No sé si saben que estoy agonizando debajo de sus narices.

—Te ocurre por salir con chicos, podrías haber salido con... —Se detiene bruscamente, apartando la mirada.

—¿Contigo? —Rose levanta su barbilla, acercándose a ella—. Me hubiese encantado, pero estabas ocupada mirando a otras chicas.

¿No se suponía que era tímida?

—Espera... —susurra Kara lamiéndose el labio inferior.

—Sabes que ellos nunca me gustaron, ¿cierto? —informa la pelirroja—. Pero conoces a Liam, sospechará si no tengo un novio. —Se inclina más cerca, poniéndome nervioso.

No quiero ni necesito ver un acto lésbico.

Estoy perturbado.

—Chicas, me incomoda presenciar su ritual de apareamiento —murmuro como puedo, mi voz está hecha pedazos, tengo la boca seca y las extremidades entumecidas.

Rose suelta un chillido mortificado, separándose enseguida. La rubia voltea hacia mí, aquel sonrojo es reemplazado por una mirada preocupada.

—T-Traeré el hielo —tartamudea la chica, levantándose. Mientras se aleja consigo notar varias cosas: su estatura es baja, junto a ese cuerpo delgado parece pequeña, como una niña. Su vestimenta es demasiado común, simple: una sudadera gris ajustada y un pantalón deportivo, también gris.

—¿Qué miras? —pregunta Kara, intrigada.

—Ustedes dos son muy diferentes —digo incorporándome con cuidado, ignorando el dolor, ella parece notarlo porque rápidamente apoya una mano sobre mi espalda—. Tu novia luce normal.

—No es momento para bromas —responde seriamente, acercándose hasta apoyar su palma en mi frente—. Estás ardiendo.

—Créeme, pasé por cosas peores, estaré bien —Encojo los hombros, el acto hace que las punzadas aparezcan otra vez—. Mierda... —susurro adolorido.

—Restarle importancia al problema no hará que desaparezca, Dominik —dice con severidad—. Te encontramos hace una hora, ni siquiera pude distinguir tu rostro porque toda esa sangre me lo impedía. Tuve que mantener la calma frente a Rose, no quería alterarla más. Ella creyó que estabas muerto.

—Pero no era el caso —digo tratando de animarla.

—Pudo serlo. —Sus ojos se cristalizan, desconcertándome—. Miller te abandonó aquí, sin importarle el golpe en tu cabeza o cómo te desangrabas. Llegamos rápido porque el bastardo bajó las escaleras con su camisa repleta de manchas rojas cuando íbamos hacia nuestros salones. ¿Y si no hubiésemos llegado a tiempo? ¿Qué crees que habría pasado?

La observo atónito, sin palabras. Sabía la gravedad del asunto, sentí sus golpes, entendí que terminaría en un estado delicado y no me importó. Ni siquiera consigue importarme ahora. Pero hay algo que sí lo hace, logrando incluso erizar mi piel: las pequeñas lágrimas que se deslizan por el rostro de Kara.

—Me desespera no saber qué hacer —solloza, su cuerpo está temblando—. Decirle al señor Langford sería inútil, él nos ignoraría o peor, llamaría a tu padre. Cada solución que pienso solo empeora la situación, soy tan inútil. —Rodeo su cuerpo con ambos brazos, pegándola contra mi pecho. Ella respira de forma desigual pero lentamente comienza a calmarse, correspondiendo al abrazo.

—No lo entiendo —murmuro.

—¿Qué cosa? —pregunta sorbiéndose la nariz.

—¿Por qué eres así conmigo? —Apoyo mi espalda contra la pared para luego acariciar su cabello—. Te ignoré durante mucho tiempo, fui descortés e insensible. Nunca me interesé por ti pero siempre insistías en acercarte, querías hablarme. Y ahora estás aquí, llorando como si fuese una persona importante en tu vida.

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora