–No hay ninguna familia. A menos que quieras considerar así a una tía que vive en Wapping –sonrió ligeramente.– No creo que ella me tenga a mí en cuenta. Pero como parece ser la hora de las preguntas y respuestas, ¿qué le ocurrió a la tuya?

–Mi padre murió cuando yo era muy chico y mi madre hace algunos años. Era hijo único. Creo que tengo algunos parientes en Westmoreland, pero no los conozco. Teníamos una pequeña propiedad en Kent y tuvimos que venderla al morir mi padre. Luego mi madre regresó a su trabajo en la ciudad y yo a la escuela –se detuvo de repente.– Discúlpame. Nada de esto puede ser de interés para ti.

Taehyung bajó la cabeza.

–No quisiera mirar hacia atrás. El presente es lo que importa, eso es todo –con un gesto un poco burlón, alzó su vaso.– ¡Por el futuro!

Eran ya más de las ocho cuando terminaron de cenar. Jungkook preguntó si quería tomar otra copa en el bar. El contrario declinó la invitación; no se sentía con ánimos para enfrentarse de nuevo a los demás hombres hasta que todo el asunto quedara aclarado. Al abandonar el comedor en compañía de Jungkook, sintió más que vio las miradas que les dirigían, pero se dijo a sí mismo que no tenía ninguna importancia lo que ellos pensaran.

La maleta estaba donde la dejó en el baño. Jungkook la tomó sin ningún esfuerzo con una mano y se dirigieron hacia el coche, saludando a los hombres que encontraba en el camino sin hacer otro comentario.
Para cuando llegaron al coche, Tae no estaba seguro de qué situación prefería; la sorpresa que su anuncio causaría o la aceptación tácita de su existencia en la vida de Jungkook que todos parecían dar por hecho.
Subió al vehículo con rapidez, deseoso de alejarse del club y sus miembros; deseoso de estar solo de nuevo.

Como Jeon había dicho, las casas ocupadas por los ingenieros se encontraban en el claro a la vuelta del camino. Eran cinco en total. Pequeños edificios rectangulares de ladrillo con porche. Esto alcanzó a ver Tae antes de que Jungkook apagara los faros y rodeara el coche para cargar la maleta y guiarlo hacia los desgastados escalones de la segunda casa. Una lámpara de aceite brillaba sobre una mesa colocada en el centro de la pequeñísima sala, en la que se veían algunos muebles sencillos de madera y un par de libreros llenos.
Un mosquito zumbó junto al oído de Tae y fue a parar al rostro de Jungkook, que lo despachó rápido.

–El hogar de un inglés es su castillo –parafraseó satíricamente.– Ven, te enseñaré el resto de la casa, aunque no hay mucho que ver.

Una puerta situada al fondo de la sala daba a un pequeño corredor en el cual había tres puertas más. Jeon abrió la más cercana y lo hizo entrar en un dormitorio donde había dos camas, un ropero y una cómoda con cajones. Los cubrecamas y las cortinas eran de color verde opaco. La persiana que cubría la ventana estaba hecha de un tejido de bambú.

–Pedí que instalaran la otra cama mientras cenábamos –dijo él.– Esta hace que la habitación resulte un poco chica, pero no será por mucho tiempo.

Tae permaneció inmóvil, con la mirada fija en el pequeño espacio entre las dos camas y con el corazón palpitante como nunca.

–¿Piensas… piensas dormir aquí? –dijo al fin.

–Es natural –respondió él sin alterarse.– ¿Dónde iba a dormir? Este es el único dormitorio de la casa.

Taehyung lo miró con los ojos abiertos por la sorpresa.

–Pero es que… tú no puedes…

–¿No puedo qué? –lo miró, irónicamente.– ¿Es así cómo se le habla a su esposo?

–Pero tú sabes que… dijiste… –luchó por controlar la ola de pánico que avanzaban dentro de él.– Te has casado conmigo para evitar que los demás hombres intenten algo mientras yo estoy aquí. Dijiste que eso haría que todo fuera más fácil.

–Y así es. En todos los sentidos. Vamos, no pongas esa cara, que no acabas de nacer. No pensarás en serio que yo iba a aceptar las condiciones como tú las propones ahora. Te ofrecí matrimonio para sacarte de un apuro, pero nunca dije que no reclamaría mis derechos.

–¡Me has engañado! –su cara palideció.– Me hiciste creer que era un formulismo temporal, para ayudarme a salir del problema.

–Y así es. Sólo temporal. Cinco semanas aquí, después el regreso a Inglaterra y al llegar allí, una rápida separación –su voz era implacable.– Pero que quede claro, mientras dure el matrimonio no habrá excepciones.

–¡Si me tocas… te mato!

–¡Pues será una relación interesante! –se dirigió a la puerta.– Tengo que ir a la mina durante una hora antes de acostarme a dormir. Como veo que persistes en tus ideas infantiles, llamaré antes de entrar –levantó la mano en gesto de burla.– Hasta luego.

Taehyung permaneció inmóvil, con los ojos fijos en la puerta por un buen rato. Se sentía entumecido física y mentalmente.
¿Qué iba a hacer? ¿Cómo se las entendería con aquel hombre, en quien no encontraba ninguna de las cualidades que creyó encontrar aquella misma mañana?
Estaba casado con un extraño y un extraño que le infundía temor. Estaba seguro de que cuanto él había dicho era en serio. A su regreso esperaba que se le sometiera, sin consideración a sus sentimientos, nada más por ser legalmente su esposo.
Un estremecimiento sacudió su cuerpo. No podía seguir adelante. No quería seguir adelante. Al menos, no de buen grado. Si él lo quería poseer iba a tener que luchar por cada cm de su cuerpo. Quiso borrar de su mente la memoria de sus fuertes brazos y hombros; sabía que tratar de luchar con un hombre así era como intentar detener un tren con una bicicleta.
Atravesó la habitación, dio la vuelta a la llave en la cerradura y estudió el lugar con atención. La cómoda con cajones era demasiado pesada. Si lograra arrastrarla hasta la puerta sería suficiente… al menos por aquella noche. No quería pensar en lo que iba a ocurrir después.










Seguía sentado en la cama, vestido, cuando sintió de nuevo llegar a Jungkook.
Oyó el ruido de la puerta y después sus pasos al atravesar la sala. Fascinado, Tae vio cómo se movía el picaporte y sintió el ruido de la cerradura. Hubo una larga pausa y casi llegó a creer que él se había marchado cuando el estrépito de una patada, justo debajo de la cerradura, lo hizo ponerse en pie del susto. Con el corazón martilleando muy fuerte en su pecho, permaneció inmóvil viendo cómo la puerta cedía y la cómoda era empujada hacia un lado.
Jungkook apareció bajo el marco de la puerta, agitada su respiración y con el rostro como de piedra.

–No aprendes con facilidad –dijo.– No te vas a escapar de ésta, mi querido ojos verdes, así que más vale que dejes de intentarlo. Ya es hora de que empieces a actuar como una persona adulta.

–¿Para que tú puedas actuar como un animal? –gritó las palabras movido por la ira momentánea.– Si lo único que quieres es un acompañante de cama podías haberlo tenido sin necesidad de casarte primero –sin darse cuenta, se apartó hacia un rincón de la cama al ver que él se aproximaba.– ¡Si me pones un dedo encima, voy a gritar tan alto que lo van a escuchar en Freetown!

–Te voy a poner mucho más que un dedo encima –afirmó él.– Y puedes gritar hasta quedarte sin voz. De nada te servirá. ¿Quién esperas que llegue? ¿Un destacamento de la policía? ¡Has hecho un trato y ahora vas a cumplirlo!

Lo cogió de una muñeca con un movimiento tan rápido que el menor no tuvo tiempo de reaccionar. Con la fuerza que proviene de la desesperación, luchó, golpeándole en la cara con los puños sin sentir el dolor.
Al ver que esto no daba ningún resultado, movió la cabeza hacia un lado y clavó los dientes en la muñeca de él, oyendo de inmediato su grito de dolor.
Pero sin saber cómo, de pronto se encontró de espaldas sobre la cama de él, los ojos brillantes, la boca sonriente y las manos sujetándolo contra las almohadas. Entonces los hombros de él se acercaron hasta oscurecer la luz y su boca se acercó a la propia con un beso que quemaba, y que hizo que todo pareciera dar vueltas a su alrededor.

El ulular de una sirena puso un súbito alto a todo. Asombrado, Tae vio cómo Jungkook se alzaba, retirando las manos de su cuerpo. Todo su semblante y su actitud habían cambiado por completo.

–¡Es una emergencia! –exclamó y se puso en pie, dirigiéndose hacia la puerta. El contrario permaneció inmóvil donde Jeon lo había dejado.

La puerta se cerró de golpe tras él.

Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora