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Un doctor cruzó la habitación rápidamente. Unas enfermeras le seguían. Me sedaron enseguida, notando que estaba tan alterado que no notaba la sangre que manchaba el vendaje alrededor de mi pierna a causa de mis bruscos movimientos. 

Ni siquiera podía procesar lo que ocurría. Mi mente estaba en blanco, todo a mi alrededor me daba igual.

Mi pierna derecha no estaba. Un poco más arriba de donde debía estar mi rodilla, no había nada.

Nada.

Mi muslo estaba cubierto con muchas vendas y dolía, dolía mucho.

Dolía más de lo que nunca creí que pudiera doler algo.

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora