Roses

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Mischa se sentía frustrada, una vez más su hermano miraba de lejos a Will.

Hannibal parecía suspirar corazones cada vez que el niño de ojos azules cruzaba por su camino a cada hora del día, y a pesar de que Will era su mejor amigo y resultaba imposible que se enojara con él, aún no se atrevía a decirle sus sentimientos.

—Dile —repitió una vez más en esa tarde, Hannibal pareció hacer una mueca en desacuerdo.

—No puedo

—No se enojará si lo haces, Hanni —el mayor sonrió antes de abrazar a su hermanita. Habían pasado por espantosas experiencias en el pasado, y aún así seguían de pie, juntos.

Primero la huída de su hogar, el refugio, la muerte de sus padres, la temporada en manos de aquellos hombres que los torturaron a base del hambre y el momento que más les marcó. Cuando Mischa casi fue devorada.

De no haber sido rescatados en ese mismo instante, estaban seguros de que la historia se volvería más trágica de lo que es. Para Hannibal, Mischa era su adoración y lo que más amaba en su corta vida; de haberla perdido, dudaba mucho de haber podido mantenerse cuerdo.

Afortunadamente, los últimos de la dinastía Lecter estuvieron a salvo dentro del orfanato, donde conocieron a Will. Un niño de origen estadounidense que fue abandonado por su padre en un barco hacia Londres, en busca de que tuviera una mejor vida y que desafortunadamente llegó en un momento crítico, terminando en Lituania después de años de huída. Ambos niños habían simpatizado a las pocas horas, causando unos ligeros celos en la pequeña por tener que compartir a su hermano, hasta que pudo acostumbrarse a la presencia del nuevo y llegando a considerarlo su amigo también.

El hecho de que Will estuviese allí para cuidar de ellos luego de las calamidades que los persiguieron influyó mucho en la decisión de su tío, quién luchó por la adopción de este debido a sus sobrinos. A partir de ese momento, William se había convertido en parte de su familia.

Volviendo a la actualidad, allí estaban nuevamente ambos pequeños de noble linaje observando hacia la figura de su amigo, quién jugaba con el perro que Lady Murasaki se había visto obligada en adoptar para ellos, en lo que no sospechaba nada acerca de los sentimientos de Hannibal.

—Hanni —volvió a llamar la pequeña de nueve años —Dile

El adolescente suspiró.

—Tal vez luego.

Pero Mischa sabía que no lo haría, por lo que supuso que ella tendría que tomar decisiones por si misma para ayudarles.

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—¿Mischa? —Will sonrió antes de abrir sus brazos y recibir a la niña en su habitación, cargándola en cuanto esta corrió a sus brazos —¿Qué ocurre pequeña?

—Hay algo que quiero que veas —murmuró por sobre el hombro de su amigo, el muchacho la bajó y ella le tomó de la mano para así guiarle hacia el patio trasero de aquel castillo que se había convertido en su hogar hace un año.

Llegaron hasta un rincón oculto entre los árboles, donde se asomaba una fuente de agua desgastada como la que poseían en su casa en Lituania, y bajo los últimos rayos de sol, las luciérnagas se reunían alrededor de ellos.

—¿Mischa? —otra voz se hizo oír, Will volteó encontrándose a Hannibal, quién parecía igual de confundido al verle allí —¿Will? ¿Qué haces aquí?

Estuvo a punto de responderle que acompañaba a la niña, pero sorpresivamente Mischa ya no estaba a su lado.

No hicieron falta muchas palabras para que Hannibal se diera cuenta de la intención de su hermanita al citarlo allí al mismo tiempo que Will, cerró sus ojos asegurando para si mismo que la pequeña estaría en problemas.

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