Pero si tuviese que decir lo que los mismos ojos negros le transmitían, sería desdén, confusión... miedo.

Era lo último que recordaría antes de perder la consciencia por completo.

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Cuando despertó, no tuvo claro si estaba en el Edén o si todo era una alucinación que su lecho de muerte estaba provocándole. De cualquier manera, su cabeza dolía, su garganta se sentía seca y sus párpados tan pesados que era tortuoso quererlos abrir.

Aún así se esforzó en hacerlo, un débil jadeo saliendo de sus labios de manera involuntaria. Al querer estirar sus piernas estas respondían con punzadas de dolor, y abrir la boca aumentaba la sed que ya tenía. Si eso era morir, lo odiaba. Quería una muerte en paz. Algo rápido, como un corte limpio en la garganta. No la eterna agonía que lo abrazaba, burlona y vengativa.

Antes de que pudiera seguir ahogándose, un ser vertió agua fresca con una taza de madera. Podía sentirla en su mentón, y la viveza de sus sentidos lo tenía decepcionado. Pero el agua calmaba uno de sus males, y casi pudo sentir como el dolor de cabeza se relajaba para dar paso a una molestia simplemente.

Las voces volvieron, pero esta vez eran mucho más claras.

"... que no podías darle agua así, ¿Lo quieres ahogar?" su salvador con la taza de agua fue alejado de un tirón. Los olores, estaba percibiendo olores. Eso estaba muy mal, quizás morir ya no estaba entre sus posibilidades. Era decepcionante.

"Estaba deshidratado, tú lo dijiste..."

"El sanador acá soy yo, no tú. No seas tan metido."

Eran potentes, olores dulzones que solo podrían pertenecerle a un omega. Su vista no estaba del todo perfecta, aún no eran imágenes definidas, pero igual era factible determinar alguno que otro rasgo. Uno de los omegas era bastante alto y de cuerpo muscular. Nada de este gritaba omega, pero su rostro suave y su cabello negro, largo y ondulado, sí.

El otro era más bajo, su cabello también era negro y caía libremente por su frente. Pálido y delgado, su voz y mirada le resultaban intimidantes.

Pero nada a esas alturas podía intimidarlo, así que mientras ambos omegas discutían sin sentido, él intentó levantarse y largarse de allí. La pesadez en su cuerpo no ayudaba, y cuando había logrado sentarse fue devuelto a lo que asumía que era una camilla.

"¿Hola? ¿Estás totalmente consciente?" el omega más alto le preguntó con una entonación lenta, tratando claramente de hacerse oír incluso si él se hallaba aún confundido. "Soy Taehyung, él es Yoongi," se señaló a sí mismo y luego al otro joven, una amigable sonrisa curvando sus labios a pesar de todo. "Te ha estado cuidando desde que llegaste, aunque yo también."

Su respiración se hallaba errática, el dolor en su cabeza regresando como un tambor. Era incómodo, al igual que las manos tratando de mantenerlo en su lugar.

"Taehyung, lo estás lastimando. Sueltalo. Igual no tiene fuerzas para levantarse," el otro omega, Yoongi, tenía un olor a menta bastante intenso e intrusivo. Había apartado al chico que ahora estaba suavizando las pieles sobre su cuerpo. "Estás en territorio de la Manada Artemis, en las bajas montañas. Estuviste inconsciente durante seis días."

Agradecía la sinceridad, ya que se hallaba desorientado. Todo era tan desconocido y comenzaba a frustrarle. "¿Cuál es tu nombre?"

Entrecerró los ojos, ladeando su cabeza al determinar la presencia entera del omega Yoongi. No era su problema, pero a la vez sus padres le enseñaron a ser agradecido. Suficiente les había decepcionado ya.

Predestinado | kookmin.Where stories live. Discover now