𝐭 𝐰 𝐨.

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El incesante sonido del timbre de la casa del nuevo integrante de Karmaland le despertó de golpe. Raúl se había acojonado, esa nueva ciudad no le inspiraba mucha confianza. Después de desperezarse, miró la hora en su teléfono móvil. Las ocho menos cuarto.

¿Quien cojones le había despertado tan temprano? Si no conocía a nadie todavía...

— Juro que como no sea algo importante me lio a hostias — se levantó de la cama y sin siquiera ponerse una camiseta, subió las largas escaleras lentamente mientras el sonido del timbre perforaba sus tímpanos duramente. Al llegar a la superficie abrió la puerta con mal humor.

Frente a él se encontraba un chico bastante más alto que él con una careta de oso pardo y una sudadera blanca. Aun analizándolo lentamente no dejaba de pulsar el timbre.

» ¿Podrías dejar de tocar el timbre, por favor? Sólo si tú quieres eh — preguntó el del piercing con un tono pasivo-agresivo y una ceja alzada. Al ver que el chico de máscara no paraba, volvió a hablar. Pero esta vez a gritos.— ¡Para ya, subnormal!

El chico misterioso soltó una carcajada exageradamente estruendosa tras parar el incómodo sonido. Después se sacó la máscara dejando ver su rostro. Tenía el cabello algo largo de un color castaño claro, unos ojos verdes y una piel muy pálida en comparación a la suya que resaltaba todas las cicatrices y marcas que tenía.

— Vaya cara has puesto — el chico volvió a reír. Raúl rodó los ojos.

— ¿Y tú quién coño eres? — Auron se cruzó de brazos y el otro chico dejó de reír tras toser levemente.

— Disculpa mi falta de educación, tío. Mi nombre es Rubius y soy el cura de Karmaland — le sonrió levemente. Raúl unicamente podía preguntarse qué clase de nombre de mierda era ese.— Espero que nos llevamos bien y vengas a la iglesia a confesarte cada vez que hagas maldades.

¿Maldades? Raúl nunca había hecho nada más malvado que echarle sal en la leche a su hermana pequeña, algo más fuerte era castigado duramente en Pacificland con cárcel o multas. ¿Aquí lo único que había que hacer era confesarse a un tío con careta de oso? Normal que todo estuviese como el día anterior había visto en esa ciudad.

¿Cuándo decidí mudarme aquí? Debería comprar torretas. Tenía muchas preguntas que hacer, pero decidió ir a lo fácil.

— ¿Has venido hasta aquí para eso? — Rubius negó con la cabeza rápidamente y sacó de su espalda una jaula con un pato muy conocido para Raúl. Era su mascota e hijo Frederick.

— Me han encargado traerte esto ya que Luzu está ocupado con su campaña para la alcaldía. Es la mejor persona que hay en esta ciudad — el cura le dio la jaula y Raúl al tenerla en sus brazos la abrió y sacó a Frederick. El pato se quedó a un lado de su dueño.— Creo que es la primera vez que veo a un pato ser tan obediente, ¿cómo lo has hecho...?

— Raúl, me llamo Raúl — Rubius hizo una mueca.

— Todavía no te has registrado en el ayuntamiento, ¿verdad? — el del piercing miró sin comprender la razón de esa pregunta al cura.— En esta ciudad no se pueden repetir los nombres, son únicos para cada persona. Y ya hay un Raúl.

Rubius miró la hora en su teléfono móvil.

» Se me hace tarde y tengo que ir a la iglesia, luego vengo y hablamos otra vez.

Raúl iba a decirle que no hacía falta, pero el cura en pocos segundos había desaparecido de su parcela.

— Vaya sitio y vaya gente más rara, hijo — dijo a Frederick mientras que volvía a entrar a la casa con el pato en sus brazos.

pasado común | luzuplay.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz