quatre

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—Buenas noches, Al— Lo saludó su jefe.

—Buenas noches, Luci— Aún un poco enojado, no dijo otra palabra más.

El rubio suspiró, sentándose en su oficina a ver los minutos pasar. No había mucho que hacer si el menor no quería hablar con él.

Alastor se hizo un café y miró hacia la puerta, como solía hacer, para que Ángel no lo sorprendiera al entrar a los gritos y corridas.

Se quedó mirando hasta que su café se acabó, extrañado. Su compañero siempre venía temprano para prepararse y hablar con todos.

Sorprendido, pero para nada triste, decidió esperar que el actor no viniera a la grabación.

Se sentó en su silla, sin dejar de observar la puerta. El reloj marcaba las 11:53, pero la aguja parecía moverse más lento de lo normal.

Era todo tan silencioso, como lo era antes de contratar a Dust. Hasta podía escuchar el agua de la cafetera hervir.

El ruido de una puerta abrirse lo sobresaltó, causando que se diera cuenta de que se había quedado colgado mirando a un punto fijo. Inmediatamente dirigió su atención a la entrada, y vio la gran cabellera rubia a la cual se había acostumbrado.

Pero ya no estaba perfectamente peinada, y su cara no estaba decorada con mascarilla y sombra de ojos. Ni siquiera llevaba uno de esos aretes con cadena que tanto le gustaban.

—Hey— Dijo, sin saltar o sonreír.

—Buenas noches... —su jefe estaba por seguir su oración, pero al mirarlo, abrió los ojos, casi sin reconocer al hombre— ¿señorito? ¿Se encuentra bien?

Su cara no demostraba ningún signo de estar cansado, era pura seriedad. Lo que hacía difícil la tarea de adivinar lo que pensaba.

—Me siento perfecto— Apoyó su gran buzo rojo en la mesa de la esquina, yendo a sentarse sin saludar al francés.

Y el castaño tampoco lo hizo, esperando a la señal en la pared para ir al aire.

—¡Buenas noches, queridos oyentes!— No se esforzó en mencionar al menor, sabiendo que gritaría su nombre en cualquier momento.

Pero no lo hizo. No habló hasta que le dió la palabra, haciendo que la grabación resultara más aburrida, por más que el locutor no quisiera admitirlo.

Pasaron los minutos sin ninguna palabra por parte del más bajo, causando que Alastor comenzara a hartarse de ese comportamiento.

—Pues parece que ese perro no tiene los tornillos ajustados, ¿no lo crees?— Comentó, obligándolo a responder.

—No más que tú— Murmuró, mirándolo con sus cejas fruncidas.

Hubo silencio, pero esta vez por causa del castaño.

—Disculpa, pero eso no fue muy amable de tu parte— Respondió entre dientes, sin abandonar su sonrisa.

—¿En serio? No debí darme cuenta debido a mi bajo intelecto.

Eso lo confundió un poco, pero tan rápido como entendió la situación, rió de lo absurdo que era.

El contrario alzó una ceja, ofendido. Alastor soltó una última risa y volvió a mirar al micrófono, sin notar al chico junto a él y a su enojo.

—Como sea, seguimos con el reporte— Ignorando a su compañero, habló sobre la semana.

Se preocupó mínimamente por Ángel hasta llegar al corte musical, en el cual debió sacarse los auriculares y mirarlo.

Él apretaba la mandíbula, teniendo los brazos cruzados y el cuerpo tensado.

—No puedo creer que hayas dicho eso, en radio pública— Se dignó a decir, sin moverse de su asiento.

—Por favor, era obvio el desagrado mutuo— Sonrió, sin molestarse en tratar de ser sutil.

Ya había tratado por dos meses.

—De hecho, no —sus brazos se descruzaron, colocándose en su cadera—, me caías bien, incluso te consideré un amigo.

El castaño enfocó su vista en los ojos del rubio, notando las lágrimas que se formaban lentamente.

—Patético— Susurró, lo suficientemente alto como para que Ángel escuchara.

Y con eso, el italiano se levantó y lo miró, intentando no llorar.

—Usé mi horario libre para escuchar tus podcasts, llegaba temprano para asegurarme de practicar bien los temas y que no te enojaras conmigo, ¿y aún así creías que no sentía algo contigo?— Sin dejarle lugar a respuesta, corrió hacia el baño y cerró la puerta con fuerza.

El francés no supo como tomarse esa última oración, así que simplemente se acomodó la ropa y se peinó el cabello con las manos.

Acostumbrado a escuchar a personas enojadas y llorando frente a él, no había mucho que le importara.

Ángel podía ser otra víctima, tal y como siempre quiso.

El nombrado tardó un poco en volver, a un minuto de terminar con el corte, sentándose en su silla sin decir palabra.

Sus ojos estaban rojizos, pero aún así parecía presentable.

Al menos ya no debería fingir amistad y amabilidad con el menor. Definitivamente afectaría la popularidad del podcast, pero no lo suficiente como para arrepentirse.

Rodó los ojos al recordar lo inmaduro que era Ángel y siguió la grabación, seguro de que el rubio no podría resistir ess actitud por mucho tiempo.








...

¿Será lo que Ángel sentía amistad, o amor? 🤔🤔

Dea.

El planetario de Uruguay es un asco jajs.

Si hay algo mal, diganme porfa.

Syko on the track.

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