capitulo dos

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Aunque no llore,
me duele.
Aunque no te hablé,
te pienso.
Aunque no te busque,
te extraño.
Aunque no lo diga,
te quiero.
                     Candidman.

Albert, se sentía desconcertado, por la actitud que estaban tomando Candy y Miena. Ante la negativa de su partida, provocando que el rubio comenzara a exasperarse y tomara una postura seria.

- ¡No señoritas! – enfurecido exclamo. Albert volvió su vista a hacia él carga equipaje - mozo deje ese equipaje en su lugar y ¡no bajen el auto!

George y Albert, cruzaron unas miradas cómplices, el castaño agradecido por la distracción de la perrita, tomo ventaja dándole un fuerte empujón, haciendo que esta entrara al vagó. El rubio le dio alcance a Candy, la tomaba firmemente del brazo. Pues la rubia instantes atrás había corrido rumbo a la salida, siendo atrapada por Albert a medio pasillo.

Exasperado Albert por la situación, tomo a la pecosa por los hombros. Mirándolas con furia le dijo: ¡pequeña! en tus manos esta tomar la decían de ser feliz o seguir llorando por el pasado; es momento de que luches por nuevas cosas, conocer nuevas personas y encontrar nuevos caminos

Candy y Albert se encaminaron hacia la puerta del vagón. Ahí el rubio deposito un tierno beso en la frente de su pequeña. Candy, coloco su mano en la mejilla de su amigo y le regalo una triste sonrisa.

- veras que todo saldrá bien – Albert, le susurro al oído a Candy. Rápidamente poso un beso fugas en la mejilla de la rubia, pues el tren comenzaba su marcha.

Ya dentro del vagón Candy y Miena, los miraban con tristeza. Albert, comenzó a agitar su mano en señal de despedida. El tren fue tomando velocidad y Candy miraba como su ciudad comenzaba a quedar atrás.

[ Y si me busca no estaré] pensaba la rubia – ¡ja! tú se lo prohibiste recuerdas – la vos de su conciencia, ya le era algo molesta. La rubia se dirigió a su camarote y dejo de cuestionarse. No tenía ganas de hablar con su propio juez.

- ¡Espero no tarden mucho en encontrar sus pasos! – Las vos de George, llevaba un tono cargado de preocupación.

- George ¿crees en las casualidades? – pregunto el rubio, divagando en sus pensamientos. El castaño, por primera vez se tomó la libertad de sonreír plenamente. Moviendo la cabeza algo incrédulo y puso en marcha el auto

El viaje en tren era largo y Miena ya se encontraba algo inquieta. Candy, al mirar la hora decidió ir al comedor, al abrir la puesta Miena salió a toda prisa de camarote y corrió por el enorme pasillo del vagón. La gente se arrinconaba, puesto que Miena era una perrita de tamaño grande y amedrentaba a los pasajeros.

Miena, al sentir el fuerte tirón de su collarín se detuvo. Candy, a toda prisa se aproximó y coloco la correa. Al levantar el rostro para agradecer a la persona, sus ojos esmeraldas se encontraron con el apuesto caballero que la había auxiliado.

- ¡muchas gracias caballero! – la pecosa, se encontraba nerviosa y muy ruborizada

- No fue nada linda, solo trata de mantener a esta chica tranquila – el caballero, sin dejar de mirar a la chica, se inclinó y acaricio la cabeza de Miena. Cuando sus miradas se encontraron, musito unas hermosas palabras con una vos ronca y varonil – es linda, muy linda. Como la misma luna

Candy, se estremeció al escuchar aquellas palabras. Sin más giro para regresar a su camarote.

- ¡Lewis! ¡Lewis Dunnes! y fue un placer señorita – el apuesto caballero, intento presentarse.

Mientras que ah Candy, se le había perdido todo tipo de educación, pues apresuro su paso alejándose como torbellino del lugar.

Con las manos temblorosas, Candy abrió la puerta de su camarote. Se introdujeron en el, aseguro la puerta; pareciera que fuese perseguida, por una banda de delincuente. La rubia se sentía con el pulso acelerado, los latidos de su corazón, golpeteaban fuertemente en su pecho.

Para mi Amiga MienaWhere stories live. Discover now