—Rayla. Su nombre es Rayla. Pero si me permite, ¿porqué quiere saberlo?

—Porque es mi amiga—suspiró triste, sin más que hacer que aceptar que se trataba de ella—. Pero, ¡debe de tratarse de un error! ¡Ella no sería capaz de tantas calamidades!

Los mensajeros miraron a la regente. Por mucho caracter y temperamento que mostrase el príncipe en los segundos anteriores, seguía siendo un niño. Un niño carente de capacidad y edad para comprender todo lo malo de lo que eran capaces los seres vivos para sobrevivir.

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Presente

—Ha sido ella. ¡Ha sido ella! ¡Todo lo que ponía en las cartas era mentira!—chillaba el pequeño con la voz llorona.

Las lágrimas amenazaban la siempre optimista visión de Ezran. Ya había descubierto que había gente cruel y malvada, pero que incluso ella, la elfa en la que tanto confiaba, fuera así le rompía.

En cambio, su hermano escuchaba todo el relato sin expresión facial alguna. Parecía un cuerpo inerte que respiraba. No podía creerse que todo aquello era cierto. ¡Era imposible! Pero los elfos no mentían.

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La media luna brillaba en el cielo, con tanta fuerza como tal vez nunca antes. Era emisora de una llamada, un grito de dolor, un suplicio de auxilio. Era una luna amarga, y todas las criaturas conectados a ella podían sentirlo.

En la fortaleza de Lux Áurea se apagaban las luces, solo quedaba el círculo de fuego que que iluminaba y encarcelaba a la prisionera tan conocida, pero tan solitaria.

—Buenas noches, mi amor. No te preocupes, pronto saldré de aquí—susurró la elfa platinada con los ojos en la luna, con la esperanza de que tal vez su amado lo escuchara.

Sentada en el suelo, envolvió sus rodillas con sus brazos, debido al frío del cual ya nadie la podía proteger. Aquella idea la mataba, creaba un nudo en la garganta que la ahogaba. Estaba sola, sin nadie dispuesto a apoyarla. Involuntariamente, una lágrima resbaló por su mejilla. Inmediatamente guió su mano hasta ella, ocultando el rastro de su existencia. Miró a su única compañía, la luna, pero había llegado tan bajo que ya nada podía hacerla sentir mejor.

Se tiró hacia atrás tumbándose en el helado suelo, pero levantó su torso al notar las cuchillas que llevaba en la espalda. Una rápida idea pasó por su mente. Tomó sus armas y dejó una en el suelo. La otra, la tomó en su mano derecha y la abrió, recordando cuando intentaba quitarse la cinta que le paraba la circulación del brazo.

Dudó unos segundos. Tenía miedo, sí, pero solo era un problema para su hogar, y ya no le quedaba nada que hacer. Había perdido su batalla, y las heridas solo le hacían sufrir. Si era incapaz de actuar, ¿para que le servía sufrir?

Evitó todo pensamiento y lo hizo. Hizo un primer corte en su muñeca izquierda. Soltó un primer gemido, que no era provocado por el corte, sino por el inmenso dolor interior que sentía. Las lágrimas comenzaron a brotar junto a la sangre. Había iniciado un camino que ya nadie podía evitar. Miró a la luna, una figura apenas distinguible por las lágrimas que tapaban su pupila.

—Iywa..., Callum... —susurró a la nada antes de desmayarse.

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CALLUM

El viento invernal atacaba con ferocidad las ventanas del castillo, con el propósito de llevar el frío hasta sus habitantes.

Vagaba por los oscuros pasillos, aquellos que tanto dolor me causaban sin la presencia de mi padrastro. De pronto paré en un punto en concreto. Recordé el momento en el que una asesina élfica intentó matarme en ese lugar, y también recordé los besos que compartí con esa asesina.

Me sobé los brazos inútilmente en busca de alguna fuente de calor. Seguí mi camino hasta mi cuarto, pero, un poco antes de llegar, me paré ante una puerta ajena de donde provenían unos sonidos extraños. Me acerqué sutilmente, pero no sabía si mis oídos fallaban. Se escuchaba un llanto masculino, y para confirmarlo, pronto me di cuenta de que me hallaba delante de la cambra de Soren. Como la puerta estaba entreabierta, me atreví a echar un vistazo al interior, y si, era él, lamentándose por la perdida de su hermana.

Suspiré triste. Después de todo habíamos llegado a casa, pero, ¿de que servía eso, si no estaban las personas con las que se convertía en hogar? Desde que mi padrastro falleció, en el lugar solo reinaba la eterna tensión y penumbra. No había magia que quitase ese ambiente oscuro que se había generado, y que se esparcía por todo Katolis.

Me alejé de allí sabiendo que era lo mejor, y no tardé mucho en llegar a mi habitación. Allí, todo seguía como antes. El desorden era el mismo que antes de partir en el viaje que me cambió la vida, e incluso el dibujo que hice aquel día seguía delante. Nunca tomé el valor de guardarlo, supongo que porque no quería perder ese momento para siempre.

Me tumbé en mi cama con los brazos extendidos mirando el techo. Los pensamientos me abrumban, era incapaz de dormir. Tan solo ver la luna me llevaba a otro mundo. Otro mundo, que con todas mis fuerzas deseaba que se volviese realidad. Otro mundo lleno de magia, alegría, y sobretodo amor. Un mundo colorido, donde los dragones surcaban los cielos, y todos vivían en paz. Sueños, deseos que nunca se cumplirían.

Me levanté de mi postura. Miré la abierta puerta que me conducía al balcón, de donde la luz de la órbita podría traerme esos sueños, que al despertar me causarían aún más dolor al no ser realidad. No pude evitarlo, me dejé llevar por la llamada. Una melodía resonaba en mi mente, una melodía que ni siquiera podía escuchar, o imaginar. No sabía de qué se trataba, pero estaba convencido de que algo me llamaba. No me di cuenta en qué momento fue en el que comencé a hiperventilar hacia la luna, y una corriente de frío me alcanzó. Sentía una punzada en mi pecho. Una corazonada me decía que algo malo estaba sucediendo, que alguien me necesitaba.

Me dí cuenta de la estupidez que era estar en el balcón en una noche nevada, así que decidí borrar todo eso de mi mente y volver a dormir. Cerré la puerta del balcón, cuando me di cuenta de algo sorprendente. Al girarme, vi que algo en la mesa comenzaba a brillar en un tono azulado. Me acerqué cuidadosamente, y vi que se trataba de una pluma, la pluma de Fefe. Estaba renaciendo.

Recordé las palabras de Ezran: "cuando llegue el momento, renacerá". Eso significaba que estaba en lo cierto, algo raro estaba sucediendo. La luna estaba llamando al fénix, al igual que, de alguna manera, me llamaba a mí también.

El resplandor que emitía la pluma no duró mucho. En apenas unos segundos comenzó a ser más leve, hasta finalmente apagarse. Fefe no había tenido fuerzas suficientes aquella noche para renacer, posiblemente debería esperar hasta luna llena.

No podía hacer nada. La oscuridad reinaba el cielo, lleno de nubes que tapaban las estrellas. La única persona en la que era capaz de pensar era Rayla. Estaba preocupado. Temía de que, tal vez sea ella la que esté en algún problema, pero desde allí era inútil mi preocupación. Lo dejé de lado y me volví a tumbar en mi cama. El deseo de volver a ver esas personas que amo me invadió. Echaba tanto de menos a mamá, al rey, y a ella... Me di cuenta de que, hay cosas que por mucho que nosotros queramos alterar, fluirán según el tiempo lo dicte. Cualquier tipo de esfuerzo es inútil, cuando se trata de los caminos del destino.

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¡Holaa a todos! Ante todo, quiero dar las gracias a todas las lecturas y votos que ha tenido el fanfic en apenas dos semanas, contando solo el primer capítulo. También quiero disculparme por la demora, pero digamos que tuve una semana intensa tanto en exámenes como emocionalmente, que supongo que se notará un poco en lo escrito en esta parte. En fin, espero que os haya gustado, y también espero no tardar tanto para escribir el siguiente capítulo.

¡Hasta pronto! 😊❤️

Lena Virán

[TDP] Rενσʟυcıσ́пDonde viven las historias. Descúbrelo ahora