No. Puedo. Creerlo.

Él se encuentra con una sonrisa inocente mientras sigue mostrando el vídeo. ¿No le bastaba con que yo le contará mi vergonzoso problema, si no, quería verlo con sus propios ojos?

La cólera sube por mi cuerpo y sin pensarlo, llevo mi mano al collar sacándolo de golpe sin importarme el daño que me he echo y se lo lanzó a la cara con una furia inimaginable.

—¡¿Por qué me has grabado?! —pregunté gritando, histérica, él asustado se llevo una mano a la mejilla donde el collar había caído y dejaba la portátil a un lado—. ¿Qué querías ver, eh? ¿Para qué querías saber que mierda hacia yo? ¿Por qué lo hiciste? —pregunté nuevamente, pidiendo una explicación.
—Debía ver como era tu comportamiento.
—¿Engañándome?
—Yo no te engañe —se defendió.
—Si, lo hiciste, me regalaste un collar que tenía una cámara.
—¿Te lo hubieras puesto si yo te hubiera dicho siquiera de que se trataba? A todas las chicas que han venido a esta consulta se los he regalado y las he engañado, como lo hice contigo.
—¿Y ninguna a reaccionado como yo lo hice?
—No, eres la primera que me lo lanza a la cara —dice lanzándolo a un lado. Ahora me siento arrepentida, pero aún así, la furia seguía allí.
—¿Por qué lo hiciste?
—Ya te dije, para ver todo el problema con mis propios ojos, y lo vi, y me he puesto a analizar y pienso que estoy muy próximo a adivinar cual es el problema.
—¿Y cuál es tu hipótesis?
—Aun no puedo decírtelo, tengo que esperar aún un poco, no quiero estar diciéndote mentiras o decirte cosas al azar, quiero llegar al problema verdadero.
—¿Así que estaré contigo mucho tiempo más?
—Así es —respondió con una sonrisa.

Aquella sonrisa que realmente ya me estaba cansando. Tenía que haber probado mejor mi puntería y haberle lanzado justo allí el collar.

—Bueno, si ya pasamos un poco tu ataque de furia, me gustaría hablar de lo que sucedió anoche. ¿Por qué te has apartado de él si ibas bien? —mordí mi labio nerviosamente y suspiré.
—Cuando sentí que sus manos iban mucho más allá de lo que alguna vez alguien tocó, me puse nerviosa y tenía unas inmensas ganas de gritar.
—Pero eso no paso, pude notarte a traves de la cámara muy tensa.
—Lo estaba —dije mirándolo—. Y luego, cuando su mano me acarició mi... —junte los labios y reí ruborizada incapaz de decirlo. El Doctor Bieber rió divertido tomando mi mano.
—Soy un sexólogo _____, estoy acostumbrado a escuchar cosas que personas como tu encuentran vergonsozo, vamos dímelo. El primer paso es no tener vergüenza sobre lo que es normal.
—Cuando me acaricio por encima de las bragas —continúe—, supe que todo estaría mal y simplemente, hice lo primero que mi cuerpo respondió, pateándolo...
—¿Cuándo comenzaste a patear chicos? —tuve que entrecerrar mis ojos para mirarlo al escuchar el tono gracioso de su pregunta. Él se estaba burlando de mi situación— no me estoy burlando.
Contestó adivinando lo que estaba pensando, abrí mis ojos sorprendida.
—Hace unos, dos años —respondí.
—¿Por qué?

¿Por qué era que los golpeaba? Quizá porque me asustaba, ¿no? Su tacto me hacia poner los pelos de punta y como le había dicho ya, me hacia querer gritar desesperada como si algo malo me estuvieran haciendo.
—Su tacto me asusta...
—¿Por qué? —sigue preguntando.
—Porque me recuerda algo que marco mi vida —contestó sin ser conciente de mis palabras.

Su mirada cambia rádicalmente y puedo pensar que esta sorprendido. Al parecer, mis palabras, habían comprobado su hipótesis.

Su mirada esta fijamente en mi, él abre la boca y la cierra inmediatamente y se pasa una mano por el cabello.

—¿Qué es exactamente eso que marco tu vida? —pregunta susurrando, lento, con calma. Suspiró y me encojo de hombros.
—No lo sé —respondo, en un murmuro ahogado—. Ni siquiera se porque lo dije.
—Alguna cosa debe haber tras esas palabras ¿no?
—No lo se —repetí— quizá lo hay, pero no lo recuerdo.
—¿Puede ser que hayas sido violada? —pregunta, y mis ojos se abren al igual que mi boca, de asombro.
—¿Qué?
—La mayoría de las personas luego de ser violadas o tocadas contra su voluntad, presentan una fobia llamada Afenfosfobia, lo cual significa, practicamente, tu problema.
—Yo no he sido violada —chasque indignada— si fuera así, ¿no crees que lo recordaría y ya no seria virgen?
—La violación no quiere decir solamente actividad sexual como la conocemos comunmente, puede ser, como te dije antes, ser tocada contra tu voluntad.

Tocada contra tu voluntad. Sus palabras hicieron un eco en mi cabeza. Nuevamente ráfagas de recuerdos pasaron velozmente por mi mente. Gritos. Golpes. El suelo frío. La oscura habitación. La sonrisa de mi madre. Mi padre mirándome con los ojos llorosos. Mamá riendo junto a Frank. Sollozos de un hombre. La sirena de policia. La sensación de que todo estaba bien.

Sollocé llevándome una mano a la boca y luego a mi vientre. Frank. Su nombre resono en mi cabeza la cual comenzo a dar vueltas. Necesitaba aire, necesitaba aire rápidamente.

Justin se acercó a mi asustado y confundido, su mano toco la mía y aquel tacto me calmo. No salte, no me asuste, fue un tacto dulce que hizo que me sintiera bien.

—¿Qué pasa? —preguntó alarmado.
—Frank —susurre asustada— Frank —repetí sollozando incontrolablemente.
—¿Quién es él, ____? ¿Quién es Frank?
—Mamá —lloré como una niña asustada— no dejes que me toque, mamá.

Murmure sin poder controlar. La blanca habitación dejo de tener vida, las paredes se tiñeron de un color gris. La humedad y el frío me invadieron. El doctor Bieber desapareció. Todo desaparecio.

Mamá gritaba desde el piso de abajo, un golpe en su mejilla, tan fuerte que me hizo estremecer. La risa ahogada de Frank disfrutando su dolor. El placer de hacerla sufrir, el placer de verla retorcer bajo él.
—¡No! —su aguda voz en un grito retumbo en mis oídos— no le hagas nada, no a ella Frank, por favor, no a ella —suplicó sollozando. Él rió nuevamente y sus pasos se sintieron en la escalera.

Mi respiración se volvió densa. Corrí a un lado de mi cama, escondiéndome allí, como lo solía hacer. La puerta se abrió lentamente. Pude ver su silueta a través de la oscuridad. Su mano secando el sudor de su frente, despeinando su cabello mientras observaba la habitación buscando alguna cosa. Me encogí aún mas y aguante la respiración, asustada de que él la pudiera escuchar y encontrarme.

—¡Frank! No, Frank —mi madre toció, atragantándose con lo que podía ser su sangre— ven aquí y termina lo que comenzaste conmigo, por favor Frank, no le hagas nada.

Grité cuando sentí sus manos jalar mi cabello peinado en dos perfectas coletas a cada lado de mi cabeza. El pequeño oso de peluche calló al suelo, bajó mis pies.
Sus manos acariciaron mi cara, su sonrisa me hizo estremeder.
—Oh, _____, mi dulce _____—susurro besando mi cuello— pequeña y hermosa _____.
Sus caricias me hicieron pegar un pequeño brinco, grité, tratando de soltarme de sus brazos descontroladamente. Un gemido de dolor se escuchó fuera de la habitación. Sus manos, frías acariciaron mis piernas descubiertas. Sollocé una vez más moviéndome desesperada.

—No, Frank —susurre entrecortadamente, pronto, la luz reflejo en las paredes blancas, abrí los ojos y miré a mi lado, Justin estaba allí, mirándome confundido.
—¿Quién es Frank, _____? ¿quién es Frank?

Alguien que marcó mi vida, alguien, que no quería recordar.

Virgen a los 25Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt