Cap. 2

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Por fin me sirvieron el ron, me lo bebí, la cabeza me bullía, seguramente en otras circunstancias hubiera hecho una descripción más hermosa y elaborada de las vistas que contemplaba pero...estaba extraña, y creía volver a oír aquella voz llamándome. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, apuré mi vaso y fui a la habitación. Esta era muy amplía, con una cama grande, el armario empotrado quedaba en la pared de la puerta, pues era cuadrada, al lado izquierdo de la cama había una mesita, y en la pared de enfrente más hacía un lado había un tocador de madera, todo era de madera. La ventana que quedaba casi a los pies de la cama estaba entreabierta, el calor era agobiante y el sudor perlaba mi piel, quería ajustarla un poco y encender el ventilador pero me gustaba ver como la brisa mecía las transparentes cortinitas así que cogí una toalla y me dirigí al baño, estaba muy limpio, las tuberías de cobre resaltaban en aquel cuadro antiguo, abrí el grifo que hizo un ruido sordo y tras moverse a saltos empezó a escupir un líquido fangoso lleno de arena hasta que empezó a manar el agua limpia. Me metí dentro y dejé que el agua resbalara por mi piel, estaba fría y me relajaba, cerré los ojos y aspire el olor de las especies, la madera y las flores que se mezclaban con la arena pero cuando abrí los ojos estaba cubierta de un líquido rojo y viscoso, caliente, era sangre, estaba cubierta de sangre, teñida de rojo, salí de un salto de la ducha con un grito sordo y ahogado que se negaba a salir de mi cuerpo y me mire en el espejo, no había nada, estaba completamente limpia, las gotitas de cristal resbalaban por mi piel encharcando el suelo, cerré los ojos e intenté calmarme, seguramente lo habría imaginado, seguramente recordé las noticias y no era nada, empecé a secarme el pelo y cuando alcé el rostro al espejo una sombra negra cruzó la habitación en dirección a la ventana, me giré, no había nadie. Suspiré y me envolví en la toalla y juró que cuando miré el espejo, ahora empañado, ponía mi nombre que se alargaba por la acción del vapor hasta desaparecer. El corazón me iba a cien por hora, ¿me estaba volviendo loca o que? Salí del baño y cerré la puerta, no recordaba haber dejado ropa sobre la cama pero me puse las braguitas que ahí había y el escueto pijama de seda gris plata y me escurrí dentro de la cama como una niña chica.

Cuando recuperé el sentido común me alce y me dirigí hacía la terraza, apoye las manos en la barandilla hasta que de un golpe violento acabe con el culo en el suelo y un chichón, una tremenda explosión cercana hizo retumbar todo el edificio, el polvo del aire era irrespirable, olía a azufre, tosí y agarrándome a la barandilla me puse de nuevo en pie frotándome la cabeza. Salí corriendo de la habitación y me precipite hasta recepción.

__¿Qué demonios a pasado? – grite al recepcionista aún con la mano en la sien, todos los allí presentes me miraban con el mismo estupor.

__Esta sangrando señorita, déjeme ver su herida – respondió al fin el hombre que había junto al mostrador. Cogió una toalla de un carrito limpio y se acerco separándome la mano y aplicando la tela en el corte.

__No es nada – dije intentado averiguar cuando me había llevado a la butaca de mimbre y me había sentado. Él estaba frente a mí, olía como a eneldo, su piel bronceada brillaba al contraste del blanco de su traje y su turbante, su ojos eran negros como el abismo, al igual que sus espesas pestañas, era muy atractivo, y me daba la sensación que antes de bajar yo estrepitosamente, al igual que la poca gente que había hospedada, había interrumpido su conversación con el encargado.

__¿No está mareada?

__No de veras, estoy bien ¿Qué ha sucedido?

__Aún no lo sabemos, pero es posible que haya sido una replica que haya dañado algún conducto. Soy Abraham Abdelkader. Si lo desea le pediré a Atmani que nos acerque a ver a Madame Bianka.

__No es necesario, es muy amable – indique mirando extrañada como se quitaba la americana y me la ponía encima. Entonces repare en por que me miraban, iba demasiado destapada… me ruborice, de eso estoy segura porque sonrió.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora