𝐭 𝐡 𝐫 𝐞 𝐞.

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A la gran velocidad que avanzaban parecía que Rubius ansiaba ver a alguien y él iba a romperse los tobillos con todas las veces que se había tropezado en un par de minutos. A diferencia de él, el cura parecía muy familiarizado con todos los árboles que evitaba rápidamente y las rocas en las que se subía sin problema para llegar a la cima de la montaña.

Poco tiempo después pararon y Auron alzó la vista (ya que no había parado de mirar el suelo durante toda la caminata). Frente a él había una mansión enorme con una decoración excepcional.

— ¿Esta es tu casa? — ante la pregunta de Auron, Rubius negó mientras reía.

— Es de Vegetta, un amigo — al decir el nombre, el cura sonrió bobamente.

Parece que lo que se dice amigos no son.

Tras eso, Rubius llamó a la puerta y nos abrió un chico muy adorable con gafas, que al ver al cura no pudo evitar abrazarlo.

— ¡Rubiuh! Llevaba sin verte mucho tiempo — el cura aceptó el abrazo y rio levemente.

— Mi Mahe, ¿qué tal con Lolito? — el cura le dio un beso en la mejilla.

Auron no podía sentirse más fuera de lugar en ese momento, ese par de amigos tenían un vínculo muy especial. Le recordó al suyo Isma, aunque no creía que tuviese muchas semejanzas. El tal "Mahe" miró a Auron cuando terminaron su conversación sobre un chico llamado Lolito.

— Eres nuevo, ¿verdad? Nunca te había visto por aquí — le regaló una amplia sonrisa y el del piercing asintió.— Mi nombre es Mangel, encantado.

— Igualmente, mi nombre es Auronplay, pero puedes llamarme Auron — el chico de gafas asintió y le dio un abrazo que Auron tardó unos segundos en corresponder por la impresión.

Cuando se separaron, Mangel se despidió con una mano y se acercó a un chico de cabellera naranja que Auron supuso que era Lolito. Rubius le guió por la casa para presentarle a los demás.

Esa casa por dentro era la misma perfección. Todo estaba puesto en el sitio adecuado, el suelo relucía a pesar de estar en una fiesta y la temperatura era perfecta. Pero lo que más le llamó la atención fueron los cuadros que había colgados en las paredes, eran todos de la misma persona con poca ropa (y si la tenía). Supuso que era Vegetta, el dueño de la casa.

Este tío está mamadísimo.

Raúl salió de sus ensoñaciones tras un grito de parte de su acompañante.

¡Auron! Deja de mirar a mi Vegetita, que te reviento — el de ojos verdes parecía decirlo en broma, pero se notaba a leguas que le molestaba.

El del piercing rodó los ojos antes de ser arrastrado a otra habitación que parecía ser la cocina. Como toda la casa, estaba impoluta y con un buen ambiente por parte de los invitados. Rubius se acercó a un grupo de cuatro personas que no paraban de reír con algo que había dicho segundos atrás un chico con gorro verde y cabellos blancos.

— A veces no sé si reírme o llorar con tus bromas, Willy — un chico con careta de búho habló mientras pasaba un brazo por los hombros del chico de cabellos blancos.

— ¿Pero qué dices, tonto? Si las... — no terminó de hablar porque vio a Rubius acercarse a ellos y levantó una mano saludándole.

Cuando el cura llegó con los demás, empezó a saludar con abrazos y gritos. Los chicos que había en el grupo le correspondían con casi más ímpetu que el propio Rubius (hasta un chico de prendas moradas se lanzó sobre él). Auron solo reía a mas o menos un metro de ellos, la situación le parecía bastante graciosa. Al acabar de saludar de esa forma tan enérgica, el cura se acercó otra vez a Raúl y le obligó a meterse en el grupo.

— Chicos, este es el nuevo integrante de los exteriores de Karmaland — pasó un brazo sobre el hombro de Auron y este sintió que una mirada le trataba de asesinar. — Se llama Auron y aunque es un poco borde, es majo.

Raúl miró mal a Rubius y le dio un puñetazo en el hombro.

— No soy borde — se escuchó de fondo un susurro del cura soltando un "ya, claro" mientras se tocaba la zona afectada por el puñetazo. El grupo de chicos rio levemente.

— Para este imbécil todos somos unos bordes, no le hagas ni caso — habló el chico de cabellos blancos mientras estiraba una mano amablemente. — Me llamo Willy, encantado tío.

Raúl aceptó el saludo con una sonrisa, dando a entender que él también estaba encantado de conocerle. Parecía un tío muy agradable.

— Yo soy Fargan — el chico de máscara habló con una gran sonrisa y abrazó por los hombros a Willy. — El novio de este pringao' — el de gorro verde se sonrojó y el de careta le dio un cariñoso beso en la mejilla.

El del piercing sonrió enternecido ante el par de chicos. Una tos le hizo posar la mirada sobre el creador de esta. Era el chico de los cuadros y por lo que supuso el tal Vegetta. Era alto y estaba bastante fuerte, pero lo que más resaltaba en él eran sus grandes e imponentes ojos morados.

¿Tú eres el nuevo psicólogo? — Raúl asintió ante su pregunta y el de ojos morados hizo una mueca. — Me parece una buena idea, todos necesitamos un psicólogo. Pero... ¿no sabes colocar un cartel centrado? Porque me ha puesto muy nervioso cuando he pasado por tu casa esta tarde — el del piercing retuvo la risa en lo más profundo de su alma, aunque fue difícil no reír. ¿Qué le pasaba a la gente en esa ciudad?

— Lo siento, tío. Necesitaba echarme una siesta — el dueño de la casa asintió ante la disculpa del nuevo en el pueblo.

— No pasa nada, pero agradecería que lo colocases mejor — Raúl aceptó aun sabiendo que no lo haría. — Me llamo Vegetta, por cierto.

Auron le sonrió y se giró hacia el chico al que le faltaba presentarse.

No podía ser posible.

Esos ojos oscuros, ese pelo más largo de lo común y esa sonrisa sólo los había visto en una persona...

— Borja...

Tenía delante suyo a Borja Luzuriaga, la única persona a la que le había entregado todo, la única persona a la que había querido de verdad.

A su jodido ex.

— Cuánto tiempo, Raúl.

pasado común | luzuplay.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz