—Hola, cariño —la voz preocupada de Anne llenó la línea al instante—... ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

—Hola, mamá —Harry sorbió con parsimonia, rascando su nariz mientras echaba un vistazo desinteresado al tráfico en la carretera frente a él—. Estoy bien.

—¿Dónde estás?

—En la calle —fue todo lo que respondió, sin molestarse en dar más explicaciones de las que su madre probablemente quería.

Ella pareció barajar la opción de hacer más preguntas respecto a cuál había sido su paradero durante las últimas doce horas, pero terminó soltando un suspiro y simplemente lo dejó pasar.

—¿Te apetece venir a comer a casa? —le preguntó—. Tu padre está haciendo costillas de cerdo.

Siendo honestos, no.

No le apetecía en lo absoluto escuchar como su padre le echaba esa bronca que aún tenía pendiente por haber celebrado sus primeras horas de mayoría de edad casándose en Las Vegas con un desconocido, y mucho menos le apetecía responder las preguntas que su madre iba a hacerle respecto a lo evidentemente pillado que estaba de ese desconocido.

Prefería quedarse en esa triste parada de autobús, olvidar a todo el mundo por un momento y dejar que la vida pasase sin él durante un rato.

Pero eran sus padres. Puede que no le debiese explicaciones a su madre, pero la quería lo suficiente como para dárselas, y puede que su padre no fuese el más dedicado cuando de hijos se trataba, pero cuando cocinaba su comida favorita significaba que estaba preocupado.

—Está bien, en media hora estoy allí —fue lo que terminó respondiendo, levantándose a duras penas de aquella parada de autobús y comenzando a caminar hacia la línea de metro que llevaba a casa de sus padres.

Justamente media hora después, Harry estaba tocando al timbre, con la misma ropa del día anterior y la camisa completamente abotonada para ocultar la pequeña marca en su cuello que había descubierto al mirarse en el espejo del ascensor. El pelo lleno de enredos que de vez en cuando trataba de deshacer con sus dedos, y la sensación de los toques de Louis aún demasiado presentes sobre su piel.

Ni siquiera se había duchado y estaba dejando un beso en la mejilla de su madre, pero bueno.

Lo evidente que resultaba el hecho de que había tenido sexo dejó de ser uno de sus principales problemas cuando intentó pasar al interior de aquella casa y su madre se lo impidió para avisarle de algo.

—Escucha —ella posó una mano sobre su brazo, apretando con cierto cariño y mirándole con nerviosismo—. Antes de decirte nada quiero que sepas que le dije a tu padre que esto no era una buena idea, pero...

La mirada de Harry se alzó sobre el hombro de su madre al instante, repasando desde la puerta lo poco que llegaba a ver del interior de aquella casa. Ni siquiera sabía qué estaba buscando, pero sus instintos le decían que ahí adentro no había nada que quisiera encontrarse.

—... tu padre insistió en llamar a Andrew y a Madison para invitarles a almorzar y... ellos han aceptado.

Harry volvió a mirar a su madre al instante; inexpresivo por fuera, jodidamente indignado por dentro. Lamió sus labios y los mordió en el proceso, intentando que ellos no escapase ningún comentario más agresivo que pasivo respecto a la traicionera encerrona que sus propios padres le habían tendido.

—¿Está Elliot? —fue todo lo que preguntó, consiguiendo que su madre sacudiera su cabeza.

—No.

Así que Harry asintió para sí mismo, pasando una mano por su cara para ahogar un suspiro en ella.

—Está bien. No importa —dijo, haciéndose paso al interior de la casa cuando su madre se echó hacia un lado.

Vegas LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora