1. Un tiempo de cambios

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Callum no pudo evitar abrir sus ojos como platos. ¿Qué quería Soren con eso? ¿Acaso estaba enfadado? Él nunca fue un tipo sentimental, así que toda aquella charla era tan sorprendente para el castaño como te lo puede resultar a tí.

—La verdad es que no te entiendo—esquivó su mirada algo ruborizado por el tema, rascándose la nuca.

—No seas tonto, hay algo entre tú y Rayla, ¿no es así?—le dió un leve codazo con una sonrisa pícara. Aquello estaba saliendo mejor de lo que el menor esperaba.

—¿De donde sacas eso?—rió nervioso jugando con sus dedos, ya que recordaba la promesa que le había hecho a Rayla—. ¿Qué te hace pensar eso?

—Como decía, se te nota a cien metros —explicó el rubio, orgulloso de su observación.

Callum no hizo más que fulminarle con la mirada. Aquella conversación estaba durando más de lo deseado.

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—¡Venga Cebo, tenemos que llegar a la reunión! ¡Sal de donde estés!—gritaba un pequeño moreno por los pasillos del castillo. Aunque sus gritos no duraron mucho, ya que pronto distinguió unos rayos de luz que procedían del interior de una armadura de decoración—. Se te sigue dando fatal—rió tras sacar a su criatura de la armadura, quién soltó un gruñido como respuesta.

El joven corrió por los pasillos con su amigo en brazos, emocionado pero aburrido a la vez, ya que se trataba de una reunión con los mensajeros de Xadia. No era nada extraordinario aquello, de hecho se solía repetir mensualmente ya que ambos reinos tenían un comercio impecable, y siempre necesitaban algo que ellos no, pero el otro sí tenía. Aún así, sabiendo las pocas posibilidades de que eso sucediera, Ezran siempre tenía esperanzas en que en alguna de esas reuniones se encontraría con su vieja amiga elfa, y cuñada, de hecho.

Aquella vez tampoco fue fuera de lo común, pues el príncipe al llegar a su destino tuvo que tomar consciencia de que aquella vez también tendría que escuchar aburrido las charlas de los adultos, ya que, por mucho que se esforzara, la mitad de lo que se hablaba era casi incomprensible para él. Lo único que podía hacer era jugar con Cebo.

Hace diez meses, tras volver de su heroico viaje, Ezran tuvo que nombrar un regente. No por obligación, sino que él se negaba a gobernar hasta que no sea algo más mayor. Todos respetaban su decisión, pero a la vez se sorprendieron de que el heredero haya elegido a Opeli. Menos Corvus, quién tal vez estaba implicado en aquello. El único que no parecía estar contento de la situación era Saleer, a quién, tras la batalla de la Aguja del Trueno, arrestaron por favorecer y cooperar en un golpe de estado.

Ezran no podía evitar horrorizarse por todo lo malo que eran capaces de hacer los humanos. A veces pensaba que los elfos estaban en los cierto cuando decían que los humanos eran unos monstruos. Pero, ellos también tenían sus asesinos, ¿no? Como niño le resultaba difícil comprender que no todo lo correcto traía buenas consecuencias, y que no todo lo correcto parezca serlo. Pero entonces ¿cómo puede uno saber que debe hacer? Esas eran preguntas que le superaban y frustraban, pero siempre atento a las diplomáticas decisiones de su regente estaba dispuesto a aprender.

—¿De veras no hay manera de convencer a otros clanes de un tratado de paz?—preguntó Opeli.

—Me temo de que no—informó un elfo del Cielo—. Los clanes de elfos de Fuego y Cielo somos los únicos que pueden siquiera plantearse la idea. Tal vez tengáis una posibilidad con los elfos Sangre de la Tierra, pero será bastante costoso.

[TDP] Rενσʟυcıσ́пTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang