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—¡Hey, Axel! ¿Qué haces hablando con la rara? —intervino uno de mis supuestos amigos en aquella ocasión.

Había logrado que me mostrara todos sus dibujos. Había admirado con atención cada una de sus obras. Me tomó tantos días lograr que se abriera conmigo.

Luego llegó él y de nuevo se retrajo en esa mueca malhumorada.

—Tú eres más raro e igual hablas conmigo —refuté, suspirando por lo bajo.

Tendría acercarme a ella otro día. Y disculparme por el imbécil al que llamaba amigo.

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora