Esto le dio mucha gracia, haciendo que Hannibal soltara una risotada, aunque Will no se diera cuenta ya tenía ese complejo.

— Tendré más cuidado.

Will no pudo evitar que sus ojos comenzaran a asimilar todo lo que Hannibal tenía para ofrecer. Desde el cabello oscuro y rizado sobre su pecho sobre el torso musculoso y las piernas hasta la polla dura que se destacaba. Dedos cálidos encontraron la cicatriz en su hombro izquierdo y trazaron las líneas, algunas menos descoloridas que otras, que la bala descarriada había dejado atrás antes de moverse hacia su abdomen encontrando la cicatriz que le había hecho Gilbert.

Esto lo hizo temblar, pero Hannibal fue gentil. La respiración de Will se acelera. La sensación de su tacto subiendo por sus muslos hasta llegar a su trasero es increíble.

Aceptable.

Cuando toma el bote de lubricante y Hannibal se lo aplica en las manos, cuando mete los dedos por un lado de sus boxers holgados hasta alcanzar el ano de Will, este sintió que su rostro se ruborizaba furiosamente volviéndolo loco, y más cuando lo ollé decir:

— ...Separa un poco más las piernas. Así... Así... Mmmm.

Dios... Dios... Dios...

Will hace lo que le pide mientras. Sin demora, Aníbal introduce un dedo en su interior y él suelta un gritito de sorpresa, para llevarse la mano a la boca y mirar esos intensos ojos avellana.

— ¿Te gusta? —le pregunta.

Oh, sí... ¡Claro que a Will le gusta! Pero estaba muerto de vergüenza.

— Sí. —respondió con un hilo de voz.

Noto que él sonríe y, tras morderle la barbilla, murmura:

—Cuando tú digas, pararé.

Will asiente... y asiente, pero no le dijo que parara.

— ¿Puedo quitarte los boxers, William?

«¡¿Los boxers?! Esto va en serio.» Pensó Will. «Obviamente, tarado» Se reprendió internamente.

— ¿Qué... qué vas a hacer?

Al oír su pregunta, responde sin dejar de estimularlo, mientras añade otro dedo más:

— Te saboreare, si tú me lo permites. Posaré mi boca en tu caliente sexo para besarte y mimarte como sé que deseas. Te abriré con los dedos y pasearé mi lengua por la longitud de tu pene para sumirte en oleadas de placer y finalmente, si tú quieres, te haré el amor. ¿Puedo?

«Madre mía.»

Oírlo hablar de esa forma lo hacía que Will se excitará mucho más. Lo colocaba a mil revoluciones. Es entonces que este se comenzó a plantear en su cabeza las posibilidades. Pero la forma en cómo lo miraba y su forma de acariciarlo lo hizo contestar:

— Sí, quítamelas.

Hannibal lo hace en dos segundos. Luego se pone de rodillas ante él en la cama, el joven policía empieza a jadear como una locomotora. Le toca los tobillos, le besa las rodillas y cuando sus besos suben por la cara interna de sus muslos y sus piernas se abren solas, está a punto de gritar. Durante varios segundos se dedica a besar sus muslos hasta que se incorpora para estar a la altura de su boca y le dice:

— Recuéstate. Eso es... Sí... así... muy bien. Ahora abre las piernas... así... un poquito más... Sí... eso es... Y ahora déjame entrar en ti. — Cuando Will jadea, él prosigue— Primero te dilatare y luego prometo ser cuidadoso y llevarte al segundo círculo del infierno. Y, recuerda, cuando algo no te guste o te incomode, solamente tienes que decírmelo y pararé. ¿Entendido, Will?

La Danza Del Diablo - HannigramOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz