-Estoy diciendo sí, quiero ser su novia señorita Ledesma. Te necesito y quiero en mi vida. Cualquier duda que tenías de mí, ya no la tengas. Simplemente no puedo estar sin ti, Ameli.

Por breves segundos nos mantuvimos en silencio, solo mirándonos la una a otra.

Amelia se veía hermosa. Sus rosados labios se encontraban entreabiertos dejándome sentir su calmada respiración. Su cabello desordenado en acuerdo a lo que estuvimos haciendo anteriormente, extendido por la almohada con un aire sexy. Dejé ir sus muñecas, apoyándome en el colchón.

-Te amo mucho.

Las palabras salieron de la boca de la morocha casi por accidente. Como si hubiese estado pensando en voz alta. Sonreí, haciendo ligeras caricias en su mejilla con mi pulgar, lo que hizo que cerrar los ojos.

-También te amo Ameli.

Ella abrió los ojos y lentamente hice descender mi cuerpo. Apoyando mi cabeza en la suya. Tomando sus delicados labios en un beso intenso. Un beso que duró mucho tiempo. Las manos de Amelia lentamente fueron a mi espalda, acariciándola de calmada manera de arriba abajo. Separe nuestros labios repartiendo besos por su cuello, terminando con una ligera mordida, lo que hizo que la mujer clavara sus uñas en mi espalda.

Sonreí en su piel, sabiendo que todavía quedaban muchas cosas por pasar esa noche.

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Moví mi cuerpo un poco en la cama, sintiéndome relajada esa mañana. ¿Cómo no iba a estarlo después de esa noche? Sonreí aún con mis ojos cerrados, moviendo mis manos por la sábana de seda hasta topar con el cuerpo de Amelia a mi lado. Abrí mis ojos notando que ella todavía estaba durmiendo. Aproveché para hacerle suaves caricias en su espalda. Ella tenía una pacífica respiración y una feliz y serena expresión en su rostro.

Con las yemas de mis dedos dibujé pequeños círculos en su espalda, haciendo a la mujer moverse un poco más cerca de mí. Ella era simplemente preciosa, incluso durmiendo.

Su oscuro cabello hecho un desastre caía sobre sus hombros. Recorrí con mis ojos desde su cuello hasta su trasero cubierto por el edredón. Puede que nunca me canse de admirar la belleza del cuerpo de la morocha echada frente a mí. Podría pasarme minutos, horas, interminables meses analizando cada parte de su cuerpo y sus tan bien hechas expresiones.

Estaba feliz esa mañana, feliz como no había estado en años. Poco a poco Amelia me conquistó, abriendo pasajes de mi misma que no sabía que existían siquiera. Con su cálida sonrisa, su apasionada y atractiva manera desactivó las bombas del campo de batalla que me atormentaba. Estaba completamente perdida por lo que la morena que me hacía sentir. En el camino en busca de seguridad, Amelia me capturó.

La amaba.

Sí. La amaba.

Y la amo.

Sonreí recordando la pasada noche, su inesperada propuesta y la fluidez con la que las palabras salieron de su boca. Confieso que el corazón me latía muy rápido y después se calmó. Quería tener suficientes palabras para poder describir como era estar con Amelia, pero no existían. Nada en este mundo podía explicar el sentimiento. Tal vez haya caído bastante profundo en este sentimiento, tal vez no haya vuelta atrás.

Me giré de nuevo y vi a Amelia despierta. Y me di cuenta de que ya no hay vuelta atrás, soy suya y ella es mía.

Amelia que estaba boca abajo, utilizó sus codos para elevar su cuerpo de la cama. Su pelo todavía cubría su cara desde mi línea de mi visión, pero la imagen era hermosa.

-¿Has estado despierta por mucho tiempo? -susurró mirándome con una sonrisa.

Ella bajó su cuerpo de nuevo pero esta vez moviendo su cuerpo para ponerse cara a mí.

La stripper - LuimeliaWhere stories live. Discover now