacía gemir con fuerza ponen mi mente en blanco, recuerdo como arqueaba su espalda y como Leander la miraba con entretenimiento. Mi estómago se revuelve de una forma discontinua, las palmas de mis manos comienzan a sudar y la cercanía de Leander está comenzando a darme mucho calor. Su mirada intensa y obscura hace que se corten mis pesadas exhalaciones, las puntas de mis dedos pican para disparar mi magia por todo el lugar, pero lo que más me inquieta son los revoltijos de mis tripas. Niego con la cabeza e intento evitar mirar a los hombres de estatura alta—. No soy como mi hermana Leander, suéltame —cuando quiero salir de su encierro, éste me detiene y se acerca más a mí. Mis labios se secan y de repente mi boca entera se convierte en un desierto. En este momento tengo más sed que todas esas veces cuando pasamos caminando sin parar.

—Ya sé que no eres como tu hermana —su mirada me obliga a clavar mis ojos en los suyos, esta vez el color gris es el que más prestigio tiene en sus iris—. No estoy haciendo lo que le hice a ella aquella vez —habla con seriedad. Podría decir que encuentro un rastro dorado hermoso de sinceridad, pero cuando se trata de Leander las verdades son mentiras y las mentiras verdades—. Prometo que será rápido —veo con cautela a los hombres, los dos están armados y ya estamos comenzando a llamar su atención—. No tocaré nada que tú no quieras, solo tienes que hacer lo que diga y acabará rápido —siento como si estuviera en un trance entre el cielo y la Tierra... O puede que sea el infierno. En comparación conmigo, éste luce más tranquilo que yo. Los latidos de mi corazón son más altos que la música proveniente del piso de abajo y ya no siento el olor a cigarrillo bajo mis fosas nasales—. Mierda Lillai. Confía en mi ¿sí? —cuando baja sus manos pienso que se apartará y abandonaremos su idea que solo me causa piel de gallina, pero al contrario; éste coloca sus tibias manos sobre mis caderas. Yo me sobresalto—. No tienes porqué asustarte, dime cuales han sido todas las veces en las que te he fallado... —mis pensamientos no se tranquilizan y sus preguntas no ayudan—. No las he abandonado y solo les he proporcionado mi ayuda.

—A cambio de mi magia —tartamudeo, mis mejillas se encienden con más potencia.

—¿Pero acaso te he vendido por ella? —buen punto—. ¿Qué hacen los hombres? —cambia de tema drásticamente.

Los miro de nuevo con disimulo—. Nos observan —aparto la mirada.

—Has hecho este paso antes, coloca tus brazos alrededor de mi cuello y acércate a mí —lo miro dudando aún de todo esto—. No tenemos todo el día Lillai —paso mis brazos lentamente alrededor de su cuello y me acerco a su pecho, puedo sentir los duros músculos de su cuerpo contra el mío—. No dejes que te vean, esconde tu rostro lo más que puedas —veo como los hombres comienzan a fruncir sus ceños y vernos con inseguridad—. No me importa si finges gemir o si lo haces enserio —el corazón sube por mi garganta—. Pero necesito que lo hagas —su voz es más grave y ronca, éste acerca sus labios a mi oído para que lo pueda escuchar con más claridad. Cierro los ojos con fuerza cuando un movimiento dentro de mi cuerpo sacude todos mis órganos, mi cuerpo es un caos de terremotos—. Te diré lo que voy a hacer para que no te asustes —su respiración tiembla ligeramente, con un pequeño movimiento aparta mi cabello a un lado—. Voy a besar tu cuello un poco —su respiración hace que mi piel arda con ansiedad.

—No Leander no lo hagas —le ruego—. Puedo fingir hacerlo...

—No lo creo Lillai.

—No sé que hacer, no lo hagas, déjame usar mi magia y salgamos de aquí —veo como los hombres dejan de fumar y comienzan a tomar sus armas—. No podré hacerlo —mi voz tiembla, cuando éste acaricia mi espalda baja; hago silencio.

La Magia En Ella [#1]✔️Where stories live. Discover now