Mis ojos no podían apartar la mirada de sus labios. Sentía su rápida respiración sobre los míos.

- Sigamos... sigamos cenando - se movió sentándose como antes.

Me senté en mi silla decepcionado y de repente se me ocurrió una increíble idea.

- Mira, es Bri - le señalé a su derecha ella se movió y le manché la nariz con la crema de patata.

Se sorprendió pero volví a escuchar su risa.

- Estás loco Ian - me sonrió mientras se limpiaba la nariz.

Loco por ti, pensé.

Acabamos de comer el segundo mientras hablábamos de las clases, de nuestras familias... De cualquier cosa.

- Y ahora, ¿qué has preparado gran chef? - le sonreí traviesamente y arqueó una ceja.

- El postre está a unas manzanas de aquí, ¿me acompañas? - le pregunté levantándome con una sonrisa.

- Claro caballero - nos reímos mientras se levantaba.

Llegamos a una cafetería y entramos.

- Ya entiendo - me sonrió y yo le sonreí de vuelta.

Esta cafetería era a la que veníamos siempre. Nos acercamos al mostrador para pedir nuestros postres.

- Un helado de pistacho - pidió ella.

- Otro de nata con nueces - pedí.

La chica que estaba atendiendo nos sonrió y después de colocar los helados en una tarrina cada uno, nos los dio.

- Son 4€ por favor - nos dijo la chica.

Ella iba a sacar su cartera y la paré. Me miró sin entender y le sonreí.

- ¿No creerás que te voy a dejar pagar? - antes de que dijera que sí, saqué el dinero y se lo di a la chica - invito yo - le guiñé un ojo.

Salimos y noté que no hacía mucho frío, así que empecé a comer el helado.

- ¿Quieres probar un poco? - me ofreció ella, cogí la cuchara y probé un bocado.

- No sabía que estaba tan rico - le dije gratamente sorprendido - ¿quieres probar del mío?

- Vale - se llevó la cuchara a la boca y sonrió - si no tuviese mi helado favorito en la mano, te robaría el tuyo - me guiñó un ojo riéndose de la cara que había puesto.

Acabamos los helados después de andar un rato y noté que empezaba a hacer frío.

- Ha sido una mala idea comer un helado en pleno otoño - me quejé.

- Pero estaba muy rico - hizo un puchero haciéndome reír.

Mientras caminábamos vimos un montón de hojas y se me ocurrió algo.

- ¿Quieres jugar a un juego? - le pregunté.

Ella arqueó una ceja, pero me sonrió.

- Vale.

Me acerqué al montón con hojas, cogí unas pocas y se las lancé, ella rió e hizo lo mismo empezando así un guerra de hojas marrones, naranjas y amarillas volando de un lado a otro. Acabamos tirados sobre el montón de hojas riendo. Sentí que estaba tiritando y le cogí las manos. Estaban heladas.

- Toma - le tendí mis guantes.

Ella me miró incrédula y negó con la cabeza.

- No, tú también tienes frío, póntelos tú - tenía razón, pero ella estaba tiritando y yo podía aguantarme.

- Cógelos Irene - le volví a tender los guantes, pero los volvió a rechazar negando con la cabeza.

- No, son tuyos - sentenció.

Una idea cruzó mi mente.

- Tengo una idea - me miró esperando que se la dijera - yo me pongo un guante y tú otro y nos cogemos de la mano que va sin guante, así mantenemos el calor - me sentí idiota después de haberlo dicho ya que ella se sonrojó y me miró con pánico.

Un silencio extraño nos envolvió.

Iba a retirar mi propuesta, pero ella asintió lentamente. Le di un guante y se lo puso en la mano derecha, mientras que yo me lo puse en la mano izquierda. Le miré a los ojos, pero bajo rápidamente la mirada, así que miré nuestras manos y las entrelacé. Sentí que mi pulso se aceleraba, su mano estaba fría y la mía igual, pero justo cuando las uní, empecé a sentir calor. Su mano era muy suave.

Caminamos en silencio de vuelta a su casa. Llegamos y miré nuestras manos, no quería separarlas, me encantaba verlas entrelazadas.

Eso sonó cursi Ian, se quejó una vocecita en mi cabeza.

- Bueno... creo que aquí acaba nuestra cena - dijo devolviéndome a la realidad.

Le miré a los ojos y me acerqué a ella. Mi nariz rozó la suya y ella sonrió tímidamente. Sentía su respiración acelerada sobre mis labios y sin pensarlo ni un segundo, me acerqué hasta sentir nuestros labios unidos. Ella tardó unos segundos en corresponderme pero cuando lo hizo me olvidé de lo que nos rodeaba. Mi lengua entró en su boca saboreando el sabor pistacho que aún seguía en ella. Sus manos se entrelazaron detrás de mi cuello y las mías se posaron en su cintura atrayéndola hacia mí. Cuando la falta de aire nos reclamó separarnos, apoyé mi frente sobre la suya. Abrí los ojos y en sus labios vislumbré la misma sonrisa que estaba en los míos.

- No ha sido una cena, ha sido una cita - le susurré.

Su sonrisa se ensanchó más.

- Lo sé Ian - sus labios me dieron un corto beso y sonreí abiertamente.

- ¿También sabes lo que siento? - le pregunté susurrando. Ella negó con la cabeza y le sonreí - llevo enamorado de ti desde que tengo uso de razón Irene - le susurré. Ella se sorprendió y sonrió, pero no dijo nada - ¿no vas a decir nada? - le pregunté con miedo en un susurro.

- Llevamos el mismo tiempo enamorados el uno del otro Ian - me sonrió y no pude evitar volver a besarla con toda la alegría y el amor que sentía ahora mismo.

Cuando nos separamos, sonreí y le susurré:

- Te quiero Irene - ella sonrió y se acercó a mí.

- Te quiero Ian - me susurró antes de volver a besarme y hacer que sonriese entre beso y beso.

Por fin sé que ella me quiere y no podía existir un hombre más feliz que yo ahora mismo.

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Bueeeeeenas pandas míos :D

Perdón por tardar en subir, estoy con exámenes finales :"(

Quería subir otro más hoy para compensaros, espero poder escribirlo ;)

Irene e Ian son súper monos, awwwww :")

Aún no me puedo creer que os guste mi historia, ¡gracias por seguir votando y comentando pandas!

Nos leemos pronto,

Abrazosdepanda ♥.

La música y la rivalidadWhere stories live. Discover now