Cap. 11

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Apenas pude pegar ojo,  pero no me importó, así vería amanecer, a las seis ya estaba en recepción con la bolsa apunto para emprender el viaje con Abraham y Azrrael, ellos no tardaron en aparecer, el primer tramo del camino lo haríamos en jeep, fuimos hablando la mayor parte del camino y así me entere de que mi tío y Abraham se habían conocido hacia años durante una expedición en la que Abraham le salvo la vida milagrosamente. Hacía un día precioso y el calor apretaba, a mediodía llegamos al siguiente stage, allí nos esperaban dos caballos, Abraham monto en un poderoso caballo de color marrón, tenía los ojos color miel y una crin brillante y trenzada al estilo del desierto, Azrrael se quedo con una yegua marrón con pintas blancas que respondía al nombre de Nube de azúcar era muy bonita pero yo esperaba que podría montar mi propio caballo pero no veía rastro de ningún otro animal hasta que por detrás de una duna a mis espaldas oí el relinchar de otro animal, me gire y de verdad creí que soñaba al verlo ahí recortado contra el cielo aguantado sobre las dos patas traseras, moviendo las delanteras al aire y la crin al viento al ejemplar más increíble que jamás había visto, su piel azabache brillaba como el fuego, agito el cuello y se acerco majestuoso hasta mi y me miro como si me estuviese estudiando y una vez me hubo evaluado agitó la cola, resoplo y bajo la cabeza hasta dejarla a mi altura, acaricié su frente y mirando a sus ambarinos ojos espere a que me indicara con un gesto que podía subir, una vez aceptó monte de un salto a su grupa, no llevaba montura alguna pero ya me estaba bien, una vez allí subida el animal avanzó elegante pasando al frente entre los otros dos y emprendió la marcha no sin antes frotar el hocico discretamente con Nube de Azúcar.

-Espero que sepa donde vamos por lo que es yo – reí mirando a los dos hombres que cerraban la fila.

-De eso puedes estar segura – sonrió Abraham – puedes estar orgullosa de que haya venido Blackfire para llevarte, en principio es el caballo del jefe de la tribu y por tanto nadie más tiene el privilegió de cabalgar con él.

-¿Entonces, como es que lo ha enviado?

-No lo ha enviado, él eligió venir querida, como ya puedes ver es un caballo muy peculiar.

-Es increíble.

- Tiene don con los animalitos – sonrió Azrrael.

-Menos con las serpientes y resto de bichejos…

-Es un pura sangre, sólo el gran Hat’Dor consiguió que lo aceptará. Capturaron a su manada cuando era muy pequeño, era tan salvaje que cuando intentaban domarlo se daño una pata, iban a sacrificarlo por imposible cuando mi abuelo que pasaba por allí lo vio tirando con fuerza de los hombres que intentaban arrástralo fuera del cercado para matarlo, entonces Hat’Dor se acercó a los hombres y tomando la cuerda clavo la mirada en la del animal, puso una mano en su frente y tras susurrar unas palabras en su oído este dejo de patear. Los capturadores estuvieron encantados de deshacerse del animal y ganarse un buen jornal así que se lo entregaron a cambio de la oferta de Hat’Dor, esa es la historia, Blackfire jamás fue domado en el estricto sentido de la palabra.

- Me siento alagada.

Sonreí y palmeé el cuello de mi montura y lo animé para que se diera una carrera si le apetecía, me sentí libre volando sobre su lomo con los brazos tendidos al viento, grite con toda la fuerza de mis pulmones descargando todo lo que llevaba encima y me propuse pasarlo bien y olvidarme de todo durante esos días, ellos también azuzaron a sus caballos.

- Es joven e impetuosa – sonrió Abraham

- Fresca, impredecible y alegre…

Blackfire al cabo de un rato permitió que nos atraparan y seguimos hasta que el sol empezaba a caer, Abraham nos guió hasta donde pasaríamos la noche, dejamos a los caballos a su aire y levantamos el campamento.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora