19. (II PARTE)

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Abrí mis ojos nuevamente al percibir el olor a tierra húmeda. Mi cuerpo hizo consciente a mi cerebro de la incómoda postura que tenía; mis brazos y pies habían sido apresados con una gruesa cadena tras mi espalda, mientras que mi torso estaba sujeto a una especie de polea que me suspendía a un par de centímetros del suelo.

Se habían asegurado de inmovilizarme de forma segura y certera.

Un par de ojos traicioneros, y los causantes de este alboroto, me miraban apenados desde una distancia segura. Livet se mordisqueaba el labio inferior mirando de reojo a la otra persona sentada a mi diestra. Nada más y nada menos que mi madre.

Sonreí. Que vida de mierda tenía.

—Sea lo que sea que estés planeando —dije con voz pastosa, —no funcionará, madre. ¿Qué demonios has hecho?

La expresión de alivio en su rostro al verme despierto contrastaba en gran medida con su orden de secuestrarme. Supuse que era eso y no que estaba aliviada al ver que sus planes funcionaban.

—Cariño... al fin despiertas. Han sido las peores cuarenta y ocho horas de mi vida —murmuró e hizo ademan de tocarme. Su mano se detuvo, casi finalizando el trayecto, al ver mi expresión. —No queríamos hacerte daño, lo sabes ¿verdad?

Pestañeé con fuerza varias veces para procesar el hecho de que estaba siendo tomado cautivo por mi propia madre. Miré a Livet dolido. Ella me había entregado, y como una simple tarea más, había cumplido su cometido.

"La daga a centímetros de mi esternón y las lagrimas fluyendo de sus ojos. Me acerqué un poco más pinchando mi torso con el filo. Ella me miró a los ojos y tuvo el descaro de sonreír.

—Ojalá algún día puedas entenderme...

Traicionado, burlado y finalmente destruido. Así me querían, y así me tendrían.

—¿Con quien crees que estas jugando, Sargento? —tomé con firmeza el cuchillo provocando un corte en la palma de mi mano y lo arrojé contra la persona que espiaba desde la ventana. Un centinela. Uno de los míos. —¿Has osado traicionarme o simplemente este es el terrorífico despecho obrando en ti?

Ella apretó con fuerza sus dientes y me empujó. Sin embargo, mis habilidades siempre la superarían y terminé por bloquear su ataque. Empujándola con fuerza lejos de mi.

— ¿Es esta una escena de amantes despechados? —miré detenidamente mi mano comenzar a cicatrizar el corte. Desde que había mordido a Thara este tiempo se había acelerado. —¿Vienes a asesinarme por preferir a mi esposa? Porque sí, la prefiero a ella.

Era irónico que yo hubiese elegido a Thara y ella pensaba abandonarme.

—¿Qué? —grito con rabia y rebuscó algo en su bolsillo.

Uno; traicionado...

—¿Qué estás haciendo? —pregunté de nuevo cuando la vi acercarse con una jeringa vacía. —Si osas tocarme con eso, te juro que seré yo mismo quien acabe con tu vida... no me importa si con eso Darius me odia a muerte.

Ella se detuvo y me miró a los ojos.

—¿Lo sabias? —su voz se quebró. —Siempre has sabido lo nuestro ¿verdad?

—¿Eh?

—¡Me torturabas fingiendo no hacerlo! —gritó. —Haciéndome sentir enferma y defectuosa por amarlos a los dos. Por querer que fuésemos el trinomio perfecto y no cumplir con tus estándares de monogamia...

Todas las malditas piezas de un puzle cayeron como tormenta de invierno. Crueles y sin sorprenderme; esta era la verdad. Lo que pesaba en la consciencia de Darius, el verdadero motivo de su lealtad.

HIELO [en tu mirar]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora