❝ Capítulo III ❞

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El príncipe había llegado de su agotador viaje, el rey estaba feliz de ver a su descendiente regresar a casa. Justo ahora padre e hijo se encontraban recorriendo los jardines del palacio mientras charlaban sobre el futuro del príncipe.

—Estuve pensando que ya es tiempo de que te comprometas Kook.

—Pero padre, ya hemos hablado de esto, no quiero comprometerme con nadie.

—Yo tenía tu edad cuando me comprometí con tu madre, ella tenía 23 y yo 27—habló Seok Jin con nostalgia, extrañaba a su amada esposa.

—Sí, sí, lo sé, los comprometieron en un baile y poco a poco se enamoraron. Si te soy sincero eso me suena más a alguna especie de trastorno.

—Mocoso idiota, más respeto—dijo metiéndole un sape.—Tu madre estaba bien en esos aspectos, ambos nos enamoramos, no fue solo por conveniencia.

—Pero yo quiero conocer al amor de mi vida en otras circunstancias, ¿Qué tal si me comprometes y no somos capaces de llevarnos bien?

—Estoy seguro de que ustedes se llevarían bien.

—No te convenceré que cambies de opinión ¿O si padre?

—Es claro que no, haremos un baile la noche del jueves- fue interrumpido.

—Eso es en dos días, el baile no estaría listo para esa noche.

—Déjame terminar, se invitará a todos, doncellas, duques, príncipes, princesas y ahí decidiremos con quién te casaras, todo estará listo de eso no te preocupes, esto se ha estado preparando con anticipación.

—Está bien, pero espero que todo salga bien.

—Lo saldrá, no te preocupes.

Después de eso, ambos siguieron conversando sobre cómo le había ido en su viaje. Las invitaciones para el baile serian entregadas el día de mañana y se haría público la razón por la cual se llevaría a cabo.

La servidumbre comenzó a preparar todo desde ese día para que todo saliera a la perfección, las invitaciones fueron realizadas con un diseño especial, se realizaron bocetos sobre la decoración de los pasteles y el traje del príncipe comenzó a prepararse, tomaron medidas y seleccionaron la mejor tela.

Al día siguiente los oficiales comenzaron a recorrer cada rincón del reino y de los reinos vecinos para poder entregarle una a cada familia.

Ese mismo día nuestro protagonista había despertado realizando las tareas que hacía cada mañana, mientras se encontraba limpiando el piso se la habitación principal la puerta fue tocada y él tuvo que salir a atender a sus inesperados visitantes, grande fue su sorpresa al darse cuenta que era uno de los oficiales de la realeza.

—Buenas tardes, venimos por órdenes del rey a entregarles la invitación para el baile de la noche de este jueves, todos los miembros deben asistir sin excepciones. Con su permiso.

El rubio sólo asintió y tomó la invitación para después observar como el oficial se retiraba de ahí. Subió las grandes escaleras en busca de su madrastra. Cuando llegó a su destino pudo ver a sus hermanastras tocando la flauta y cantando, en cuanto él entró la madrastra hizo que sus hijas se detuvieran y le miró.

—¿Qué quieres?¿A caso no te he dicho que no nos interrumpas?

—Claro que sí su señora pero han traído una invitación al baile del príncipe.

En cuanto mencionó al príncipe ambas chicas comenzaron a gritar de la emoción y a querer quitarle el sobre fallando en el intento.

—Dámela—inmediatamente se la entregó y comenzó a leerla.—Tenemos que mandar a preparar tres vestidos con el mejor sastre del pueblo, estoy casi segura de que estarán listos para esa noche.

—Pero señora...¿no debería ser un traje también?—preguntó incrédulo.

—¿Disculpa? ¿En serio crees que te llevaremos?

—El rey dió la orden de que todos debían asistir, tanto chicos como las chicas.

—En ese caso...irás pero sólo si logras terminar tus tareas a tiempo.

—¡Pero mamá!—ambas hermanastras se quejaron al unísono.

—Ya dije, si no las terminas no irás, ¿Entendido?

El rubio asintió contento. Esa misma tarde los tres se dirigieron con el sastre al que siempre acudían, tal y como había ordenado, serían tres vestidos los que debía confeccionar para la noche del día de mañana. El rubio por otra parte había comprado algunos hilos y tela, si su madrastra no mandaría a hacer un traje para él, él mismo lo haría.

Pero al parecer su madrastra no estaba del todo de acuerdo, cuando recién había decidido empezar a trabajar en aquel traje, su madrastra siempre le llamaba para que hiciera alguna tarea, ese día había terminado todo demasiado tarde y no había podido avanzar nada al traje que arreglaría.

Mientras él descansaba sus amigos los ratones decidieron ayudarlo, estuvieron toda la noche y parte de la madrugada arreglando ese viejo traje tal y como el rubio se los había comentado el día anterior.

Al día siguiente el menor despertó con una pequeña sonrisa al ver su traje casi terminado, aún entusiasmado bajó el hizo las tareas que habían pendientes.










El día había pasado y el rubio había podido terminar aquel traje. Se ducho rápido y se arregló de la misma forma, justo cuando su madrastra y hermanastras estaban apunto de salir él iba bajando las escaleras.

—Esperenme por favor.

Las tres lo miraron, sin duda el menor captaría la atención del príncipe y ninguna de ellas quería que así fuera. Cuando el menor estuvo abajo la mayor de todos trato de ocultar la ira que sentía en esos momentos.

—¿Irás con eso?—preguntó burlona.

—Sí, es decente y presentable.

La madrastra río sarcástica, tomó una parte de la manga del brazo izquierdo y tiró de ella, rompiendo esa parte.

—Yo lo veo roto y sucio—tomó parte del saco, de la parte de la espalda y tiró de el, haciendo que este se partiera por un poco más de la mitad.

—¡Basta! ¡Detengase!—dijo el menor ya harto y sintiendo sus ojos picar.

La mayor lo tomó del mentón y parte de sus mejillas haciendo que le dirigiera la mirada.

—Escúchame bien andrajoso, ni en un millón de años dejaría que nos acompañaras a algo tan importante, sólo nos harías quedar en ridículo. Vámonos niñas.

Soltó al menor y dió media vuelta para salir de la pequeña mansión con sus hijas detrás. El rubio ahora se encontraba llorando, había sido bueno como su madre se lo había pedido ¿Y qué recibía? Que lo trataran mal, como alguien insignificante, sin valor y que le humillaron cada vez que podían.

Entre lágrimas salió de la mansión dirigiéndose al jardín trasero donde encontraba consuelo con los animales de la granja. Se sentó en una de las bancas escondiendo su rostro en las palmas de sus manos, fue hasta ahí que dejó salir su llanto sin importarle qué, ¿Qué había hecho en sus vidas pasadas para merecer ese trato?

Cinderella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora