❝ Capítulo II ❞

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El sol comenzaba a salir y el reloj del palacio marcó las 6:00 am, dando 6 campanadas que hicieron despertar a cierto chico de cabellera rubia.

Con algo de pereza se sentó en la cama, tallando un poco sus ojos para poder despertar y acostumbrarse a la luz del día. Tres pajaritos entraron cantando y trataron de levantarlo.

—Ya voy, ya voy, ¿cuál es la prisa?—dijo con una sonrisa.

Se puso de pie y con ayuda de los pajaritos logro hacer su cama, por otro lado, los ratoncillos comenzaron a vertir algo de agua en el recipiente, colocar la esponja y el jabón cerca y otros se encargaron de buscar un lindo vestido que le llegara a las rodillas.

El rubio comenzó a desvestirse para después ir hacia donde solía tomar sus duchas, uno de los pajaritos dejó caer algo de agua sobre él con ayuda de una esponja.

—Está helada.—se quejó.

Los pajaritos y ratoncillos siguieron ayudándole a tomar ducha ignorando las  quejas que dejaba salir el rubio algunas veces.

Una vez que estuvo listo le ayudaron a colocarse ese lindo y simple vestido, cepilló un poco su dorada cabellera y se puso su mandil blanco para evitar ensuciar de más su lindo vestido celeste.

Bajo las largas escaleras del ático hasta el segundo piso de la casa para poder comenzar con sus labores. Tomó el costal con maíz para poder ir a alimentar a los gallos y gallinas, no sin antes dejarle un pequeño puñado a sus amigos los ratones.

Después de alimentarlos le dio algo de paja a su caballo y al burro, volvió a entrar a la cocina para vertir algo de leche en el tazón del gato de su madrastra. Después de hacerlo puso algo de agua a hervir para poder prepararles el té a todos, también puso a cocer algo de avena para que desayunaran.

—¡¡CINDERELLA!!—

Los gritos y sonidos de las campanas comenzaron a hacerce presentes como cada mañana, puso tres bandejas en la pequeña mesa, cada una con un plato hondo, una taza, un plato extendido, tenedor, cuchara y un cuchillo.

Sirvió primero la avena, puso las tostadas en el plato, sirvió el té y por último agregó un pequeño recipiente con algo de jalea de fresas; con mucha dificultad tomó las tres bandejas y comenzó a subir las escaleras, ignorando los gritos y sonar de las campanillas.

Entró primero a la habitación de la hermanastra mayor, dejando la bandeja en la mesita de noche.

—Quiero que te lleves esos vestidos, los laves, planches y acomodes en mi guardarropa, y más te vale que no les pase nada malo.—

—Está bien Jennie, disfruta tu desayuno.—

Salió de ahí con los vestidos en mano para después entrar al cuarto de la hermanastra menor.

—Quiero que laves estás sábanas y estos vestidos, todo para hoy, ¿entendiste?, para hoy.—

—Está bien Lalisa.—

Salió de aquella habitación y se dirigió hacia la habitación de su madrastra, repitiendo el proceso de la bandeja.

—Quiero que revises los cultivos, limpies las cortinas, laves la alfombra y termines de lavar la ropa.—

—Está bien, si es todo, me retiro.—

El menor se salió de la habitación de su madrastra y salió a la parte trasera donde solía lavar la ropa, comenzó lavando las prendas pequeñas que sabía que estarían secas más rápido, talló cada prenda y la sumergió en el agua para retirar el jabón, después de exprimir cada prenda la colgó sobre las cuerdas que estaban cerca para que la brisa terminara de secarlas.

Se dirigió hacia el invernadero donde tenían los cultivos para poder cortar los que ya estuvieran maduros y listos para comer, cada cultivo era depositado sobre la canasta que llevaba, regresó a la cocina y lavo vegetal por vegetal, fruta por fruta para remover el poco polvo o tierra que hubiera sobre ellos, después de que los acomodó en su lugar comenzó a sacar lo necesario para preparar la comida se ese día. Había cocinado algo simple, algo de arroz, un poco de carne de res a la plancha y verduras cocidas en vapor.

Acomodó la mesa y después le avisó a su madrastra y hermanastras que la comida estaba lista. Una vez abajo se alejó de ellas como cada comida, si sobraba algo eso era lo que él comería, las sobras.

Subió al segundo piso para poder retirar el escaso polvo que había en los muebles, cortinas y quitar las escasas basurillas que había en la alfombra. Había terminado sus labores al rededor de las 6:30 de la tarde, lavó sus manos y tomó algunos vegetales, su madrastra le había ordenado preparar una sopa de vegetales como cena pues quería algo ligero.

Cortó los vegetales y los colocó en la olla que tenía el agua que utilizaría, la cocinó a fuego lento, agregó algo de sal para que tuviera sabor. Preparo la mesa y les llamó, después de servir los tres platos se retiró hacia el jardín trasero que era donde estaba la ropa, retiro prensa por prenda dejándola sobre la cesta. Cuando entró se dio cuenta que habían terminado la cena así que dejando la ropa de lado comenzó a recoger la mesa, antes de lavar los trastes decidió tomar un poco de la sopa pues no había comido nada en todo el día, por suerte sus pequeños amigos le habían acompañado en la cena. Y por ellos nos referimos a los ratoncillos que le hacían compañía en el ático.

Después de que terminaron con la cena se dispuso a lavar los trastos, secarlos y acomodarlos en su respectivo lugar.

Para cuando terminó el aseo ya era algo noche, terminó de doblar y planchar las vestimentas y las acomodó en los armarios de sus propietarias, para cuando terminó eran las 12 de la madrugada, tras dejar salir un suspiro subió nuevamente al ático y se metió bajo las sábanas de su cama, les dio las buenas noches a los ratoncillos y apagó la vela.

Cinderella.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora