—Me importas y estoy preocupado, no estoy actuando, caperucita.

Su rostro se arruga con horror, con dolor, como si la estuviera torturando, provocándole una herida. No sé qué estoy haciendo mal, no puedo entender, pero me está afectando porque siento que le estoy haciendo daño, eso no es lo que pretendo hacer.

—No me digas así —pide, suena como una súplica—. Por favor no vuelvas a llamarme así.

Una vez más las lágrimas salen e inundan la piel perfecta de sus mejillas.

—¿Por qué no?

—Porque está mal todo, fue un error.

—¿Qué fue un error?

—Tú y yo, lo que tuvimos.

Un cuchillo se clava muy hondo dentro de mi pecho y me saca el aire. Me trago la angustia que me provocan sus palabras y me acerco. Se pone de pie, lista para correr si es necesario, ella está huyendo como lo haría un animal asustado. ¿No me cree cuando le digo que quiero protegerla? La detengo antes de que pueda irse, agarro sus manos, las cubro con las mías con suavidad y doy un paso hacia ella.

El viento se agita y hace que sus cabellos vuelen por todas partes, parece una criatura inalcanzable y mágica.

—No, no fue un error —digo—. Todo era aburrido, triste y monótono hasta que llegaste.

—Todo era aburrido, triste y monótono porque ella murió. Yo no voy a arreglar el desastre que dejó, estoy cansada de hacer siempre lo mismo, de intentar igualarla hasta anularme, de tener que competir y compartir con alguien las cosas que me hacen feliz.

Primero no comprendo de qué está hablando, luego siento que me golpean en la boca del estómago. Está hablando de Lilibeth.

¿Igualarla? ¿Competir? ¿Compartir? ¿De qué habla? Cada vez estoy más confundido.

—No, Giselle, era de esa forma porque alejaba a las personas, porque estaba solo, seguía una rutina con la misma gente, sobreviviendo, hasta que tú apareciste y cambiaste mi mundo. —Hago una pausa para respirar, esperando que ella diga algo, pero me ignora—. ¿No quieres hablar conmigo por Lilibeth?¿Estás así porque tu madre adoptiva fue su madre? Cariño, no tiene por qué afectarnos. ¿Por eso dices que es un error? ¿Por qué querría que la igualaras? ¿Quién quiere eso si tú eres asombrosa?

—Necesito irme.

—Gi, por favor, explícame y aclaremos las cosas —intento razonar con ella, el problema es que ya puso un muro entre los dos y es imposible que pueda derribarlo ahora.

—Dije que quiero irme. —Los músculos de su mandíbula se mueven por la presión que ejerce al apretar los dientes.

Respiro hondo y asiento.

Al menos habló un poco conmigo esta vez, no como en la mañana.

—Te llevaré.

Sus hombros caen como si estuviera cansada de luchar, agacha la cabeza. Me esquiva y camina hacia la salida, hacia el portón por el que entramos. No dudo en seguirla. El camino me parece eterno y, a la vez, no quiero que termine porque tendremos que estar lejos otra vez. Su silencio es ensordecedor, necesito escuchar su risa, su voz.



No tengo idea de qué ha pasado con el doctor Callahan, lo último que supe fue que se casó con Romina, la madre de Lilibeth, hace muchos años, me enteré porque lo vi en el periódico. No tenía idea de que habían adoptado a una hija, tampoco sé si él sigue trabajando en el mismo hospital.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now