— ¡Ahg! ¡Eres una inservible! ¿De que rayos me sirve tenerte si ni siquiera sabes hacer la bendita comida?

— Pero no hay nada, puedes ir a ver si..

— ¡Basta! ¡Me tienes harto! ¡Siempre es lo mismo de siempre contigo!

— Tú no me dejas salir a ningún lado. ¿Como esperas que haga algo cuando no hay nada?

— ¡Cierra la boca! ¡No me respondas! ¿Acaso te enseñe esos modales de responder a tus mayores?

Negué con la cabeza.

— Y para la próxima, que intentes verme la cara de estúpido, hazlo bien. — dijo mientras se iba cerrando la puerta con fuerza.

Las lágrimas salieron inesperadamente de mis ojos, y los sollozos no tardaron en acompañarlos. Cerré los ojos con fuerza, esperando tranquilizarme, mi respiración estaba agitada, trataba de asimilarlo, pero me era imposible, simplemente mi respiración era incontrolable.

"¡Eres una inservible!"

Aquellas palabras retumbaban en toda mi mente, se oían como ecos.

Mis brazos empezaron inesperadamente a temblar.

Oh no.

— No lo voy a volver hacer.. — susurre para mi misma mientras recuperaba la cordura.

Sentí como en mi antebrazo empezó a sentirse frío, sentí los temblores más rápidos. Necesitaba hacerlo, necesitaba cortar mis brazos.

— Prometí no volver hacerlo.. no lo haré, no me haré más daño. Me estoy recuperando. — me motivaba a mi misma, para no llevar acabo ese macabro acto dañino.

De pronto, empecé a sudar, mis brazos especialmente. Alcé mis brazos hacia mi altura, ya que minutos antes estaban debajo de las sábanas. Bajé la tela de mi polo negro.

Las marcas que me hice la última vez, se veían aún más visibles de como lo recordaba.

— No.. no... no. — luchaba conmigo misma en no cometer una barbaridad.

Pero lo necesitaba, necesitaba sentir ese líquido rojizo resbalar por mis brazos, necesitaba aliviar estas ansias que me carcomen a cada segundo. Necesitaba sentirme libre, fuera de penas.

Tenia que hacerlo para quitarme estas tremendas ganas.

Me levanté cuidadosa de mi cama. Y me encamine a mi baño personal, me adentré a el, y me vi en el espejo.

— Lo siento.

Del primer cajón, saqué el fierro que tenia el afeitador de mi papá hace mucho tiempo. Aún mantenía el olor metálico.

Y con miedo, pero a la vez emoción. Empecé a pasarlo por las zonas cortadas de la ultima vez, reviviendo aquel dolor.

La sangre comenzó a brotar en mis brazos, corte tras corte, más sangre salía.

Quería parar, pero, no me sentía satisfecha con lo que ya hacia. Necesitaba más.
Y tendré más.

(•••)

— ¡Bulma!

Pegué un brinco.

— ¡Dios mío, Launch! Me diste un susto tremendo.

Ella rió.

— Lo siento.

Mi padre acababa de dejarme en la escuela.

— ¿Como estas? ¿Feliz por el Viernes?

— Como no, por fin podré descansar de tantos libros. ¿Y tú?

Apuesta Mal HechaWhere stories live. Discover now