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Märco

Respiré profundamente mientras seguía al hombrecillo a su despacho. Su petición de una conversación a solas no me tomó desprevenido, supuse que cualquier padre con un poco de sangre en sus venas reclamaría por su hija siendo alejada del seno familiar. Y él no había sido la excepción.

Amadeus Wellton era un hombre pequeño, de cabeza calva y un par de pelos rebeldes que se mantenían sobre sus orejas. Me asombraba ver que uno de los nuestros pudiese llegar a tan deplorable estado. No me malinterpreten, en nuestra naturaleza existía la diversidad, pero ver a aquellos especímenes longevos siempre eran una extrañeza.

¿Qué edad tendría este hombre?

Los vampiros tendíamos a alcanzar la madurez cerca de los treinta y cinco o, cuarenta años humanos. Luego, nuestra inmortalidad nos hacia lucir de esa forma durante centenares de años.

—Estuve pensando... —su voz trabada me trajo de regreso al presente. — Estuve pensando en la manera más adecuada de poder tener una conversación con usted. Sin faltarle el respeto.

—¿Y por qué habría de hacerlo? Somos seres civilizados, lo que diga no me afectara en absoluto.

El viejito contuvo el aliento, analizando sus palabras y las mías.

—Quiero hablar de hombre a hombre. Sin rangos o diferencias de sangre.

—Lo escucho.

Él tomó asiento en su escritorio y me pidió amablemente hacer lo mismo en el cómodo sillón frente a este. Apretujó sus manos y carraspeo un poco.

—Yo no sé por qué o cómo usted ha decidido poner sus ojos en ella —dijo en tono suave, pero firme. — Nosotros no tenemos una ascendencia importante. Nuestra sangre es pura, pero jamás llegaríamos a tener unos dones como los suyos.

—Lo sé.

—Como padre es mi deber decirle que se lleva consigo un preciado tesoro de mi vida— su mirada se perdió en algún rincón de la habitación. Con una sonrisa en su rostro continuó, — Thara siempre fue una niña asustadiza pero muy vivaz. Ella...

—¿En que momento llegamos a la parte donde me dice que las minas de oro de su familia ya no existen y que "su preciado tesoro" era la propietaria de ellas?

Él se quedo de piedra. La sonrisa se borró de su rostro y finalmente su mirada me enfocó.

—No tiene que espantarse así, hombre —me levanté calmadamente de mi asiento. —Los investigué, no crea ni por un segundo que se me pueda escapar algo. Sé de sus conflictos con el Señor del clan, pero no me interesan en lo más mínimo. No elegí a su hija por...— hice un gesto con la mano simulando buscar opciones, —lo que crea que ustedes tienen o lo que ella heredaría. Mis motivos son otros.

Su expresión se endureció, y apretó con fuerza sus mandíbulas. Vaya, ahí estaba una clara señal del temperamento que esperaba.

—No quiero faltarle el respeto, señor Sneider—siseo entre dientes. —Pero la arrogancia puede disfrazarse muchas veces de honestidad. Como en su caso. Mi conversación con usted no se debía a mi preocupación por dejar a mi hija desamparada económicamente sino bien, a dejarla a su merced. Como ha podido indagar, somos pobres arrimados a un clan que nos dio la bienvenida de malas ganas y a raíz de que teníamos algo en que favorecerlos. Algo que ya no existe. Ahora bien, mi pregunta es; ¿Por qué usted eligió a mi hija?

Podría haberme sentido ofendido por sus palabras, pero opté por acabar con la agonía del pobre hombre.

—Necesito una esposa y ella reúne todas las características que busco. Nuestro clan se alía al de ustedes y todos contentos.

HIELO [en tu mirar]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें