III

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Estoy huyendo.


Huyendo del calor por miedo a acostumbrarme.

Huyendo del sol por miedo a enamorarme.

Huyendo simplemente para no quedarme.


Creo que siempre he sido invierno.


Y ahora que corro el riesgo de descongelarme me doy cuenta cuento hielo he cargado.

Me doy cuenta que mi piel no es la que yo creía.

Que los latidos de mi corazón se han vuelto huecos hace años.


El sol me está mirando.


Y quiero mirarlo de frente para demostrar que no estoy aterrada.

Que el temblor de mis manos es solo un capricho.

Que los crujidos que se escuchan no es el hielo quebrándose.


Creo que estoy enloqueciendo.


Y tal vez este calor es ficticio.

Tal vez este sol no es más que un espejismo de una persona desesperada.

Tal vez hace mucho tiempo sé que todas mis lagrimas caen congeladas.


Tal vez todos estamos locos.


Y nos creamos veranos ficticios cuando afuera el mundo se desase en lluvia.

Nos imaginamos calores que no existen mientras nuestra piel se congela y los labios se vuelven azules.

Tal vez por eso volvemos siempre a los brazos del otro.


Tal vez buscamos calor.


Y jugamos a ser inconscientes de como el frió nos penetra en los huesos.

Como las noches de sabanas enredadas no son más que un oasis momentáneo.

Como la temperatura que se eleva por minutos vuelve a estallar en gotas heladas.


Tal vez aprendí que el sol es un espejismo.


Y que el roce de otro cuerpo no descongelara todos los rincones.

Que el calor de otro suspiro solo ayudara a empañar más los vidrios.

Y que después de tanto tiempo... Los espejismos son lo más peligroso.


Porque rodeados de frió, creer en el calor solo te llevara a la locura.

Invierno para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora